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Mis Fantasmas Favoritos

Los Knicks de Hubie Brown y Rick Pitino

1984-1985

quote:
Como resumen de la temporada pasada, debo decir que a pesar de todas nuestras defensas multiestructuradas, el sistema se vendría abajo si perdiéramos a Bernard King o a Bill Cartwright.
(Hubie Brown, verano de 1984)


quote:
Sólo hay una cosa que temer, que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas.
(Abracurcix, Mánager General de los Knicks, 1984)


Altas y Bajas

Al terminar la temporada 1983-84, dos eran las necesidades fundamentales percibidas para los Knicks: en primer lugar un ala-pívot para reemplazar a “Truck” Robinson, que a su juego irregular sumaba su edad y su enfrentamiento permanente con Hubie Brown; en segundo lugar, un escolta para sustituir al agente libre Ray Williams, que después de una buena temporada regular, había desaparecido en playoffs. Los Knicks le ofrecieron la renovación cobrando más o menos la mitad que el año anterior ($220.000 en vez de $400.000), y el jugador la rechazó.

Estas necesidades deberían ser cubiertas sin recurrir al draft, ya que los Knicks carecían de elecciones significativas este año: su primera ronda había terminado en Indiana en un traspaso a tres bandas a cambio de Ray Williams, y su segunda ronda había ido a los Nets como compensación por el fichaje de Len Elmore. Esta situación no era precisamente un triunfo para la franquicia de New York, ya que este mismo verano Ray Williams fue finalmente cortado y Len Elmore optó por retirarse a sus 32 años y matricularse en Derecho en Harvard. Poca recompensa a cambio de perder este draft.

Mientras los hermanos Bernard y Albert King participaban en el campamento de baloncesto de Dan Peterson en Milán y Hubie Brown pasaba por el quirófano para corregir la hernia discal que lo obligó a pasar intermitentemente por el hospital la temporada anterior, los Knicks se lanzaron al mercado de agentes libres y empezaron a hacer ofertas a todo lo que se movía (o incluso a lo que no se movía, como Pat Cummings) iniciando una tradición en el Madison que Isiah Thomas elevaría a la categoría de arte. El corazón tiene razones que la razón desconoce, y los Knicks ofrecieron $2 minolles a Pat Cummings de los Dallas Mavericks por cuatro temporadas más opción a una quinta, para que ocupara su plaza de ala-pívot. Como compensación por no igualar la oferta (!), los Knicks enviaron a Dallas una tercera ronda del draft para 1986 y una segunda para 1985; de nuevo, pan (duro) para hoy y hambre para mañana: esa tercera ronda sería intrascendente (Leonard Allen), pero la segunda ronda terminaría siendo todo un All-Star como Mark Price.

A continuación, los Knicks intentaron cubrir su hueco en el puesto de “dos”. Le ofrecieron $1.5 minolles por tres temporadas a Vinnie Johnson, pero los Pistons igualaron la oferta. New York intentó presentar una oferta mareante a Jim Paxson de los Blazers (más de $9 minolles por seis temporadas), pero la NBA la declaró inviable bajo las nuevas normas del tope salarial; mientras los Knicks recurrían a un arbitrio externo, los Blazers renovaron a Paxson y zanjaron el tema. Sedale Threatt fue invitado al campus de verano de New York, pero finalmente se descartó su fichaje. Previendo la posibilidad de tener que cubrir la plaza con los recursos existentes, los Knicks contrataron al entrenador de tiro Stu Lantz y lo pusieron a darle un cursillo intensivo a Darrell Walker con la idea de que si mejoraba el tiro exterior (la gran laguna de Walker), podría verse muchos minutos de “dos”. Menos mal que lo hicieron, porque finalmente el jugador fichado fue “Butch” Carter, un musculoso escolta traído de los Pacers a cambio de la segunda ronda de 1985 y que no pasaba de ser un suplente digno. A medio plazo, la solución se resolvería cuando los Celtics ficharon a Ray Williams en Febrero y como compensación enviaron a New York una segunda ronda para 1985 que terminaría siendo Gerald Wilkins, el futuro dueño del puesto de escolta en el equipo.

Y sin más ni más, se acabó.

Durante las pruebas médicas de la pretemporada, a Bill Cartwright se le diagnosticó una fractura en un hueso del pie derecho por la que se perdería unas cuatro semanas producida durante una sesión de footing; lo que parecía un inconveniente molesto se transformaría en un drama carcelario cuando ya empezada la temporada y aparentemente recuperado, el jugador volvió a fracturarse el mismo mientras hacía ejercicio en una bicicleta estática. Eventualmente, Bill Cartwright se perdería esta temporada y la siguiente, más buena parte de la otra, y no volvería a ser un factor decisivo en el equipo,

En esas mismas pruebas se le detectó una anomalía en la sangre a Marvin Webster. Lo que pareció inicialmente un caso de anemia aguda terminó siendo hepatitis, el tercer brote que sufría Webster en su carrera profesional. Cada nuevo ataque debilitaba aún más su hígado, y en este caso los doctores tuvieron que anunciar que “Marvin the Magnificent” se perdería toda la temporada y probablemente significaría el fin de su carrera. Y así fue, a pesar de un fallido intento de retorno con los Bucks años después.

“Truck” Robinson resolvió su situación a las bravas: sufrió una fractura en el pie durante un entrenamiento, y se tuvo que retirar después de jugar solamente dos partidos esta temporada.

