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Mis Fantasmas Favoritos

Evolución de la plantilla



Durante la pretemporada, dos cosas quedaron claras para los Knicks: la primera, que incluso contando con que algunos jugadores empezarían la temporada lesionados, la amplia nómina de jugadores bajo contrato hacía punto menos que imposible que alguno de los “temporeros” llegara al comienzo de la temporada; la segunda, que varios jugadores lo iban a pasar muy mal para adaptarse al estilo de Pitino, si es que llegaban a hacerlo. Louis Orr y Bill Cartwright eran ya muy veteranos para poder ofrecer el derroche de energía que se les exigía, Pat Cummings simplemente era demasiado lento, y Moore... Ron Moore había llegado en mal estado de forma y se convirtió en la primera cruz de Rick Pitino, que se pasaba los entrenamientos chillándole que no se parara, que corriera, que se esforzara etc. Para un entrenador que prohibía a sus jugadores dar muestras de cansancio o debilidad que pudieran dar ánimos al rival (cosas como apoyarse en las rodillas o sentarse durante los tiempos muertos), un jugador que se ahogaba a la segunda defensa era un anatema. Finalmente, los Knicks se deshicieron de él cuando la oferta a Sidney Green como agente libre se negoció para transformarla en un traspaso con los Pistons a cambio de Ron Moore y una segunda ronda para 1988 que habían recibido de Sacramento (Fennis Dembo).

La estructura de la plantilla y su digievolución durante la temporada fue la siguiente:

BASES: Lo mejor y lo peor.

Mark Jackson, Gerald Henderson, Rory Sparrow, Tony White, Billy Donovan, Rick Carlisle, Sedric Toney.

El puesto de base produjo las mayores alegrías y tristezas para los Knicks esta temporada. Inicialmente, el plan estaba bien definido: Henderson sería el base titular, con Sparrow como suplente para ir dando paso poco a poco al novato Mark Jackson y presumiblemente culminar con el traspaso de Rory Sparrow a mitad de temporada o así. Las circunstancias, empero, fueron otras.

Para empezar, Mark Jackson se negó a firmar por el salario mínimo, que era lo único que le podían ofrecer en ese momento debido al tope salarial. La ausencia de Jackson del campus de pretemporada fue uno de los primeros inconvenientes con los que tropezó Pitino (que en sus ansias de empezar a trabajar había sido multado por entrenar con los jugadores drafteados antes de que éstos firmaran contrato), pero al fin se resolvió enviando al descontento Jawann Oldham a los Kings a cambio de la segunda ronda antes mencionada (Dembo).

Ya bajo contrato, el problema fue el inverso: bajo el “sistema Pitino”, Mark Jackson jugó el mejor baloncesto de su carrera y terminó alzándose con el galardón de Rookie of the Year. Jackson se había incorporado a la plantilla con muchas dudas, durante su pugna con la franquicia por conseguir un mejor salario había sido objeto de una campaña de desprestigio por parte de la prensa, que afirmaba que un base tan lento iba a tener problemas para establecerse en la liga y por tanto no debiera andarse con exigencias. Rick Pitino, sin embargo, se dedicó a estimular su confianza y a repetir una y otra vez que no lo cambiaría por ningún otro rookie del draft, ni por ningún otro base de la liga excepto quizás Magic o Isiah. Como resultado, Mark Jackson salió como un torete y en apenas un par de partidos ya jugaba en grueso de los minutos como base.

Encantado con el desarrollo de los acontecimientos y con angustiosa necesidad de un alero anotador, Rick Pitino decidió aprovechar la oportunidad para traspasar a Rory Sparrow (a los Bulls, a cambio de una segunda ronda) y usar esa plaza en fichar a Johnny Newman, que había sido cortado por los Cleveland Cavaliers en pretemporada. Sin embargo, esta decisión resultó ser apresurada: apenas un par de partidos después Mark Jackson ya era titular establecido, y Gerald Henderson montó un pitote en el banquillo diciendo que él había sido titular y campeón de la NBA, y no iba a jugar los minutillos de la basura detrás de un novato. La cólera de Rick Pitino no conoció límites, porque sentía con razón que Henderson había traicionado el mandamiento fundamental de los nuevos Knicks que estaba intentando forjar: el equipo por encima del individuo. Rick Pitino exigió el despido fulminante de Gerald Henderson, y éste se vio cortado antes de haberse quitado las calzonas.

