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Mis Fantasmas Favoritos

Enter... The Ewing Man!





Para comparar el grado de anticipación que tuvo el desembarco de Patrick Ewing en la NBA, solamente se me ocurren la llegada simultánea de Larry Bird y “Magic” Johnson en 1980, y más recientemente el fenómeno LeBron James. El tiempo y los fracasos pueden haber nublado nuestra memoria, pero en 1985 Ewing era el jugador anhelado desde su gran marcha a la NCAA en su año freshman. Jordan fue un donnadie, Barkley un chiste rápido, O’Neal la mitad de una aberración estadística comparados con el enorme revuelo generado por don Pat Ewing. Por primera vez, la ceremonia del draft hubo de restringir el acceso a los medios debidamente acreditados ante la previsible avalancha. Los Washington Bullets, que no tenían elección de lotería, utilizaron a Ewing como principal reclamo en su campaña de abonos: “¡podrá ver a Ewing tres veces esta temporada!”.

Y los New York Knicks ganaron la lotería.

Para acabar con el controvertido sistema del cara o cruz, la NBA había optado por crear el sistema de lotería, por el cual el orden se determinaría sacando al azar sobres conteniendo los nombres de los siete equipos que no habían entrado en playoff, independientemente del orden en que hubieran quedado. La suerte sonrió a los Knicks y apuñaló a los Warriors, que con cinco victorias menos quedaron relegados al nº 7 del draft. [Aunque tuvieron suerte al pillar a Chris Mullin: el impacto de la elección de Ewing queda más en relieve al ver que el resto de la lotería son la mitad estrellas secundarias como Mullin, Xavier McDaniel o Wayman Tisdale, la mitad paquetoides infames como Benoit Benjamin, Jon Koncak o Joe Kleine; éste fue el draft de los sleepers, con Karl Malone, Joe Dumars o Terry Porter entrando de puntillas.] La NBA hubo de anunciar cambios inmediatos al sistema para temporadas subsiguientes.

Fue la bomba, y los Knicks pasaron de golpe a ser la auténtica joya de la gran manzana, hasta tal punto que arreciaron los rumores de manipulación en el sorteo con el supuesto objetivo de apuntalar a una franquicia estratégicamente vital que pasaba malos momentos (los rumores oscilaban entre algún tipo de muesca delatora en el sobre local, y el clásico truco del enfriamiento neveril). Para los partidarios de las conspiraciones, la cronología resultaba particularmente sospechosa: Pat Ewing se descolgó con unas peticiones salariales descomunales, pero afortunadamente casi toda la plantilla de los Knicks terminaba contrato y por tanto el salary cap no era obstáculo.

Ewing firmó un contrato desorbitado para la época, $30 minolles por 10 años superando holgadamente al jugador mejor pagado del momento, Larry Bird con $2 minolles por temporada. Además, su contrato incluía cláusulas de revisión que garantizaban por escrito su permanencia en todo momento entre los jugadores mejor pagados de la liga. Asegurado ya el premio gordo, los Knicks pudieron abordar tranquilamente la renovación de Bill Cartwright, Louis Orr, Trent Tucker, Butch Carter, Ken Bannister y Ernie Grunfeld, más el fichaje de la segunda ronda: Gerald Wilkins. Aunque poco destacado en su momento, Wilkins completaría un gran draft para los de New York al revelarse pronto como un más que adecuado escolta titular. Una de las sagas de este verano fue el intento de los Knicks por contratar al agente libre Albert King, para ocupar la plaza de su hermano Bernard durante su lesión; hubiera sido una historia fantástica, pero en último término no se logró llevar a cabo ya que la NBA determinó que el contrato de “Truck” Robinson aún contaba para el tope salarial y dejó a los Knicks sin espacio suficiente para hacer una oferta con posibilidades.



Para redondear la plantilla, los Knicks le dieron de buena gana la patada a Ron Cavenall y optaron por contratar a Bob Thornton (de vuelta de Madrid) y el escolta Fred Cofield (su elección de cuarta ronda de esta temporada) de entre una plantilla veraniega formada por viejos conocidos como Marc Iavaroni, Ken Orange o David Russell, jornaleros NBA como Clinton Wheeler o auténticos desconocidos como Steve Burtt. Además, Bob Hill fue contratado como asistente para cubrir la marcha de Rick Pitino a Providence.



Sin embargo, lo que inicialmente se planteaba como un retorno a la grandeza pronto se encontró camino de ninguna parte por el recurrente problema de las lesiones. Una vez más, los Knicks pasarían la temporada en cuadro, más preocupados por poder poner en cancha a un quinteto que por aplicar el plan trazado en pretemporada.

Aparte de pequeñas lesioncillas veraniegas de Sparrow, Walker o Thornton, el primero en caer fue Eddie Lee Wilkins, que en un campus de verano se rompió el ligamento de la rodilla para perderse toda la temporada y de hecho no volver a ser un jugador relevante. A continuación, el anticipado retorno de Bill Cartwright sufrió un revés definitivo cuando una caída provocó la inflamación de su pie en lo que resultaría ser la tercera fractura del mismo pie; antes de terminar la temporada, habría sufrido la cuarta durante un fallido intento de retorno en Febrero. James Bailey volvió a sufrir un desvanecimiento durante un entrenamiento, el segundo en su etapa bajo Hubie Brown pero no el último: aún sufriría un tercer desmayo, y todavía le quedó tiempo para lesionarse una muñeca y perderse el final de temporada. Pat Ewing “el anhelado” ya empezó faltando a varios partidos de pretemporada por problemas con las rodillas, y terminó perdiéndose el último mes. Pat Cummings hubo de perderse varios partidos intermitentemente debido a tendinitis en su pierna derecha, y al final tuvo que pasar por el quirófano en Febrero y perderse el resto de la temporada.

Una vez más, la situación fue tan desesperada que terminaron fichando al esforzado Chris McNealy, mientras que el ínclito Bob Thornton terminó saliendo de titular 23 partidos.



Otra temporada a tomar viento.

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