Bill Cartwright lesionado para dos años; Marvin Webster acabado por culpa de la hepatitis, “Truck” Robinson lesionado, Len Elmore retirado, Eric Fernsten cortado. Sabes que has muerto y has ido al infierno cuando tu frontcourt es Pat Cummings.

No se vayan todavía, aún hay más: después de intentar infructuosamente conseguir a David Greenwood, los Knicks ficharon rápidamente de los Nets a “Jammin’ James” Bailey, un pívot suplente del montón, a cambio de una tercera ronda del draft; pues bien, en su primer entrenamiento, Bailey sufrió un desvanecimiento y tuvo que ir al hospital. Al final no fue nada, pero cuentan los más viejos del lugar que por las noches se oían lamentos de ultratumba en la voz de Hubie Brown: “¡Varro, devuélveme mis pívots!”

¿Cuán angustiosa era la situación de los Knicks? El pívot titular terminaría siendo su elección de séptima ronda del draft, el ínclito Ken “Animal” Bannister”. El suplente sería su elección de sexta ronda del draft, Eddie Lee Wilkins. A su cuarta ronda la mandaron a Europa a foguearse, pero la repescarían al año siguiente: Bob Thornton. ¿Os suenan?


Bannister se hizo famoso en la liga...
por su propensión a tirar bocaos a los rivales.



Cuenta Rick Pitino que él comprendió realmente la extrema gravedad de la situación después de asistir a un campus de verano en Rutgers. Para demostrar los ejercicios eligió al azar a un “siete pies” de entre el público, y fue un desastre porque el tío era incapaz de seguir incluso los ejercicios más sencillos de bote o pase. Al terminar, el fulano le dijo que había estado jugando con los Harlem Magicians (! ) y que le gustaría probar con los Knicks. “Sí, hombre, sí” le dijo Pitino, esperando no volverlo a ver nunca más.

Cuando volvió al equipo, Rick Pitino se lo encontró en plantilla; se llamaba Ron Cavenall, y terminó jugando 53 partidos. “Qué quieres”, le dijo Hubie Brown, “mide siete pies”. La prensa neoyorquina lo presentó como un “diamante en bruto” descubierto por Pitino; la proporción de bruto resultó ser muy superior a la de diamante.

Incluso le hicieron una prueba a Chuck Nevitt (que no pasó), solamente porque su agente les mandó un folleto con una foto suya.

No tengo fotos de Cavenall ni de Bailey, así que os pongo otras dos de Bannister de las que hay en la red de su etapa europea. Por lo menos nos alegramos los ojos.



Tocando Fondo: 1984-1985.
24 – 58 (29%). Playoffs: No.


PG: Darrell Walker / Rory Sparrow.
SG: Trent Tucker / “Butch” Carter.
SF: Bernard King / Ernie Grunfeld.
PF: Pat Cummings / Louis Orr.
C: Ken Bannister / James Bailey.
Toalla: Eddie Lee Wilkins, Ron Cavenall.

Ya os podéis imaginar el resultado. Los Knicks ocuparon los últimos puestos de la liga en casi todas las categorías, tanto defensivas como ofensivas. A pesar del hercúleo esfuerzo de Bernard King, que se fue a los 33 puntos por partido con un 53% en el tiro para liderar la liga, y del trabajo sólido aunque poco espectacular de Sparrow y Walker, la absoluta carencia de juego interior condenaba a los Knicks a los sótanos de la divisón: Cummings solamente aportaba tiros de media distancia, Orr no tenía el físico para jugar dentro, Bailey y Bannister competían en ineficiencia.



El pobre Eddie Lee Wilkins fue la encarnación de la temporada del frontcourt de los Knicks: fichado tras brillar en el Princeton Summer Camp, su debut en la liga fue espectacular. En el primer partido de la temporada, contra los Pistons, Cummings se cargó de faltas y Hubie sacó a Wilkins a la cancha. Eddie Lee empezó a anotar canasta tras canasta y, a pesar de los 34 puntos de Bernard King, se convirtió en la estrella del partido al sumar 24 puntos y 10 rebotes en solamente 27 minutos. Sin embargo, apenas saltar a la cancha en su segundo partido, Wilkins se lesionó en el tobillo y se perdió un buen trozo de la temporada. Los Knicks encadenaron seis derrotas consecutivas, Eddie Lee Wilkins no volvió a tener continuidad esa temporada, y al verano siguiente sufrió una gravísima lesión de rodilla que lo tuvo un año parado y que puso fin a sus posibilidades como jugador relevante en la NBA. El 27 de Octubre de 1987 fue el principio y el final de la gloria para Eddie Lee Wilkins.

Pero el auténtico drama fue otro. Bernard King ya se había perdido varios partidos durante la temporada, primero por un tirón en el abdomen y luego por una torcedura de tobillo cuando cayó sobre el pie de Wes Matthews. Nada serio. El 23 de Marzo contra los Kansas City Kings, durante los últimos minutos de uno de los últimos partidos de una temporada ya intrascendente, Bernard King se rompió el ligamento anterior cruzado y el cartílago de su rodilla derecha. Fue operado inmediatamente y se le implantó un tendón extraído de otra parte de su rodilla y comenzó una rehabilitación que sería tan larga como trabajada, pero el jugador espectacular que liderara a los Knicks no volvería a verse sobre una cancha. Aún lograría volver al All Star, todo un reconocimiento a su trabajo y a su afán de superación, pero no sería ni el mismo jugador, ni en el mismo equipo.

