Tocando el Cielo con la Punta de los Dedos: 1987-88
Balance: 53-29 (65%). Playoffs: Final de Conferencia.
Hay cosas que por más baloncesto que viva uno, nunca llega a entender.
John MacLeod llega a Dallas, en parte como plato de segunda mesa ya que el candidato preferido era Don Nelson (aunque había sido despedido por Milwaukee el año anterior, aún cobraba su contrato y los Bucks no le autorizaron a aceptar la oferta de los Mavericks), inmediatamente ratifica al asistente Richie Adubato en su puesto y, cuando su anterior asistente en Phoenix (Al Bianchi) se marcha a los Knicks, contrata en su lugar al ínclito Gar Heard, el de los tiros sonoros. Hasta aquí, bien.
Lo sorprendente son las declaraciones de MacLeod sobre cuáles son sus planes para el equipo. La estrategia de John MacLeod en los Suns se había basado en un control estricto de las rotaciones y los minutos de cada jugador en cancha, y construyendo el juego desde la defensa y una atención secundaria al ataque, el cual se fundamentaba en el movimiento constante del balón y en la creencia de que disponer de varios exteriores polivalentes con manejo de balón era preferible a centrarse en un único director de juego total. Sin embargo, a su llegada a Dallas MacLeod anunció que su intención era reformar el juego de ataque de los Mavericks y desentenderse de la defensa que seguiría en manos de Adubato (que ciertamente había hecho un buen trabajo el año anterior); el equipo debía correr más (¿aún más?) y buscar dentro a James Donaldson (?) y a Sam Perkins, que según él era un jugador cuyo progreso constante era evidente.
Sinceramente, es difícil estar de acuerdo con esa valoración: los Dallas Mavericks de Dick Motta eran un equipo que vivía de su demoledor juego de ataque, y lo que necesitaban precisamente era mejorar la defensa; Donaldson no era ni entonces ni luego ni nunca una buena opción ofensiva, y Perkins mostraba ya un preocupante estancamiento que ya había hecho a algunos analistas sugerir la posibilidad de traspasarlo mientras su valor aún era alto para poner a Roy Tarpley de titular en su lugar.
Pero lo más grande es que se diría que ni siquiera el propio John MacLeod estaba de acuerdo con su valoración. Con él en el banquillo, los Dallas Mavericks enlentecieron notablemente su juego y se centraron sobre todo en la defensa; Donaldson desapareció totalmente del juego de ataque del equipo, y Sam Perkins completó su peor año hasta la fecha. Aún más, incluso lo que se podría haber anticipado como mejora más sustancial, la relación con Mark Aguirre, resultó una notable decepción: Mark Aguirre no entendía las rotaciones de MacLeod, MacLeod parecía dejar deliberadamente a Aguirre fuera del partido con demasiada frecuencia (particularmente durante la eliminatoria de playoffs contra Denver), y ninguno le tenía particular cariño al otro. Con un Derek Harper acusando la estrategia de “perímetro compartido” de su entrenador, la única noticia realmente buena fue el progreso de un Roy Tarpley arrollador que terminó elegido “Mejor Sexto Hombre”. Bueno, no del todo, ya que antes de empezar la temporada Tarpley tuvo que reconocer públicamente que estaba bajo tratamiento por su adicción al alcohol y las drogas. En fin.
Pese a todo, la temporada regular no fue ni mucho menos mala. “Impredecible” sería la palabra, desde la victoria contra los Jazz en el partido inaugural gracias a un triple en el último segundo hasta la derrota en Denver en la última semana de competición que los relegó al segundo puesto de la división. Las lesiones respetaron en general al equipo, a excepción de una torcedura de rodilla sufrida por Rolando Blackman en Enero cuando le cayó encima Allen Leavell. Tampoco hubo traspasos que obligaran a reconfigurar el equipo, lo más que se hizo fue discutir un posible traspaso de Detlef Schrempf a los Knicks a cambio de Bill Cartwright pero que no llegó a nada. Los Mavericks se negaron a dar permiso a los Sixers para hablar con Richie Adubato como posible sustituto de Matty Guokas. James Donaldson fue sancionado con un partido por pelearse con Mark West. Nada más. En lo que a novedades se refiere, calma chicha.
