La Primera Baja
Para muchos de nosotros, los Celtics de la temporada 88-89 evocan el Open McDonalds, donde además de contemplar cómo un juego interior NBA aplastaba a la selección yugoslava y al Real Madrid de Pep Cargol, tuvimos nuestra primera experiencia directa con una plantilla NBA en pretemporada. Casi veinte jugadores, la mayoría con esa carita de ilusión que da comer caliente varios días seguidos; uno de ellos era el ínclito Ramón Rivas, que logró completar la temporada con los Celtics a pesar de los negros vaticinios de los comentaristas españoles ante su evidente falta de acoplamiento (subestimaron la angustiosa necesidad de pulgadas y onzas de los de Boston).
Se suponía que uno de los principales objetivos del nuevo entrenador de los Celtics iba a ser darle minutos a los jóvenes (a los que se había unido el rookie de esta temporada, Brian Shaw), sobre todo después de perder a Fred Roberts en el draft de expansión. No sabían la razón que tenían: apenas comenzada la temporada, Larry Bird tuvo que admitir que no podía seguir soportando el dolor de sus tendones de aquiles. Desde la lesión, se le habían ido acumulando depósitos de calcio que eventualmente hubo que operar en ambos pies, y eso supuso que su temporada se terminara nada más empezar.
Inicialmente se pensó en Brad Lohaus para sustituirlo, ya que por alguna extraña razón la imagen de un siete pies tirando en suspensión tenía obnubilada a media NBA (recordemos el caso muy similar de Brad Sellers vs Scottie Pippen); pronto se hizo evidente, sin embargo, que Reggie Lewis era muchísimo mejor apuesta, su rendimiento fue magnífico y se terminó revelando como la mejor noticia de la temporada de estos Celtics. Y menos mal, porque Lohaus y Acres fueron sendas decepciones tamaño natural. Brian Shaw jugó razonablemente bien, aunque el equipo seguía funcionando mejor con Dennis Johnson, pero todo eso sumado a una gran temporada de Robert Parish no bastaba para compensar la baja de Bird, el pobre rendimiento de Paxson y el inicio del declive de Kevin McHale. Para colmo, a Rodgers se le ocurrió experimentar con Danny Ainge como sexto hombre, y el resultado no fue precisamente esperanzador.
En resumen, el intento de ampliar la rotación había fracasado y se reducía a siete jugadores: DJ – Shaw – Lewis – McHale – Parish como titulares, y Ainge y Lohaus como suplentes. Una vez más necesitaban más jugadores, y una vez más tiraron de agentes libres semidesconocidos como Kevin Gamble (a veces creo que decidieron jugársela contratándolo sólo por el apellido; es como si te encuentras con un pívot suplente llamado Mike Tendaycontract), o de veteranísimos a las puertas de la retirada como Otis Birdsong. Definitivamente, los elegían por el apellido. Cuando tu mejor fichaje de la temporada es un sorprendente Kelvin Upshaw, es hora de darte por vencido y buscar un traspaso. Los Celtics rompieron el núcleo.
La decisión de traspasar a Danny Ainge y Brad Lohaus a los Sacramento Kings a cambio de Ed Pinckney y Joe Kleine debiera ser el momento más discutido de esta etapa de la franquicia, y sin embargo apenas ha recibido atención.
A priori, el traspaso tenía varios puntos muy favorables para los Celtics: no rompían el núcleo de los “big three”, traspasaban al más prescindible y, a cambio de un escolta de 29 años y un alero que no llegaba a cuajar recibían a dos jugadores interiores aún jóvenes. Ni Kleine ni Pinckney habían dado en profesionales el altísimo nivel ofrecido en universidad, pero sí habían dejado suficientes pinceladas como para que fuera razonable suponer que un cambio de aires a una estructura de equipo más eficaz pudiera extraer lo mejor de ellos. La principal crítica que cabe hacerle es que en realidad no se trataba más que del enésimo parche, a la espera de que la recuperación de Larry permitiera volver al esquema de siempre, con Bird-McHale-Parish decidiendo y los demás echando una manita.
Como todos sabréis, no funcionó. A pesar de anotar unos esperanzadores 20 puntos en una noche de Cerca de las Estrellas con Parish lesionado, Joe Kleine prontó se estableció como nada más que un pívot suplente de los de 10-15 minutos por partido con buena muñeca. Ed Pinckney rindió un poco más sobre todo en defensa y rebotes, pero la capacidad de anotación que evidenciara en Villanova fue quedando en el olvido, y reduciéndolo al papel de buen hombre interior de rotación aportando dureza y poco más. Al final, el resultado dio la razón a los detractores del traspaso: los Celtics habían logrado ampliar su rotación, pero no solucionar ninguno de sus problemas estructurales, cada vez más angustiosos.