“Tennis season begins Monday at 3 o’clock”, resumió Rory Sparrow.






A casi todos los efectos, la era Hubie Brown en los Knicks terminó ese día.

Galería de los Knicks'84



Hubie Brown y Rick Pitino, presente y futuro.



Louie Orr, el bien nutrío:



Len Elmore, Louis Orr y Eric Fernsten, el trío de la bencina:



¡Eric Fernsten, pisando la cancha!

Los playoffs contra los Celtics

A pesar de la inmensa diferencia de “currículum” entre ambas franquicias, era bien conocida la animosidad secular existente entre Knicks y Celtics. Hasta tal punto, que en el caso de éstos se extendía a toda la ciudad, y salvo imposibilidad manifiesta se negaban a hacer noche en New York sino que salían escopeteados rumbo a casa apenas terminar el partido. Más aún considerando el enfrentamiento público que los respectivos entrenadores habían mantenido a través de los medios de prensa, y este año en concreto con el picante añadido de la pugna en pretemporada por los servicios de Kevin McHale y la agresiva respuesta de la gerencia de Boston. Ya no hay rivalidades como las de antes, ¿eh?

Los Boston Celtics comenzaron tomando una cómoda ventaja inicial al ganar los dos partidos en casa, 110-92 y 116-102. Larry Bird se encontraba en un gran momento de forma (37 puntos en el segundo partido), y New York descubrió lo que estaba descubriendo toda la liga: en los papeles, Kevin McHale podía ser el Mejor Sexto Hombre de la temporada; en el parqué, era el jugador más imparable de los Celtics y su auténtica espina dorsal. Con sólo un día de descanso después de la eliminatoria contra Pistons, Hubie Brown había intentado dar un impulso extra al equipo insertando a Trent Tucker en el titular por delante del ineficaz Ray Williams, pero los resultados fueron decepcionantes: ninguno de los dos tuvo un rendimiento destacable, “Truck” Robinson siguió desaparecido en la anotación y la magnífica defensa de Cedric Maxwell y McHale dejó a Bernard King en unos veinte puntos por partido, la mitad que ante Detroit.

De vuelta en el Madison, Maxwell y McHale se dedicaron al trash-talking ante la prensa local: según McHale, venían a “terminar de enterrar a los Knicks”, mientras que Maxwell anunciaba que “nadie me mete a mí cuarenta puntos”.

Cuarenta y tres, para ser exactos, aunque eso sería más tarde. Primero, al fin Ray Williams dio la de cal y jugó a su nivel en ataque y defensa (sobre Bird, nada menos) para conseguir la victoria por 100-92 para intentar insuflar un hálito de vida y esperanza a la eliminatoria. Tirando con las palmas de las manos y yendo a canasta para ser derribado una y otra vez, Bernard King lideró a los Knicks con los mencionados 43 puntos dos días después a empatar 2-2 tras derrotar a los Celtics 118-113, en un partido jugado como una miniatura de toda la serie: unos eran incapaces de frenar a Larry Bird y a Kevin McHale, y los otros no podían con Bernard King. Cedric Maxwell, Kevin McHale, Larry Bird, Scott Wedman e incluso M.L. Carr se fueron rotando sobre un Bernard King inconmensurable en la segunda parte que con la ayuda de Darrell Walker en el rebote ofensivo, arrasó con todo y dejó las espadas en alto para la vuelta a Boston. En la rueda de prensa después del cuarto partido, Hubie Brown fingió no haberse enterado de que King había superado los cuarenta puntos: “¿Cómo? Pero ¿no habían dicho que eso era imposible?”.

El quinto partido fue un paseo militar de los Celtics, 121-99, y lo único destacable fue la “montonera” al final del tercer cuarto: con el partido prácticamente decidido, Darrell Walker y Danny Ainge se liaron a guantazos, y pocos segundos después ambos equipos estaban apilados en un amistoso intercambio de opiniones. Teóricamente deberían haber expulsado a todos los implicados, pero eso hubiera supuesto dejar solamente a Bill Cartwright y a Eric Fernsten en cancha, así que los árbitros optaron por expulsar solamente a Walker y Ainge y seguir como si nada hubiera ocurrido. Ni siquiera fueron sancionados con ninguna suspensión, y la liga saldó el tema con un generoso reparto de multas.

La serie se había estabilizado en un patrón claro: cuando los Celtics conseguían correr, ganaban de calle; cuando los Knicks conseguían jugar su ritmo pachorra, se llevaban la victoria. En todos los partidos, el equipo que anotó la primera canasta se llevó la victoria; en cinco partidos un equipo fue por delante desde el primer minuto hasta el último; sólo hubo cuatro cambios en el liderazgo en el marcador en toda la eliminatoria.

Así sucedió el sexto partido, a pesar de terminar con susto: Bernard King volvió a superar la barrera de los cuarenta puntos (44, para ser exactos), y los Knicks se plantaron con 13 puntos de ventaja a falta de tres minutos y medio aprovechando la ausencia de Dennis Johnson por una lesión en el hombro. Pero los Celtics montaron otra de sus remontadas patentadas y a punto estuvieron de llevarse el partido antes de que el equipo local lograra salvar los muebles a lo justo, 106-104.