Y sin embargo, el equipo seguía siendo un enigma irritante, capaz de ganar de paliza una noche al más pintado y de perder el siguiente partido de forma lastimosa. Esto propició una famosa metedura de pata del comentarista de Lakers, que dijo en un partido que “probablemente Blackman sea sin duda el jugador más importante de este equipo”, lo que por lo menos deja claro que probablemente sin duda nadie sabía a qué carta quedarse con este equipo. Así, los Mavericks terminaron con 53 victorias, una marca notable, pero considerados unánimemente como firmes candidatos a un breve cameo en playoffs.
Pues no.
En primera ronda esperaban unos Rockets en plena tormenta, tras el traspaso de Sampson por Joe Barry Carroll y “Sleepy” Floyd, el enfrentamiento público entre Olajuwon y Bill Fitch, más el fichaje de World B. Free por si faltaba marcha en el vestuario. Los Mavericks se llevaron el primero en casa 120-110, en un partido que Dallas tenía ganado al descanso pero que igualó una remontada de Houston en el tercer cuarto y nos dio un último cuarto con un parcial de 43-37. Los ocho jugadores de Dallas que participaron terminaron con dobles dígitos, mientras que el mal partido de Carroll dejó demasiado solo a Olajuwon. Sin embargo, fueron los Rockets los que ganaron el segundo 119-108, recuperando así el factor cancha para volver a Houston con la serie empatada. De nuevo Carroll dio la de arena (o la de cal, la mala, vamos), pero unos inconmensurables Olajuwon (41 puntos y 26 rebotes) y “Sleepy” Floyd (42 puntos y 9 asistencias) destrozaron a unos Mavericks que se vinieron abajo en el último cuarto.
Sin embargo, la supuesta reacción de los Rockets se vino abajo estrepitosamente cuando Dallas ganó los dos partidos siguientes en Houston para cerrar la serie. El tercero fue un durísimo 93-92 a cara de perro donde por fin jugó muy bien Joe Barry Carroll pero el perímetro dio más pena que vergüenza, y el último fue un bochornoso 107-97 donde los Houston Rockets bajaron los brazos en la segunda parte para terminar así su temporada y la era Fitch en Houston, donde se llegaron a sacar a la venta pegatinas con el lema “Ditch Fitch” antes de que fuera despedido por la gerencia.
En segunda ronda esperaban los favoritos Denver Nuggets de Alex English, “Fat” Lever y Doug Moe. Qué pena que no nos pillara aún con Dick Motta en el banquillo, qué anotaciones habríamos podido ver. Eran los Nuggets un equipo muy parecido precisamente a aquellos primeros Mavericks, con un perímetro ultra anotador, un juego interior de carcajada y la defensa limitada a algunos especialistas suplentes (Hanzlik, Dunn, Cooper). Por tener, incluso tenían a Jay Vincent saliendo desde el banquillo como anotador interior. Sin embargo, la estrategia de usar a los rapidísimos Fat Lever y Michael Adams para presionar las líneas de pase del rival y en ataque ir con todo había funcionado muy bien esta temporada y se los consideraba un rival muy difícil en casa. Y tenían el factor cancha a favor.
El primer partido pareció respaldar ese análisis, ya que los Nuggets ganaron con mucha más holgura de la que indica el 126-115 final gracias al estratosférico cuasi-triple-doble de “Fat” Lever (30 puntos, 11 rebotes, 8 asistencias) y los 17 puntos de un Jay Vincent con ansias de venganza. Sin embargo, en el segundo partido saltó la sorpresa y Dallas obtuvo la victoria por 112 a 108, en un partido extraño que se decidió dentro de la zona entre Roy Tarpley (27 puntos y 12 rebotes), James Donaldson (14 y 13) y Danny Schayes (20 puntos y 10 rebotes). Mientras tanto, Mark Aguirre y Derek Harper no llegaban a dobles dígitos. El mundo al revés.
Denver pareció recuperar la iniciativa gracias a una remontada final que les permitió ganar el tercer partido en Dallas 107-105 y recuperar el factor cancha, pero el coste fue demasiado alto: “Fat” Lever se lesionó en la rodilla derecha y tuvo que someterse a cirugía artroscópica, perdiéndose lo que quedaba de eliminatoria y anticipando los problemas físicos que marcarían el prematuro final de su carrera.
