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Y en segunda ronda, otra vez los Lakers

El equipo de Los Ángeles había cambiado en estos dos años, aunque no lo pareciera. Kareem era dos años más viejo, McAdoo estaba en Philadelphia meditando una oferta que había recibido y preguntándose dónde estaba Milán, y lo había sustituido otro ilustre veterano como Maurice Lucas, quizás más corto de recursos ofensivos pero con músculo y mala leche de sobra. Por fuera, Byron Scott y sobre todo James Worthy habían alcanzado ya el nivel de estrellas que marcaría sus carreras; no es de extrañar que al terminar la temporada con la debacle ante los Rockets, Pat Riley decidiera cambiar el foco del equipo del juego interior al perímetro.

Algunas cosas, sin embargo, no cambian: una vez más, los Lakers se plantaron el cuarto partido en la Reunion Arena con una ventaja de 2-0, después de haber ganado los dos primeros en casa gracias a la superioridad en la zona de Kareem Abdul-Jabbar, que a pesar de los años y de la mejora interior de Dallas seguía haciendo lo que quería. El primero fue un paseo militar (130-116) gracias a un espantoso día en el tiro de todo el equipo de Dallas, mientras que el segundo fue un muy ajustado 117-113 en el que Mark Aguirre y Derek Harper estuvieron a punto de montarla bien montada hasta que Kareem lideró la remontada con 12 puntos en el último cuarto.

El tercer partido, sin embargo, fue el más notable de la serie: un partido competido de principio a fin en el que Mark Aguirre y Derek Harper tuvieron que compensar la mala actuación de Rolando Blackman y Sam Perkins mientras que Donaldson reboteaba como un poseso. Enfrente, “Magic” orquestaba un festival ofensivo basado en el clásico trío anotador de Lakers este año, Scott, Worthy y Jabbar. El partido se mantuvo con mínimas diferencias para uno u otro lado y se entró en el último minuto con ventaja de Lakers de tres puntos. Y ahí entró Derek Harper, empeñado en redimir su papel de villano dos años antes: a falta de 46 segundos para el final, Harper (que no había tirado ni un triple en todo el partido) anotó una canasta de tres para empatar el marcador. Apenas quince segundos después, sin embargo, Byron Scott anotó otro triple (también el primero de su serie) para devolver la ventaja de tres a Lakers. Blackman anotó una canasta rápida, y los Mavericks perdían de uno faltando 24 segundos y balón para Lakers. En esa situación, solamente cabía la falta inmediata: apenas sacaron, Rolando Blackman cometió personal sobre Michael Cooper... ¡que falló los dos tiros libres! Sam Perkins capturó el rebote y pidió tiempo muerto, con 20 segundos por jugar y uno abajo. Todos sabían lo que iba a pasar, y efectivamente la jugada terminó con un tiro de Mark Aguirre que, presionado por la defensa, quedó corto. Sin embargo, Perkins logró capturar el rebote ofensivo y sacar el balón al perímetro. Lo recibió Derek Harper y, en la venganza definitiva, clavó el triple que daba la victoria a Dallas 110-108 (aún sacaron de fondo Lakers quedando tres segundos, pero no lograron un tiro claro).

Los Mavericks empataron la eliminatoria en un cuarto partido en el que llevaron la delantera todo el tiempo pero que una feroz remontada liderada por Abdul-Jabbar en el último cuarto puso en serio peligro. Al final el tremendo partidazo de Mark Aguirre decantó la balanza para los locales 120-118.

De vuelta a Los Ángeles, el quinto partido fue otro de ésos jugados de poder a poder, “Magic” contra Blackman y Jabbar contra Aguirre, con muchísimos puntos pero cortas ventajas que al final se decantó del lado de Lakers gracias al poco acierto de Dallas en los tiros libres. Lakers se puso 3-2, y en el sexto encuentro remataron la eliminatoria con una holgura sorprendente considerando los enfrentamientos anteriores, 120-107 en un partido zanjado antes del descanso y en el que Lakers simplemente pasó por encima de los Mavericks (y Kurt Rambis sorprendentemente apalizó a Sam Perkins; Perkins acabó con 6 puntos y 2 rebotes mientras que Rambis se fue a unos estratosféricos 14 puntos, 6 rebotes y 3 robos).

Una vez más, los Lakers eliminaban a Dallas en segunda ronda con muchos más apuros de lo que parece a primera vista, y con cuatro partidos jugados a cara de perro y decididos por una o dos canastas. Ítem más, el juego de ambos equipos había sido espectacular, con anotaciones de 115 ó 120 puntos y porcentajes de tiro por encima del 50% por todas partes. Tras esta serie quedaba ya establecida la fama de Dallas Mavericks como modelo de crecimiento de una franquicia, y su equipo como dignísimo exponente del juego vistoso y rápido que caracterizaba a la Conferencia Oeste en general, y a sus archirrivales los Lakers en particular.

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