Fin de la Mejora: 1985-86
Balance: 44-38 (53%). Playoffs: 2ª Ronda.
Curiosamente, a pesar de la evidente mejora de la plantilla con la llegada de Donaldson y Schrempf además del asentamiento de Harper y Perkins, el balance final fue el mismo del año anterior, poniendo fin así a la racha de la franquicia que había mejorado sus resultados cada temporada desde su creación. La razón de ello hay que buscarla una vez más en la defensa: en ataque el equipo mejoró sus números notablemente, gracias a que todo el quinteto titular estuvo por encima del 50% en tiros a la vez que Motta volvía a imprimir un ritmo veloz al juego del equipo que entre otras cosas convertía a los Mavericks en uno de los equipos que más faltas provocaban a los rivales y más tiros libres lanzaban. En defensa, sin embargo, se seguía sin poder evitar conceder muchos tiros fáciles y rebotes al rival, a pesar del “nuevo y mejorado” juego interior.
Pero si por algo se recuerda esta temporada es por el estallido definitivo del enfrentamiento entre Dick Motta y Mark Aguirre. La relación entre entrenador y jugador ya empezó con mal pie, debido a aquellas declaraciones de Motta tras el draft en las que anunciaba que iba a “domarlo como a un purasangre”. No es de extrañar que el jugador llegara al equipo entre asustado y ofendido por semejantes comentarios. Antes de terminar la primera temporada, la guerra entre ambos estaba ya declarada, y se mantendría de manera intermitente hasta... hasta la actualidad, en realidad: Aguirre se niega a hablar de Motta más allá de lo monosilábicamente imprescindible, mientras que Motta cuelga el teléfono sin despedirse cada vez que un periodista lo llama y menciona el nombre de Mark Aguirre.
Es difícil saber de quién fue la culpa en realidad, ya que ambas partes se esforzaron denodadamente por meter la pata más allá de lo razonable. Mark Aguirre evidenció durante toda su carrera una notable falta de disposición al trabajo y al sacrificio que desesperaba no solamente al entrenador sino incluso a sus compañeros. Dick Motta aprovechó su estrecha amistad con varios conocidos periodistas deportivos de Dallas para dedicarse a mandarle “recaditos” al jugador a través de la prensa, poniendo en duda su profesionalidad y su compromiso con la franquicia. Mark Aguirre respondió en la cancha, cuando después de una de sus mejores actuaciones para ganar un partido hizo un gesto obsceno dirigido a uno de los periodistas amigos de Motta, en lo que se interpretó correctamente como una velada indirecta dirigida al entrenador. Solamente el esfuerzo constante del propietario Donald Carter, que consideraba a Mark Aguirre como a un hijo y a Dick Motta como a un hermano (a pesar de la advertencia del GM Norm Sonju, que en su día le previno sobre establecer lazos afectivos demasiado estrechos con gente a la que un día podría tener que despedir o traspasar), logró mantener una especie de “paz armada” entre ambas partes.
Todo ello estalló definitivamente el 19 de Diciembre de 1985, cuando Mark Aguirre fue suspendido por un partido después de la victoria sobre los Hawks (120-108) por negarse a volver a la cancha tras haber sido sustituido. Mark Aguirre declaró que el motivo fue un incidente durante el segundo cuarto: Aguirre chocó con Dominique Wilkins, que terminó por el suelo; el juego siguió, pero Aguirre se detuvo para ayudar a Wilkins a levantarse, y como castigo Dick Motta lo envió al banquillo, de donde luego se negó a salir. “Dominique es amigo mío”, declaró, “y temí haberle hecho daño porque soy un joven bastante fuerte. Que me saquen del partido solamente por ayudar a alguien me confunde, y no puedo jugar bajo esas condiciones”. Dick Motta se limitó a declarar “dijo que no quería jugar, y yo no le suplico a nadie”. Más allá de la trascendencia de la jugada en sí, esta sanción a Aguirre marcó el principio del fin.
Las mejores noticias para los Mavs llegaron fuera de la regular season: el All Star de 1986 se celebró en Dallas, y fue un rotundo éxito. Tanto, que para muchos es el mejor All Star de la historia, superior al de Chicago’88. Mientras Spud Webb ganaba el concurso de mates, Dale Ellis perdió el desempate en la semifinal del concurso de triples, y Rolando Blackman jugó brillantemente el partido de las estrellas, con 12 puntos, 8 asistencias y 4 rebotes en 22 minutos.
Aún más importante, Brad Davis se quitó esos rizos dorados que le daban ese aire a querubín con bigote:
Antes y después.
En cualquier caso, los Mavs volvieron a plantarse en primera ronda con ventaja de campo, esta vez contra los Utah Jazz. Dallas ganó los dos primeros partidos con cierta comodidad, 101-93 y 113-106, gracias a su dominio del rebote y al bajo rendimiento de Thurl Bailey. Solamente Bobby Hansen y Mark Eaton intentaron ayudar a un Karl Malone que se vio demasiado solo, mientras que los Mavericks liderados por Aguirre y Blackman jugaban siempre en ventaja dentro de la zona y cargaban constantemente de personales a los hombres altos de los Jazz (que no andaban precisamente sobrados de banquillo). Los Jazz lograron evitar la barrida ganando el tercero en casa 100-98 gracias a un esfuerzo hercúleo del veterano Rickey Green, quizás su última gran contribución a la franquicia antes de ser superado y olvidado por John Stockton, pero la serie se cerró en el cuarto con un 117-113 para Dallas de la mano de un Sam Perkins intratable (29 y 12) y de un Brad Davis que salió del banquillo para marcarse un 5/5 en triples y sentenciar a unos Jazz aún demasiado cortos de efectivos para mayores empresas.