Los Mavericks aprovecharon la oportunidad apalizaron 124-103 a los Nuggets. Mark Aguirre, que extrañamente había jugado pocos minutos y menos tiros en la serie hasta ahora, se soltó la melena y con la ayuda de Roy Tarpley dejó bien claro que a efectos prácticos la serie ya estaba acabada. Los Mavericks tomaron la delantera definitiva con un 110-106 en Denver, con otro partidazo de Mark Aguirre y a pesar de los 33 puntos de Danny Schayes, y cerraron la serie en casa con un 108-95 decidido en el último cuarto.
Una vez más, los Mavericks se veían las caras con Los Angeles Lakers, esta vez en la final de conferencia. Los Lakers tomaron las primeras ventajas con holgura, un cómodo 2-0 en casa (113-98 y 123-101) en unos partidos marcados por el acierto ofensivo, y en los que el quinteto titular de Lakers liderado por un Byron Scott en su momento más dulce se impuso claramente a los Mavericks a pesar de los puntos de Aguirre y los rebotes de Tarpley. Sin embargo, el factor cancha iba a pesar y mucho en la eliminatoria, pues de vuelta en Dallas los Mavs empataron 2-2 sin demasiado esfuerzo (106-94, 118-104) gracias a una ligera mejora en defensa y a la colaboración de Blackman y Harper al trabajo constante de los ya mencionados Mark Aguirre y Roy Tarpley.
Por no perder el ritmo, Lakers volvió a ganar en casa cómodamente para ponerse 3-2 (119-102), pero Dallas consiguió evitar el final prematuro de la serie con una apuradísima victoria en la que una pérdida de balón de Derek Harper cerca del final estuvo a punto de costarles el partido y recordó viejos fantasmas de eliminatorias anteriores. Sin embargo, los Mavericks lograron aguantar y se llevaron el triunfo 105-103 para mandar la serie al séptimo partido. En Los Angeles.
A pesar de la enorme expectación en Dallas, de que Aguirre por fin dio su nivel en un partido vital y de la gran actuación de James Donaldson (15 puntos y 14 rebotes), los Mavericks solamente aguantaron la primera parte. En el tercer cuarto, el triángulo mágico de “Magic”, Scott y Worthy puso a los Lakers por delante, y el amago de remontada de los Mavs cerca del final quedó en nada.
Los Dallas Mavericks se quedaron a un partido de las Finales de la NBA. Nunca volverían a estar tan cerca.
Hay cosas que por más baloncesto que viva uno, nunca llega a entender.
John MacLeod llega a Dallas, en parte como plato de segunda mesa ya que el candidato preferido era Don Nelson (aunque había sido despedido por Milwaukee el año anterior, aún cobraba su contrato y los Bucks no le autorizaron a aceptar la oferta de los Mavericks), inmediatamente ratifica al asistente Richie Adubato en su puesto y, cuando su anterior asistente en Phoenix (Al Bianchi) se marcha a los Knicks, contrata en su lugar al ínclito Gar Heard, el de los tiros sonoros. Hasta aquí, bien.
Lo sorprendente son las declaraciones de MacLeod sobre cuáles son sus planes para el equipo. La estrategia de John MacLeod en los Suns se había basado en un control estricto de las rotaciones y los minutos de cada jugador en cancha, y construyendo el juego desde la defensa y una atención secundaria al ataque, el cual se fundamentaba en el movimiento constante del balón y en la creencia de que disponer de varios exteriores polivalentes con manejo de balón era preferible a centrarse en un único director de juego total. Sin embargo, a su llegada a Dallas MacLeod anunció que su intención era reformar el juego de ataque de los Mavericks y desentenderse de la defensa que seguiría en manos de Adubato (que ciertamente había hecho un buen trabajo el año anterior); el equipo debía correr más (¿aún más?) y buscar dentro a James Donaldson (?) y a Sam Perkins, que según él era un jugador cuyo progreso constante era evidente.
Sinceramente, es difícil estar de acuerdo con esa valoración: los Dallas Mavericks de Dick Motta eran un equipo que vivía de su demoledor juego de ataque, y lo que necesitaban precisamente era mejorar la defensa; Donaldson no era ni entonces ni luego ni nunca una buena opción ofensiva, y Perkins mostraba ya un preocupante estancamiento que ya había hecho a algunos analistas sugerir la posibilidad de traspasarlo mientras su valor aún era alto para poner a Roy Tarpley de titular en su lugar.