La marcha en rápida sucesión de Sparrow y Henderson dejaba al equipo sin un base suplente. Pitino quería fichar al que fuera su estrella en Providence, el escolta anotador Billy “the Kid” Donovan (¿no os suena esta historia y los futuros Celtics?) y reconvertirlo a base. Al Bianchi, sin embargo, vetó la contratación: la prensa vería con muy malos ojos un caso de favoritismo tan flagrante como despedir a un campeón de la NBA y sustituirlo por un jugador que acababa de ser cortado en la CBA solamente porque tenía amistad con el entrenador. Rick Pitino hubo de ceder, y en su lugar se fichó a Tony White.

White era un rookie que había sido escolta anotador en NCAA, y que no logró adaptarse al puesto de base. Su mal rendimiento le dio la oportunidad a Pitino de salirse con la suya y fichar a Billy Donovan, pero éste se encontró con los mismos problemas. Pitino lo aguantó todo lo que pudo en plantilla, metiéndolo y sacándolo de la lista de lesionados mientras Bianchi intentaba contratar a gente como Sedale Threatt o Frank Williams, pero finalmente hubo de aceptar su sustitución.

El elegido fue otro ex Celtic, Rick Carlisle. Aunque Carlisle era en realidad un alero, además de su tiro tenía como virtud una muy buena lectura del juego y capacidad de pase, el tipo de jugador total que encajaba como un guante en el estilo de Rick Pitino. Igual que le sucediera en Boston, Carlisle tuvo un debut espectacular, anotando 20 puntos aprovechando que la defensa rival le flotaba descaradamente; desgraciadamente, no tuvo continuidad y además el hecho de no ser en realidad un base era un hándicap para la rotación. Terminó enterrado en la IR, y se fichó a Sedric Toney, por fin un auténtico base que sí terminó la temporada en el equipo.

ESCOLTAS: Irregularidad.

Gerald “Dougie” Wilkins, Trent Tucker.

La temporada empezó con muchas dudas en el puesto de escolta. Wilkins, convertido ya en un anotador destacado, se había ganado fama de mal defensor, nulo pasador y poseedor de una selección de tiro mediocre y egoísta. Que llegara al campamento de verano pidiendo que lo llamaran “dougie” en homenaje a su rapero favorito “Doug E. Fresh” tampoco presagiaba mucha madurez. Por su parte, Trent Tucker también estaba inmerso en una pugna con la gerencia por su renovación. La irregularidad de Tucker y el hecho de no haber alcanzado el nivel que se esperaba de él había sido una de las causas que contribuyeran al fracaso de Hubie Brown, por no hablar de que era un jugador con poca querencia por los entrenamientos y mucha por las filtraciones malintencionadas a la prensa. Sin embargo, era un gran triplista en una plantilla de malos tiradores, y el triple era una de las herramientas fundamentales en el baloncesto según Pitino. También era mucho mejor defensor que Wilkins.

Durante la temporada, Rick Pitino trabajó denodadamente para “convertir” a estos jugadores a su religión; con Tucker fracasó, ya que se negó a aceptar sus errores y limitaciones o a trabajar sus puntos débiles sino que siguió jugando como siempre. Sin embargo, Gerald Wilkins progresó notablemente en estos nuevos Knicks. Mejoró su selección de tiro y su capacidad de pase, pero sobre todo sacó unas aptitudes defensivas desconocidas hasta la fecha, demostrando haber aprendido la principal lección que Pitino intentaba grabar en la mente de los jugadores más jóvenes: “si expandes tu juego, en el futuro tendrás más minutos y mejores contratos”.

ALEROS: Progresando.

Johnny Newman, Kenny Walker, Louis Orr, Carey “Dog” Scurry.



El puesto de alero fue una de las mayores fuentes de frustración para Rick Pitino esta temporada, aunque como consuelo cabe decir que poco a poco se iban sentando las bases para resolver las angustiosas carencias en esta posición.