La gasolina, sin embargo, no dio para más. El séptimo partido fue otra paliza inmisericorde, igual que todos los jugados en el Boston Garden esta eliminatoria. Larry Bird estuvo en otro plano cósmico, sumando un triple-doble con 39 puntos, 12 rebotes y 10 asistencias. Y no estaba solo: Dennis Johnson demostró estar recuperado al anotar siete puntos en los tres primeros minutos y terminar con 21 puntos y 6 asistencias, y Robert Parish se fue a los 22 puntos y 11 rebotes (10/14 en tiros de campo). Mientras, Bernard King no lograba escapar de la defensa de Maxwell: sólo anotó dos tiros libres en el primer cuarto, en el que los Celtics tuvieron un 56% de tiro frente al 37% de los Knicks. King solamente anotó 9 puntos en la primera mitad con 2/9 en tiros, y solamente al final pudo maquillar estadísticas para terminar con 24 puntos. Con Ray Williams desaparecido una vez más, sólo Rory Sparrow y “Truck” Robinson intentaron mantener el tipo; fue el único buen partido de Robinson en playoffs, con 16 puntos y 9 rebotes sumados en su mayoría al principio, cuando aún había partido.

Aún así, solamente pudieron empatar el partido 20-20; de ahí en adelante Larry Bird se hizo dueño y señor con un parcial de 16-6 que dejó la contienda zanjada justo al terminar el primer cuarto. Para culminar una eliminatoria presidida por las controversias, los cánticos obscenos y los insultos entre ambos equipos, antes de empezar el segundo cuarto la megafonía del Garden anunció: “Rogamos al conductor del autobús de los Knicks se presente en la salida Este, por favor”.

La eliminatoria había terminado, pero más allá de las burlas y los insultos los Knicks habían logrado inspirar un nuevo tipo de respeto. Larry Bird declararía posteriormente que lo mejor de ese partido fue la certeza de no tener que volver a enfrentarse a Bernard King en lo que quedaba de temporada, después de lo que calificó la mayor exhibición ofensiva en una ronda de playoffs que había visto.

Fue su momento de gloria.

Temporada 1983-1984: The Way We Were.

La plantilla:

PG: Rory Sparrow / Darrell Walker.
SG: Ray Williams / Trent Tucker.
SF: Bernard King / Ernie Grunfeld.
PF: “Truck” Robinson / Louis Orr.
C: Bill Cartwright / Marvin Webster.
Toalla: Eric Fernsten, Len Elmore.

Con Sparrow y el retornado Williams establecidos en el backcourt titular, Hubie Brown estrechó ligeramente su rotación: Grunfeld fue jugando menos, ya que perdía minutos en el perímetro frente a Walker y Tucker, y como alero frente a Orr; pero sobre todo fueron aumentando los minutos de los titulares en general, y de Bernard King en particular.


Balance: 47 – 35 (57%). Playoffs: 2ª Ronda.


La temporada 83-84 supuso la cumbre del proyecto Hubie en los Knicks. El nuevo perímetro era mucho más atlético y agresivo gracias a Ray Williams y a un Darrell Walker que terminaría en el quinteto ideal de novatos después de una buena temporada: aunque no era un base creador clásico, no era eso lo que Hubie le pedía; a cambio era un defensor si no superlativo sí al menos incansable, y en ataque compensaba su mal tiro con un notable despliegue atlético remontando la línea de fondo o cargando el rebote. En cambio, la gran decepción fue “Truck” Robinson, cada vez menos implicado en el proyecto del equipo. La temporada empezó con Hubie pidiéndole que bloqueara el rebote y Robinson contestando “si te parece tan fácil, ven y hazlo tú”, y terminó con una serie de enfrentamientos en público con el jugador y el entrenador gritándose el uno al otro durante los tiempos muertos o las sustituciones. Pero todo ello no era más que relleno alrededor de la auténtica historia de esta temporada.

Arma virumque cano. Con Brown permitiendo una ligera relajación en el enlentecimiento del juego, Bernard King promedió 26.2 puntos por partido en temporada regular, con un brutal 57.2% en tiros de campo. Fue titular del All Star e incluído en el quinteto ideal de la NBA, y aún así todo eso fue un mojón pinchao en un palo comparado con su asalto a sangre y fuego de los playoffs.

Los Knicks se cruzaron en primera ronda con los Detroit Pistons de Chuck Daly, Isiah Thomas y Kelly Tripucka. Para desesperación de Hubie Brown, un descontrolado Ray Williams se dedicó a intentar convertirse en héroe tirándose hasta las zapatillas con escaso acierto, y para compensar “Truck” Robinson desapareció en ataque. Con el irregular Cartwright como único apoyo ofensivo, y siendo el resto de la plantilla jugadores estrictamente secundarios, todo quedaba en manos de un Bernard King que para colmo jugaría buena parte de los playoffs con dedos dislocados en ambas manos las dos.

“The Natural” se echó el equipo a las espaldas y, en una de las actuaciones individuales legendarias en playoffs, batió el récord de anotación en una serie a cinco partidos con un promedio de 44 puntos por partido. La serie se decidió en un último partido en Detroit, cuando Daly intentó aplastarlo con jugadores más grandes como Kent Benson o Ray Tolbert sin lograr impedir que Bernard King se marcara una exhibición de medias vueltas en suspensión, entradas con bote, alley-oops y mates en palmeos que a pesar de la heroica resistencia de Thomas y Tripucka terminó con los Pistons eliminados en la prórroga, 127-123.