Pero lo más grande es que se diría que ni siquiera el propio John MacLeod estaba de acuerdo con su valoración. Con él en el banquillo, los Dallas Mavericks enlentecieron notablemente su juego y se centraron sobre todo en la defensa; Donaldson desapareció totalmente del juego de ataque del equipo, y Sam Perkins completó su peor año hasta la fecha. Aún más, incluso lo que se podría haber anticipado como mejora más sustancial, la relación con Mark Aguirre, resultó una notable decepción: Mark Aguirre no entendía las rotaciones de MacLeod, MacLeod parecía dejar deliberadamente a Aguirre fuera del partido con demasiada frecuencia (particularmente durante la eliminatoria de playoffs contra Denver), y ninguno le tenía particular cariño al otro. Con un Derek Harper acusando la estrategia de “perímetro compartido” de su entrenador, la única noticia realmente buena fue el progreso de un Roy Tarpley arrollador que terminó elegido “Mejor Sexto Hombre”. Bueno, no del todo, ya que antes de empezar la temporada Tarpley tuvo que reconocer públicamente que estaba bajo tratamiento por su adicción al alcohol y las drogas. En fin.
Pese a todo, la temporada regular no fue ni mucho menos mala. “Impredecible” sería la palabra, desde la victoria contra los Jazz en el partido inaugural gracias a un triple en el último segundo hasta la derrota en Denver en la última semana de competición que los relegó al segundo puesto de la división. Las lesiones respetaron en general al equipo, a excepción de una torcedura de rodilla sufrida por Rolando Blackman en Enero cuando le cayó encima Allen Leavell. Tampoco hubo traspasos que obligaran a reconfigurar el equipo, lo más que se hizo fue discutir un posible traspaso de Detlef Schrempf a los Knicks a cambio de Bill Cartwright pero que no llegó a nada. Los Mavericks se negaron a dar permiso a los Sixers para hablar con Richie Adubato como posible sustituto de Matty Guokas. James Donaldson fue sancionado con un partido por pelearse con Mark West. Nada más. En lo que a novedades se refiere, calma chicha.
Y sin embargo, el equipo seguía siendo un enigma irritante, capaz de ganar de paliza una noche al más pintado y de perder el siguiente partido de forma lastimosa. Esto propició una famosa metedura de pata del comentarista de Lakers, que dijo en un partido que “probablemente Blackman sea sin duda el jugador más importante de este equipo”, lo que por lo menos deja claro que probablemente sin duda nadie sabía a qué carta quedarse con este equipo. Así, los Mavericks terminaron con 53 victorias, una marca notable, pero considerados unánimemente como firmes candidatos a un breve cameo en playoffs.
Pues no.
En primera ronda esperaban unos Rockets en plena tormenta, tras el traspaso de Sampson por Joe Barry Carroll y “Sleepy” Floyd, el enfrentamiento público entre Olajuwon y Bill Fitch, más el fichaje de World B. Free por si faltaba marcha en el vestuario. Los Mavericks se llevaron el primero en casa 120-110, en un partido que Dallas tenía ganado al descanso pero que igualó una remontada de Houston en el tercer cuarto y nos dio un último cuarto con un parcial de 43-37. Los ocho jugadores de Dallas que participaron terminaron con dobles dígitos, mientras que el mal partido de Carroll dejó demasiado solo a Olajuwon. Sin embargo, fueron los Rockets los que ganaron el segundo 119-108, recuperando así el factor cancha para volver a Houston con la serie empatada. De nuevo Carroll dio la de arena (o la de cal, la mala, vamos), pero unos inconmensurables Olajuwon (41 puntos y 26 rebotes) y “Sleepy” Floyd (42 puntos y 9 asistencias) destrozaron a unos Mavericks que se vinieron abajo en el último cuarto.
Sin embargo, la supuesta reacción de los Rockets se vino abajo estrepitosamente cuando Dallas ganó los dos partidos siguientes en Houston para cerrar la serie. El tercero fue un durísimo 93-92 a cara de perro donde por fin jugó muy bien Joe Barry Carroll pero el perímetro dio más pena que vergüenza, y el último fue un bochornoso 107-97 donde los Houston Rockets bajaron los brazos en la segunda parte para terminar así su temporada y la era Fitch en Houston, donde se llegaron a sacar a la venta pegatinas con el lema “Ditch Fitch” antes de que fuera despedido por la gerencia.