La raíz de todo reside, por supuesto, en la no renovación de Bernard King. Sin él, el puesto quedaba en manos del joven aunque sumamente atribulado Kenny “Sky” Walker, que ya demostrara su incapacidad para cubrir la posición antes y lo ratificaría ahora. Con dramática necesidad de puntos desde este puesto, los Knicks pillaron como agente libre a Johnny Newman, un buen prospecto colegial que no había logrado aclimatarse a la NBA en su año rookie con los Cavs. Newman era un jugador con tendencia a la pasividad al que había que empujar constantemente, pero desde el principio mostró su capacidad de producir canastas aunque fuera a costa de una irregularidad galopante que a veces obligó a Pitino a recurrir a Louis Orr para obtener algo, aunque fuera defensa, del puesto de “tres”.

Entre eso y la notoria ineptitud de Walker, la prensa neoyorquina tuvo todas las facilidades del mundo para lanzar una campaña abogando por el retorno del “hijo pródigo” de St. John’s, un Chris Mullin “exiliado” en San Francisco. Durante meses se especuló abiertamente con la posibilidad de un intercambio Mullin-Wilkins, lo cual impactó negativamente en el rendimiento de Gerald Wilkins, que se veía traspasado, y también Johnny Newman y Kenny Walker, que se veían ninguneados. Estos rumores no disminuyeron hasta que Mullin ingresó en una clínica para tratarse su adicción al alcohol; esto no puso fin por completo a las especulaciones, pero sí otorgó al equipo un respiro muy necesitado. En el tramo final de la temporada, Newman fue asentándose por fin en el equipo y terminó haciéndose con la titularidad para ofrecer algunas muy buenas actuaciones.

Louis Orr era un problema de otra índole para Rick Pitino. Orr y Pitino tenían una larguísima relación, ya que Pitino abandonó su luna de miel para reclutar a Orr para la universidad de Syracuse (que lo había contratado como asistente en su misma noche de bodas). Dos años de jugar demasiados minutos cubriendo la baja de Bernard King le habían pasado factura al veterano Louie, que tuvo que ser operado de una hernia discal ese verano y perderse el principio de la temporada. Louis Orr quería minutos para mostrarse a la liga, probar que estaba recuperado y conseguir otro contrato más, pero era consciente de que ya no tenía lugar en el esquema de estos nuevos Knicks. Pitino habló con él claramente, y aunque el jugador no lo pasó bien ya que apenas tuvo minutos, su comportamiento pleno de profesionalidad siendo un líder veterano en el vestuario resultó muy importante para el equipo.

También pasó por la plantilla el especialista defensivo Carey Scurry, cortado por los Jazz tras liarse a tortas con Mel Turpin, pero apenas le dio tiempo a deshacer las maletas.

ALAPÍVOTS: Mucho ruido y pocas nueces.

Sidney Green, Pat Cummings, Ray Tolbert, Chris McNealy, Bob Thornton.



Ray Tolbert fue el único de los “temporeros” nuevos que logró salir del campus de verano con un empleo. Un empleo temporal, en cualquier caso: cuando se fueron recuperando jugadores, su utilidad fue menguando hasta ser cortado en Diciembre. Poco después siguió el mismo camino Chris McNealy, y finalmente Bob Thornton. Los tres se habían dejado la piel en los entrenamientos, pero simplemente no daban el nivel, y el equipo tenía demasiados contratos garantizados como para aguantarlos por aguantarlos. Ésa no fue la noticia más importante generada por el puesto de “cuatro”, precisamente.

Sidney Green fue exactamente lo que cabía esperar: los aficionados no lo recibieron con cariño precisamente, viniendo como venía en vez de Bernard King. Y Green no reaccionó bien, igual que no había reaccionado bien en Chicago o Detroit. Sidney Green era sin duda tan buen reboteador como había sido dicho, pero también manifestaba un cariño no correspondido por las suspensiones a media y larga distancia, y unos lapsus defensivos que en el universo según Pitino tienen reservado un círculo del infierno solamente para quienes los cometen. Jugador completito, a mitad de temporada tuvo una pelea a gritos con Pitino en mitad de un partido, que ya os imagináis cómo le vino a los periodistas. Un periódico neoyorquino escribió que Chuck Daly había enmarcado la frase de Rick Pitino “No voy a darme por vencido con Sidney Green como hicieron sus entrenadores anteriores” y la había colgado en su despacho. Sobre todo, Pitino se quejaba de que Green era absolutamente incapaz de admitir un error, y por tanto de trabajar para corregirlo.