¿El premio? Un cruce de segunda ronda contra los Boston Celtics.

Los Knicks de Hubie Brown.



Para imaginar a los Knicks de Hubie Brown solamente tienes que tomar a los Memphis Grizzlies de hace dos temporadas, y mezclarlos con los Ninjas de Fratello y los Celtics obsesivo-compulsivos de Pitino. No es casualidad que todos procedan de la “cantera” del Five Star Camp de Howie Garfinkle.

Con la llegada de Brown, el enfoque de los New York Knicks pegó un giro radical. Dos de los axiomas básicos de Hubie Brown han sido la construcción del equipo desde la defensa y el uso de plantillas amplias. De los recién llegados, Robinson, Orr y Sherod eran prácticamente especialistas defensivos. Grunfeld y Sparrow se dejaban la piel en el empeño, e incluso el rookie Trent Tucker era bastante mejor defensor de lo que tradicionalmente se le ha reconocido. Solamente Bernard King era a priori un defensor mediocre, pero incluso éste demostró tal nivel de implicación que era casi imposible la crítica.

El comienzo de la revolución fue el concepto de las dos unidades. Para aplicar su estilo, Brown necesitaba en todo momento jugadores frescos, libres del cansancio y de la acumulación de personales. Como consecuencia, los Knicks jugaban regularmente con dos unidades completas, siendo Bernard King el único de la plantilla que superaba los 30 minutos por partido (y se quedaba en 32; recordemos que poco antes Bernard King, “Truck” Robinson y Larry Bird habían liderado la liga en ese terreno). El quinteto suplente promediaba entre 18 y 25 minutos por partido.

La defensa presionante era la seña de identidad de estos nuevos Knicks. La base eran los traps y “dos contra uno” al jugador con balón, pero no se quedaban ahí: en cualquier momento el equipo amenazaba poner una presión a media cancha o incluso a toda cancha, o alternando con la presión individual al base rival para forzar la subida de balón con otros jugadores. El objetivo era frenar el ritmo del equipo rival, y vaya si lo conseguían. Como última línea de defensa por si el rival superaba la presión, el esquema de Hubie necesitaba de la intimidación interior; sin embargo, en ese área el equipo mostraba carencias preocupantes: a pesar de la mejora en sus números, Cartwright no era un buen taponador, y ninguno de los aleros cubría ese área. Marvin Webster sí que era un gran intimidador interior, pero no bastaba con un pívot suplente. Hubie Brown instituyó una “no layups rule”, según la cual los jugadores no debían conceder bandejas en ningún caso, sino cometer la personal con total indiferencia hacia la situación del partido. Aquellos que incumplían esta norma pronto se encontraban en el centro de un pequeño universo de dolor.

En ataque, Hubie Brown fue un pionero en eso que llaman “basket-control”: los jugadores eran instruidos en las posiciones específicas que debían ocupar en la cancha correspondientes a las órdenes que emanaban constantemente desde la banda. Brown fue uno de los primeros entrenadores que marcaba todas las jugadas en estático de su equipo, convirtiendo al base en un mero transmisor de la voluntad del entrenador. El entonces locutor Tommy Heinsohn, enemigo declarado de Hubie Brown desde que éste lanzó una serie de pildorazos contra “esos ex jugadores convertidos en entrenadores sin pasar por un período de aprendizaje” en clara referencia a KC Jones y el propio Heinsohn, se burlaba de la imagen de Hubie en la banda constantemente cantando números cual binguero enloquecido (“¡14!”, “¡5!”, “¡21!”) para marcar jugadas cuyas diferencias parecían cuánticas: todas culminaban en tiro de Bernard King. “Es el número de segundos que tienen sus compañeros para pasarle el balón”, se mofaba Heinsohn.

El baloncesto ofensivo de los Knicks era deliberado. Como complemento a la defensa presionante, el ataque se hacía lento, parsimonioso y elaborado, buscando una máxima efectividad de un mínimo de posesiones generalmente gracias a una media vuelta de Bill Cartwright o a uno cualquiera de los inagotables movimientos de Bernard King. Casi todos los indicadores ofensivos de los Knicks descendieron con respecto a la temporada anterior, pero los defensivos se dispararon. New York era el peor equipo anotador de la liga, pero también el mejor defensor.

También el más fascinante, al menos de momento. Tras las críticas iniciales, la todopoderosa prensa neoyorquina hubo de ceder al hipnotismo de este entrenador capaz de pasar horas explicando las claves de un partido cualquiera de fase regular, que llegaba armado de resmas de papel escrito detallando lo más abstruso, y que centraba su análisis en aspectos poco mencionados por aquel entonces, como porcentajes de tiro y pérdidas del rival, o algo llamado “estadísticas de esfuerzo”.

De momento.

Sexo, Mentiras y Topes Salariales.