En segunda ronda esperaban los favoritos Denver Nuggets de Alex English, “Fat” Lever y Doug Moe. Qué pena que no nos pillara aún con Dick Motta en el banquillo, qué anotaciones habríamos podido ver. Eran los Nuggets un equipo muy parecido precisamente a aquellos primeros Mavericks, con un perímetro ultra anotador, un juego interior de carcajada y la defensa limitada a algunos especialistas suplentes (Hanzlik, Dunn, Cooper). Por tener, incluso tenían a Jay Vincent saliendo desde el banquillo como anotador interior. Sin embargo, la estrategia de usar a los rapidísimos Fat Lever y Michael Adams para presionar las líneas de pase del rival y en ataque ir con todo había funcionado muy bien esta temporada y se los consideraba un rival muy difícil en casa. Y tenían el factor cancha a favor.
El primer partido pareció respaldar ese análisis, ya que los Nuggets ganaron con mucha más holgura de la que indica el 126-115 final gracias al estratosférico cuasi-triple-doble de “Fat” Lever (30 puntos, 11 rebotes, 8 asistencias) y los 17 puntos de un Jay Vincent con ansias de venganza. Sin embargo, en el segundo partido saltó la sorpresa y Dallas obtuvo la victoria por 112 a 108, en un partido extraño que se decidió dentro de la zona entre Roy Tarpley (27 puntos y 12 rebotes), James Donaldson (14 y 13) y Danny Schayes (20 puntos y 10 rebotes). Mientras tanto, Mark Aguirre y Derek Harper no llegaban a dobles dígitos. El mundo al revés.
Denver pareció recuperar la iniciativa gracias a una remontada final que les permitió ganar el tercer partido en Dallas 107-105 y recuperar el factor cancha, pero el coste fue demasiado alto: “Fat” Lever se lesionó en la rodilla derecha y tuvo que someterse a cirugía artroscópica, perdiéndose lo que quedaba de eliminatoria y anticipando los problemas físicos que marcarían el prematuro final de su carrera.
Los Mavericks aprovecharon la oportunidad apalizaron 124-103 a los Nuggets. Mark Aguirre, que extrañamente había jugado pocos minutos y menos tiros en la serie hasta ahora, se soltó la melena y con la ayuda de Roy Tarpley dejó bien claro que a efectos prácticos la serie ya estaba acabada. Los Mavericks tomaron la delantera definitiva con un 110-106 en Denver, con otro partidazo de Mark Aguirre y a pesar de los 33 puntos de Danny Schayes, y cerraron la serie en casa con un 108-95 decidido en el último cuarto.
Una vez más, los Mavericks se veían las caras con Los Angeles Lakers, esta vez en la final de conferencia. Los Lakers tomaron las primeras ventajas con holgura, un cómodo 2-0 en casa (113-98 y 123-101) en unos partidos marcados por el acierto ofensivo, y en los que el quinteto titular de Lakers liderado por un Byron Scott en su momento más dulce se impuso claramente a los Mavericks a pesar de los puntos de Aguirre y los rebotes de Tarpley. Sin embargo, el factor cancha iba a pesar y mucho en la eliminatoria, pues de vuelta en Dallas los Mavs empataron 2-2 sin demasiado esfuerzo (106-94, 118-104) gracias a una ligera mejora en defensa y a la colaboración de Blackman y Harper al trabajo constante de los ya mencionados Mark Aguirre y Roy Tarpley.
Por no perder el ritmo, Lakers volvió a ganar en casa cómodamente para ponerse 3-2 (119-102), pero Dallas consiguió evitar el final prematuro de la serie con una apuradísima victoria en la que una pérdida de balón de Derek Harper cerca del final estuvo a punto de costarles el partido y recordó viejos fantasmas de eliminatorias anteriores. Sin embargo, los Mavericks lograron aguantar y se llevaron el triunfo 105-103 para mandar la serie al séptimo partido. En Los Angeles.
A pesar de la enorme expectación en Dallas, de que Aguirre por fin dio su nivel en un partido vital y de la gran actuación de James Donaldson (15 puntos y 14 rebotes), los Mavericks solamente aguantaron la primera parte. En el tercer cuarto, el triángulo mágico de “Magic”, Scott y Worthy puso a los Lakers por delante, y el amago de remontada de los Mavs cerca del final quedó en nada.
Los Dallas Mavericks se quedaron a un partido de las Finales de la NBA. Nunca volverían a estar tan cerca.
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Daniel Torres -