Pat Cummings fue durante casi toda la temporada una mala cara al final del banquillo, en más de un sentido. Estaba harto de la ciudad y de la prensa que constantemente encontraba maneras de insultar su apariencia, no se adaptaba al estilo de Pitino y no tenía los minutos que necesitaba en su “contract year” para mejorar su valor de mercado. Hubo intentos de traspasarlo, el más serio a Portland a cambio de una segunda ronda, pero su altísimo contrato lo hacía casi imposible. Sin embargo, a pesar de algunas declaraciones a la prensa admitiendo su descontento, nunca llegó a adoptar una actitud poco profesional ni a convertirse en un problema real. Y cuando al final de la temporada Pitino decidió cambiar de opinión y sacarlo en algunos partidos decisivos, Cummings rindió de manera sorprendentemente eficaz. No lo bastante como para ganarse minutos consistentes, pero sí al menos para echarle una mano al equipo.

PÍVOTS: Algo bueno, por fin.

Pat Ewing, Bill Cartwright.

Inicialmente, la marcha de Oldham traspasado a los Kings fue vista con cierta preocupación: después de todo, ni Ewing no sobre todo Cartwright habían sido ejemplo de salud y resistencia a las lesiones. De hecho, durante buena parte de la temporada se mantuvo a algún cuatro temporero de los mencionados antes (Tolbert, Thornton) por si fuera necesario poner a Cummings de “cinco”. Afortunadamente, no fue el caso sino que ambos jugadores gozaron de buena salud toda la temporada.

Rick Pitino había llegado albergando serias dudas sobre la viabilidad de esta posición: Pat Ewing se había ganado fama de jugador poco trabajador y poco colaborador con los entrenadores, mientras que Bill Cartwright solamente quería ser traspasado. Además, el plan de Pitino de crear una atmósfera de equipo universitario no iba a cuajar con los jugadores más veteranos (Orr, Cartwright, Cummings, Tucker, Sparrow, Henderson) a los que esa historia ya les venía de lejos. Sin embargo, Ewing abrazó este nuevo baloncesto desde el primer día, incluso antes de que llegaran las victorias que por fin le permitieron acabar con la fama de perdedor que le perseguía en profesionales.

El caso de Bill Cartwright era más complejo. Ya desde pretemporada se rumoreó insistentemente su traspaso a los Hawks, pero no cuajó. Las conversaciones con Dallas sobre Detlef Schrempf tampoco llegaron a nada, y el resultado fue que Al Bianchi tuvo que avisar a Pitino de que podría encontrarse con Bill Cartwright en el banquillo toda la temporada. En este tema, Bianchi tenía una opinión radicalmente diferente a la de la prensa: éstos recordaban con pavor los tiempos de “inacción” bajo DeBusschere y Stirling, y exigían un traspaso inmediato ante el temor de que en cualquier momento una lesión eliminara cualquier valor que pudiera tener en el mercado. Al Bianchi, sin embargo, pensaba que el error de los Knicks había sido precisamente la precipitación, fichando apresuradamente a jugadores como Pat Cummings o Gerald Henderson y renovando a Rory Sparrow, siempre por encima de su valor y atando a la franquicia de pies y manos a contratos largos y gravosos. Era necesario buscar un buen traspaso, y hasta que surgiera mantendrían la misma plantilla.

Rick Pitino intentó poner al mal tiempo buena cara. “Hay cosas peores que tener a Pat Ewing y Bill Cartwright en el mismo equipo”, decía. Sin embargo, la debilidad del puesto de “cuatro” lo obligó eventualmente a afrontar el tipo de decisión que te deja sin empleo: poner a Ewing y Cartwright simultáneamente en pista. Eso sí, siempre de manera puntual y manteniendo a Ewing de “cinco”. Todo esto significaba poco para un Bill Cartwright que se limitó a cumplir con su trabajo sin brillantez pero con seriedad, aceptando que de momento su libertad estaba lejos. Cartwright estaba hastiado de la ciudad, de los aficionados y de la prensa, y no llegó a acostumbrarse a tener que tratar por la noche como amigos de toda la vida al mismo Peter Vecsey que lo llamaba “Billy Idle” en el periódico de la mañana.

En cualquier caso, una vez que pasó la fecha límite de traspasos el juego de Cartwright mejoró, y terminó siendo uno de los factores en el buen final de temporada de la franquicia.

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