En Marzo de 1983 la NBA y la asociación de jugadores entablan conversaciones en un clima de crisis bordeando el milenarismo histérico: la guerra salarial ABA-NBA y el fracaso del baloncesto en convertirse el “deporte de América” en los plazos previstos por el comisionado Larry O’Brien tienen a la NBA al borde de la ruina. Se habla abiertamente de cerrar varias franquicias y acogerse al seno protector de la Gulf & Western para capear el temporal. Además, los árbitros están en huelga y habrá que recurrir a sustitutos de bajo nivel y soportar piquetes hasta bien entrado Diciembre. En un ambiente no muy lejano al de un gobierno de concentración nacional y que terminará provocando la dimisión del comisionado y su sustitución por David Stern, propietarios y jugadores acuerdan un nuevo convenio laboral que cambiará para siempre las reglas de juego de la NBA: a cambio del compromiso de la liga de mantener a toda costa una plantilla de 253 jugadores, éstos aceptan el establecimiento de el tope salarial.

Solamente una franquicia votó en contra de dicho tope: los New York Knicks. Así que no le deis tanta caña a Isiah, niños, que no es culpa suya que los Knicks lleven el ritmo en la sangre.

La situación se hizo angustiosa para unos Knicks que tenían a cinco agentes libres (Sparrow, Sherod, Westphal, Williams, Webster) más una elección de primera ronda (Darrell Walker) por firmar. Para colmo, los Knicks intentaron pescar en el río revuelto que suponía que los Celtics estuvieran en ese mismo momento afrontando las renovaciones simultáneas de Larry Bird y Kevin McHale. Cuando los Knicks anunciaron su intención de hacerle una oferta a McHale, los Celtics contraatacaron haciendo que Sparrow, Williams y Webster firmaran unas “offer sheets” ($450.000 anuales por tres temporadas para Williams y Webster, $500.000 anuales por cuatro temporadas para Sparrow). Los Knicks no tuvieron más remedio que igualar la oferta para no ver desmantelada su rotación, y encima tuvieron que soportar el ridículo de ver cómo la liga aceptaba el concepto de “Bird rights” propuesto por los Celtics y que permitió a Boston renovar tanto al mencionado Larry Bird como a McHale por unas cantidades solamente superadas por Moses Malone, Jack Sikma y Julius Erving. Para colmo, asumir esas renovaciones obligó a la franquicia a renunciar a los derechos sobre Ed Sherod, lo cual no era problema, y... Paul Westphal, en lo que sería la primera gran controversia de estos Knicks.

A pesar de haber jugado solamente temporada y media en los Knicks, y en un papel secundario, Paul Westphal se había convertido en uno de los favoritos de la afición del Madison. Aportaba una clase y distinción que la franquicia casi había olvidado, y encima acababa de recibir el premio al “Comeback Player of the Year” después de jugar 82 partidos de titular con un tornillo sujetando su fractura de pie. El despido de este ejemplo de profesionalidad y sacrificio supuso el primer momento de divorcio entre la afición y el entrenador, porque además se atribuyó directamente a Hubie Brown.

Dave DeBusschere intentó aplacar los ánimos de los aficionados repitiendo una y otra vez “we have a game plan” para indicar que el equipo efectivamente tenía la intención de no darse por satisfecho y buscar reforzarse para cotas mayores. Sin embargo, no era eso lo que veían los fans. El único refuerzo auténtico que llegó fue el base novato Darrell Walker, elegido con el número 12 del draft y que resultaría ser el tipo de jugador intenso que encajaba perfectamente en el estilo Hubie.

Más que reforzarse, los Knicks parecían estarse debilitando: después de renovar a “Sly” Williams, el equipo descubrió que no se podía permitir mantenerlo y prácticamente se lo regaló a los Hawks. Cuando la marcha de Marvin Webster parecía un peligro real, habían fichado al pívot Len Elmore de los Nets a cambio de una segunda ronda; Elmore, un veterano de la ABA con una carrera normalita de suplente, no era precisamente el tipo de refuerzo que podía llevar a una franquicia al “siguiente nivel”. Encima, con la renovación de Webster su papel quedaba aún más reducido.

Prácticamente la única incorporación relevante fue el retorno del escolta Ray Williams. Williams había sido uno de los jugadores destacados durante la segunda etapa de Red Holzman en el equipo, promediando más de 20 puntos por partido, pero eventualmente fue traspasado a los Nets que tenían la idea de reconvertirlo en base. No cuajó, y terminó de vuelta en el Madison en un traspaso a tres bandas a cambio de Vince Taylor y una primera ronda para 1984 (Vern Fleming). Ray Williams era prácticamente un “combo guard” aunque prefería tirar a pasar y no era lo suficientemente creativo para ser un base-base, sí era un jugador completísimo capaz de subir el balón con soltura, driblar a quien hiciera falta, anotar el tiro exterior o aprovechar su privilegiado físico atlético para ayudar en el rebote, aplicarse en defensa o entrar a canasta ante rivales mucho más altos. Su único defecto era su tendencia a perder la concentración y con ella la selección de tiro: a pesar de que su mejor arma eran las penetraciones, con los años cada vez optaba más por la opción cómoda del tiro a media distancia; además, no terminaba de aceptar del todo su nuevo papel como tercera opción ofensiva por detrás de Bernard King y Bill Cartwright. Con todo, una buena incorporación.

No se puede decir lo mismo de Eric Fernsten, fichado para cerrar la plantilla como duodécimo hombre. Pívot blanquito con bigote de la escuela de pívots blanquitos con bigote de los de toda la vida, ostenta la sorprendente distinción de haber recibido notables alabanzas de Larry Bird durante su etapa en Celtics: según Bird, Fernsten era el “suplente definitivo”, un jugador al que directamente no le importaba no saltar a cancha pero que se dejaba la piel en los entrenamientos, convencido de que su trabajo era hacer sudar a los titulares para subir su rendimiento en los partidos gracias a unos buenos entrenos.