Los Celtics lograron aguantar una pulgada por encima del 50% y entrar en playoffs aunque fuera por la puerta de atrás, pero el intento de Larry Bird de inspirar otra jornada épica entre sus compañeros anunciando que si lograban alcanzar la segunda ronda él estaría recuperado para jugar no funcionó: los Pistons estaban ahora no ya un escalón sino todo un tramo de escaleras por encima, y se deshicieron de los Celtics con un cómodo 3-0 sin apenas esfuerzo.
Se suponía que uno de los principales objetivos del nuevo entrenador de los Celtics iba a ser darle minutos a los jóvenes (a los que se había unido el rookie de esta temporada, Brian Shaw), sobre todo después de perder a Fred Roberts en el draft de expansión. No sabían la razón que tenían: apenas comenzada la temporada, Larry Bird tuvo que admitir que no podía seguir soportando el dolor de sus tendones de aquiles. Desde la lesión, se le habían ido acumulando depósitos de calcio que eventualmente hubo que operar en ambos pies, y eso supuso que su temporada se terminara nada más empezar.
Inicialmente se pensó en Brad Lohaus para sustituirlo, ya que por alguna extraña razón la imagen de un siete pies tirando en suspensión tenía obnubilada a media NBA (recordemos el caso muy similar de Brad Sellers vs Scottie Pippen); pronto se hizo evidente, sin embargo, que Reggie Lewis era muchísimo mejor apuesta, su rendimiento fue magnífico y se terminó revelando como la mejor noticia de la temporada de estos Celtics. Y menos mal, porque Lohaus y Acres fueron sendas decepciones tamaño natural. Brian Shaw jugó razonablemente bien, aunque el equipo seguía funcionando mejor con Dennis Johnson, pero todo eso sumado a una gran temporada de Robert Parish no bastaba para compensar la baja de Bird, el pobre rendimiento de Paxson y el inicio del declive de Kevin McHale. Para colmo, a Rodgers se le ocurrió experimentar con Danny Ainge como sexto hombre, y el resultado no fue precisamente esperanzador.
En resumen, el intento de ampliar la rotación había fracasado y se reducía a siete jugadores: DJ – Shaw – Lewis – McHale – Parish como titulares, y Ainge y Lohaus como suplentes. Una vez más necesitaban más jugadores, y una vez más tiraron de agentes libres semidesconocidos como Kevin Gamble (a veces creo que decidieron jugársela contratándolo sólo por el apellido; es como si te encuentras con un pívot suplente llamado Mike Tendaycontract), o de veteranísimos a las puertas de la retirada como Otis Birdsong. Definitivamente, los elegían por el apellido. Cuando tu mejor fichaje de la temporada es un sorprendente Kelvin Upshaw, es hora de darte por vencido y buscar un traspaso. Los Celtics rompieron el núcleo.
La decisión de traspasar a Danny Ainge y Brad Lohaus a los Sacramento Kings a cambio de Ed Pinckney y Joe Kleine debiera ser el momento más discutido de esta etapa de la franquicia, y sin embargo apenas ha recibido atención.
A priori, el traspaso tenía varios puntos muy favorables para los Celtics: no rompían el núcleo de los “big three”, traspasaban al más prescindible y, a cambio de un escolta de 29 años y un alero que no llegaba a cuajar recibían a dos jugadores interiores aún jóvenes. Ni Kleine ni Pinckney habían dado en profesionales el altísimo nivel ofrecido en universidad, pero sí habían dejado suficientes pinceladas como para que fuera razonable suponer que un cambio de aires a una estructura de equipo más eficaz pudiera extraer lo mejor de ellos. La principal crítica que cabe hacerle es que en realidad no se trataba más que del enésimo parche, a la espera de que la recuperación de Larry permitiera volver al esquema de siempre, con Bird-McHale-Parish decidiendo y los demás echando una manita.
Como todos sabréis, no funcionó. A pesar de anotar unos esperanzadores 20 puntos en una noche de Cerca de las Estrellas con Parish lesionado, Joe Kleine prontó se estableció como nada más que un pívot suplente de los de 10-15 minutos por partido con buena muñeca. Ed Pinckney rindió un poco más sobre todo en defensa y rebotes, pero la capacidad de anotación que evidenciara en Villanova fue quedando en el olvido, y reduciéndolo al papel de buen hombre interior de rotación aportando dureza y poco más. Al final, el resultado dio la razón a los detractores del traspaso: los Celtics habían logrado ampliar su rotación, pero no solucionar ninguno de sus problemas estructurales, cada vez más angustiosos.
Los Celtics lograron aguantar una pulgada por encima del 50% y entrar en playoffs aunque fuera por la puerta de atrás, pero el intento de Larry Bird de inspirar otra jornada épica entre sus compañeros anunciando que si lograban alcanzar la segunda ronda él estaría recuperado para jugar no funcionó: los Pistons estaban ahora no ya un escalón sino todo un tramo de escaleras por encima, y se deshicieron de los Celtics con un cómodo 3-0 sin apenas esfuerzo.
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