Curiosamente, a pesar de la evidente mejora de la plantilla con la llegada de Donaldson y Schrempf además del asentamiento de Harper y Perkins, el balance final fue el mismo del año anterior, poniendo fin así a la racha de la franquicia que había mejorado sus resultados cada temporada desde su creación. La razón de ello hay que buscarla una vez más en la defensa: en ataque el equipo mejoró sus números notablemente, gracias a que todo el quinteto titular estuvo por encima del 50% en tiros a la vez que Motta volvía a imprimir un ritmo veloz al juego del equipo que entre otras cosas convertía a los Mavericks en uno de los equipos que más faltas provocaban a los rivales y más tiros libres lanzaban. En defensa, sin embargo, se seguía sin poder evitar conceder muchos tiros fáciles y rebotes al rival, a pesar del “nuevo y mejorado” juego interior.
Pero si por algo se recuerda esta temporada es por el estallido definitivo del enfrentamiento entre Dick Motta y Mark Aguirre. La relación entre entrenador y jugador ya empezó con mal pie, debido a aquellas declaraciones de Motta tras el draft en las que anunciaba que iba a “domarlo como a un purasangre”. No es de extrañar que el jugador llegara al equipo entre asustado y ofendido por semejantes comentarios. Antes de terminar la primera temporada, la guerra entre ambos estaba ya declarada, y se mantendría de manera intermitente hasta... hasta la actualidad, en realidad: Aguirre se niega a hablar de Motta más allá de lo monosilábicamente imprescindible, mientras que Motta cuelga el teléfono sin despedirse cada vez que un periodista lo llama y menciona el nombre de Mark Aguirre.
Es difícil saber de quién fue la culpa en realidad, ya que ambas partes se esforzaron denodadamente por meter la pata más allá de lo razonable. Mark Aguirre evidenció durante toda su carrera una notable falta de disposición al trabajo y al sacrificio que desesperaba no solamente al entrenador sino incluso a sus compañeros. Dick Motta aprovechó su estrecha amistad con varios conocidos periodistas deportivos de Dallas para dedicarse a mandarle “recaditos” al jugador a través de la prensa, poniendo en duda su profesionalidad y su compromiso con la franquicia. Mark Aguirre respondió en la cancha, cuando después de una de sus mejores actuaciones para ganar un partido hizo un gesto obsceno dirigido a uno de los periodistas amigos de Motta, en lo que se interpretó correctamente como una velada indirecta dirigida al entrenador. Solamente el esfuerzo constante del propietario Donald Carter, que consideraba a Mark Aguirre como a un hijo y a Dick Motta como a un hermano (a pesar de la advertencia del GM Norm Sonju, que en su día le previno sobre establecer lazos afectivos demasiado estrechos con gente a la que un día podría tener que despedir o traspasar), logró mantener una especie de “paz armada” entre ambas partes.
Todo ello estalló definitivamente el 19 de Diciembre de 1985, cuando Mark Aguirre fue suspendido por un partido después de la victoria sobre los Hawks (120-108) por negarse a volver a la cancha tras haber sido sustituido. Mark Aguirre declaró que el motivo fue un incidente durante el segundo cuarto: Aguirre chocó con Dominique Wilkins, que terminó por el suelo; el juego siguió, pero Aguirre se detuvo para ayudar a Wilkins a levantarse, y como castigo Dick Motta lo envió al banquillo, de donde luego se negó a salir. “Dominique es amigo mío”, declaró, “y temí haberle hecho daño porque soy un joven bastante fuerte. Que me saquen del partido solamente por ayudar a alguien me confunde, y no puedo jugar bajo esas condiciones”. Dick Motta se limitó a declarar “dijo que no quería jugar, y yo no le suplico a nadie”. Más allá de la trascendencia de la jugada en sí, esta sanción a Aguirre marcó el principio del fin.
Las mejores noticias para los Mavs llegaron fuera de la regular season: el All Star de 1986 se celebró en Dallas, y fue un rotundo éxito. Tanto, que para muchos es el mejor All Star de la historia, superior al de Chicago’88. Mientras Spud Webb ganaba el concurso de mates, Dale Ellis perdió el desempate en la semifinal del concurso de triples, y Rolando Blackman jugó brillantemente el partido de las estrellas, con 12 puntos, 8 asistencias y 4 rebotes en 22 minutos.
Aún más importante, Brad Davis se quitó esos rizos dorados que le daban ese aire a querubín con bigote:
Antes y después.
En cualquier caso, los Mavs volvieron a plantarse en primera ronda con ventaja de campo, esta vez contra los Utah Jazz. Dallas ganó los dos primeros partidos con cierta comodidad, 101-93 y 113-106, gracias a su dominio del rebote y al bajo rendimiento de Thurl Bailey. Solamente Bobby Hansen y Mark Eaton intentaron ayudar a un Karl Malone que se vio demasiado solo, mientras que los Mavericks liderados por Aguirre y Blackman jugaban siempre en ventaja dentro de la zona y cargaban constantemente de personales a los hombres altos de los Jazz (que no andaban precisamente sobrados de banquillo). Los Jazz lograron evitar la barrida ganando el tercero en casa 100-98 gracias a un esfuerzo hercúleo del veterano Rickey Green, quizás su última gran contribución a la franquicia antes de ser superado y olvidado por John Stockton, pero la serie se cerró en el cuarto con un 117-113 para Dallas de la mano de un Sam Perkins intratable (29 y 12) y de un Brad Davis que salió del banquillo para marcarse un 5/5 en triples y sentenciar a unos Jazz aún demasiado cortos de efectivos para mayores empresas.
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