También sirven los que esperan, o eso dicen.

La Reconstrucción.





En el verano de 1982, Sonny Werblin se lanzó a la tarea de reconstruir la franquicia de arriba a abajo. Para empezar, a Eddie Donovan se lo ascendió a un puesto directivo como recompensa por los servicios prestados, pero al margen de la gestión deportiva del equipo. “Red” Holzman se retiró por segunda vez, pero esta vez con un homenaje apropiado a sus méritos que incluyó la retirada en su honor de una camiseta con el número 613 por las victorias sumadas en el equipo. Eso era también una forma de decir que no se volvería a recurrir a él para la victoria número 614, y que Holzman quedaba definitivamente en el pasado. Como sustitutos llegaron Dave DeBusschere, todo un clásico de la franquicia que se haría cargo del puesto de Vicepresidente Ejecutivo al Cargo de las Operaciones (con funciones de Mánager General en la práctica), y Hubie Brown, recién despedido por los Hawks y con un notable historial de reconstrucciones a sus espaldas.

La primera labor que afrontó esta nueva gerencia fue el próximo draft de la NBA. Los Knicks contaban con una elección de primera ronda y dos de segunda ronda (la suya orgánica más otra recibida de Atlanta a cambio de renunciar al derecho de tanteo sobre Mike “Stinger” Glenn un par de años antes). Con el nº 6 eligieron a Trent Tucker, un especialista tirador procedente de Minnesotta. En segunda ronda eligieron a Scott Hastings, un alapívot que se haría bastante más famoso por sus comentarios que por su juego (mítico su “papá, tengo miedo, creo que soy el mejor jugador de la plantilla” tras llegar a Miami en el draft de expansión), y Vince Taylor, un escolta que heredara el puesto de Jim Spanarkel en Duke. Ambos salieron del equipo antes de terminar la temporada.



A continuación, llegó la hora de deshacerse del peso muerto al fondo del banquillo rumbo a Europa. Mike Davis se vino a Barcelona, y Larry Demic, un alapívot banquillero total, firmó por la Benetton.



Como ya se ha mencionado, Toby Knight, Hollis Copeland y Campy Russell se retiraron debido a sus lesiones. Los veteranos Mike Newlin y Randy Smith fueron cortados, al igual que el pobre Reggie Carter. A Sly Williams, sin embargo, se lo renovó por un año más a razón de $200.000 después de que DeBusschere y Hubie decidieran darle una nueva oportunidad para volver al buen camino.

El auténtico trabajo de reconstrucción, sin embargo, era otro. Para empezar, Maurice Lucas fue traspasado a Phoenix a cambio del veterano alapívot Leonard “Truck” Robinson. Aunque Robinson era mayor que Lucas y sus mejores años quedaban atrás, se esperaba que aportara mayor solidez defensiva y espíritu de sacrificio. A continuación ficharon al agente libre Louis Orr a recomendación de Rick Pitino, nuevo asistente de Hubie Brown y que en su día lo reclutara para Syracuse (donde formó pareja con el indomable Roosevelt Bouie). Orr no era una estrella, pero sí un gran profesional y un alero muy valioso para la rotación, a pesar de que su apariencia desnutrida le granjeara apodos tales como “Ghandi” o “Biafra” por parte de los compañeros o la prensa. Como compensación, los Knicks tuvieron que entregar a Indiana una segunda ronda para 1983 (“Scooter” McCray).



Todo esto, sin embargo, quedó en un segundo plano por detrás del gran megatraspaso de este verano: Sugar Ray Richardson y una quinta ronda del draft a los Warriors a cambio del alero Bernard King, uno de los mayores anotadores de la NBA en estos momentos.



Para asegurar que el nuevo jugador franquicia del equipo se encontrara como en su casa, los Knicks ficharon al agente libre Ernie Grunfeld. Grunfeld era un escolta de ésos completitos, lentos pero con buen tiro, de los que se dejan la piel haciendo cualquier cosa que les diga el entrenador. Su valor, sin embargo, residía fundamentalmente en haber sido la otra mitad del “Ernie & Bernie Show” con Bernard King en la universidad de Tennessee.



Para redondear la plantilla, a mitad de temporada los Knicks mandaron a Scott Hastings a los Hawks a cambio de Rory Sparrow, un base que tras ser elegido en cuarta ronda del draft fue capaz de resucitar desde el cementerio de la CBA hasta convertirse en un titular más que potable de la NBA. Se alternó como base suplente con el rookie Ed Sherod.

La reconstrucción se había completado. La pregunta era, ¿funcionaría?

Temporada 1982-1983.


Balance: 44 – 38 (54%). Playoffs: 2ª Ronda.


Debido a esa enmienda constitucional que establece que a los Knicks nada les debe resultar fácil, Hubie Brown llegaba a New York precisamente en un momento en el que la Atlantic Division era seguramente la más dura de la NBA. Por lo pronto, incomparablemente más dura que la Central: increíblemente, los cinco equipos de la Atlantic terminaron por encima del 50%, y el último de la división (Washington) quedó a un solo partido del segundo equipo de la Central Division (Atlanta). Una única victoria de diferencia impidió el bochornoso resultado de que los cinco equipos de una división entraran en playoffs, y solamente el campeón de la otra.

La plantilla:

PG: Paul Westphal / Rory Sparrow / Ed Sherod.
SG: Trent Tucker / Ernie Grunfeld.
SF: Bernard King / “Sly” Williams.
PF: “Truck” Robinson / Louis Orr.
C: Bill Cartwright / Marvin Webster.

La era de Hubie Brown en los Knicks empezó desastrosamente, con una racha de siete derrotas consecutivas y en su mayoría auténticas palizas. El equipo pareció remontar con tres victorias seguidas, pero luego volvieron a perder cuatro consecutivas, luego ganaron dos, y perdieron tres, y... creo que ya os hacéis una idea. Poco a poco y de menos a más, el equipo fue adquiriendo solidez y estabilidad, hasta que por fin una racha de 8 victorias consecutivas en Marzo pusieron al equipo definitivamente por encima del 50% y encarrilaron la clasificación para playoffs.

El clásico partido del día de Navidad fue un apasionante Nets – Knicks que a la rivalidad local sumaba el interés en volver a ver el enfrentamiento entre los hermanos King. Como corresponde a la ocasión, el partido se jugó de poder a poder hasta el último segundo y más allá, ya que hubo prórroga (la tercera en los últimos cuatro partidos de los Knicks). Sin embargo, New York no pudo repetir el éxito de los partidos contra Boston y Milwaukee y los Nets se llevaron la victoria 112-110 gracias a los fallos en los tiros libres de Bernard King y Marvin Webster, y a un par de canastas decisivas de Darwin Cook, primero para enviar el partido a la prórroga a falta de nueve segundos y luego para poner por delante a los Nets en el último minuto del tiempo extra. Aunque fueron prácticamente los únicos puntos de Cook en el partido, sirven para representar a estos Nets que de la mano del rookie del año Buck Williams y con Larry Brown en el banquillo estaban en medio de una increíble racha de 11 victorias consecutivas.

Cuando ambos equipos se volvieron a enfrentar en la primera ronda de playoffs, las circunstancias habían tomado un giro dramático para unos Nets cuya magnífica temporada se vino abajo estrepitosamente en el último mes de competición. Primero su nueva estrella traída de los Warriors, Michael Ray Richardson, no solamente exhibió un rendimiento mediocre, sino que se vio implicado en una serie de rumores, noticias e informes filtrados a la prensa sobre su adicción a la cocaína. Pero eso no fue lo peor: a un par de semanas del final de la liga regular, la prensa publicó la sorprendente noticia de que Larry Brown estaba en tratos secretos con la universidad de Kansas para aceptar el puesto de entrenador, lo que obligó a Joe Taub, presidente y copropietario de los Nets, a exigir la dimisión fulminante de Brown y a tomar inmediatamente medidas legales solicitando una compensación económica. Además, Taub anunció su pronta dimisión efectiva al final de temporada, afirmando que el comportamiento de Larry Brown había destruido su confianza en el deporte. En medio de semejante maremágnum, el asistente Bill Blair terminó la temporada regular de mala manera con un balance de 2-4, lo cual era mala señal para el inminente playoff.

Efectivamente, lo que podía haber sido un emocionante reencuentro de los Knicks contra su antigua estrella, se convirtió en un paseo militar para éstos. Los New York Knicks ganaron cómodamente 118-197 el primer partido en las Medowlands, y en tomaron una ventaja de 25 puntos al descanso en el Madison. Los Nets aún tiraron de casta buscando la remontada imposible y llegaron a recortar la desventaja a sólo 5 puntos, pero fue el canto del cisne de un equipo desgarrado por la deserción de su entrenador. Los Knicks se plantaron en semifinales de conferencia.

Contra los Philadelphia 76ers. Los del Dr. J y Moses Malone, los del “Fo’ Fo’ Fo’”. Ugh. A pesar de todo lo que habían progresado, estos “nuevos Knicks” no estaban aún preparados para plantar cara a uno de los equipos más dominantes de la historia. Hubo ciertos destellos de esperanza en New York cuando corrió el rumor de que Malone podría perderse todo o parte del playoff debido a la tendinitis que arrastraba en sus rodillas, pero finalmente pudo saltar a cancha; y no sólo eso, sino que en estrecha asociación con Maurice Cheeks se fue a los 38 puntos y 17 rebotes para certificar la derrota de los Knicks 112-102. New York poco pudo hacer frente a eso, especialmente cuando Bernard King sufrió una recaída de su torcedura de tobillo y tuvo que perderse la segunda parte.


Moses Malone y Marvin Webster reeditaron sus enfrentamientos en la ABA.

Los Sixers se llevaron también el segundo partido 98-91 sin excesivas dificultades, pero de vuelta en el Madison los Knicks salieron decididos a plantar cara y a no caer sin luchar. En dos partidos competidos hasta el último suspiro, los Sixers completaron la “barrida” 4-0, pero teniendo que pelear hasta el último segundo y con unos marcadores de 107-105 y 105-102. Los Knicks se lo habían dejado todo sobre la cancha, pero simplemente no pudieron frenar a un inconmensurable Moses Malone que promedió 30 puntos y 15 rebotes en la eliminatoria.

En cualquier caso, el veredicto fue unánime: los Knicks habían resucitado.