Reconstrucción, otra vez
En 1987 la franquicia de New York se encontraba otra vez con la necesidad de empezar de cero. Las necesidades empezaban por la propia gerencia, donde había que sustituir al entrenador interino Bob Hill y al GM Scotty Stirling. Además, el equipo necesitaba angustiosamente anotación, lo que se subdividía en mejores pases, mejor tiro y al menos un alero anotador explosivo. También necesitaban rebote, y sobre todo reorganizar la caótica situación contractual de la plantilla.
Por un lado, varios jugadores como Rory Sparrow o Trent Tucker habían terminado contrato y era necesario renovarlos, pero eso dejaba sin espacio salarial para firmar a la futura primera ronda del draft. Por otro, varios jugadores bajo contrato como Bill Cartwright o Jawann Oldham habían manifestado su deseo de salir del equipo, lo cual no era precisamente fácil considerando sus sueldos. Finalmente, jugadores como Pat Cummings o Louis Orr estaban en el último año de unos contratos que evidentemente no serían renovados, y temían no disponer de los minutos de juego suficientes para exhibirse por la liga y lograr que otro equipo les hiciera una oferta. Pero sobre todo el gran dilema de la temporada era la renovación de Bernard King, que había terminado contrato. ¿Se arriesgarían a confiar en su rodilla reconstruida, o dejarían ir al favorito de los aficionados que venía de dejarse la piel en una rehabilitación de dos años?
Lo primero es lo primero, y lo primero era el draft: sin tener aún estructura montada, los Knicks se vieron obligados a afrontar el draft, y lo cierto es que lo hicieron que sorprendente solvencia: en primera ronda eligieron a Mark Jackson, estrella local y gran pasador pero con fama de lento y mal tirador; en segunda ronda cogieron al pívot Ron Moore, que tras un periplo universitario decepcionante para su calidad, había perdido 15 kilos antes de su temporada senior y había demostrado cierta capacidad de rebote y anotación.
Una vez resuelto lo urgente, era la hora de lo importante.
El fichaje de Rick Pitino por los New York Knicks se terminó convirtiendo en un culebrón que rivalizó en cobertura informativa con la elección de Pat Ewing años antes, a pesar de que empezó con pocas pretensiones: se anunció que el acuerdo entre el entrenador de Providence y los Knicks era inminente. A priori, parecía una elección lógica. Un entrenador joven y agresivo, que había tomado dos programas dejados de la mano de dios y los había levantado hasta ponerlos entre los mejores del país, y que además ya conocía de cerca al equipo de su etapa como ayudante de Hubie Brown.
Las cosas, sin embargo, se torcieron a partir de ahí con dos anuncios casi simultáneos: por una parte, se publicó que Pitino había viajado a Phoenix para recibir una oferta de los Suns, y por otra se publicó que los Knicks estaban en contactos con Don Nelson, recién despedido por los Bucks. Todo se fue complicando a partir de ahí; Pitino afirmó más tarde que nunca tuvo intenciones reales de fichar por los Suns pero que se había comprometido a visitarles y no podía echarse atrás (“fue sin querer queriendo” y tal), aunque muy probablemente ambas partes intentaban meterse presión para la negociación. Rick Pitino pretendía concentrar las funciones de entrenador y Mánager General (como lograra años después en Boston, donde todos aprendimos una valiosa lección igual que en un episodio de Blossom), pero los Knicks no estaban preparados para comprometerse hasta ese punto. Pitino puso la fecha tope del 1 de Mayo para la resolución del caso, y ante la falta de oferta de New York firmó una renovación de cinco años con su universidad.
Por su lado, el “caso Nelson” tenía vida propia en los papeles, ya que el propietario de la franquicia de Milwaukee no le dio permiso para hablar con los de New York (Nelson seguía cobrando sus años de contrato y una cláusula lo ataba). Los Knicks contraatacaron diciendo que la cláusula solamente le prohibía aceptar el puesto de entrenador pero no el de GM. Los Bucks exigieron una compensación no económica, y el tira y afloja terminó con Don Nelson convertido en nuevo entrenador… de los Golden State Warriors.
Luego sonaron varios nombres más, como los de Doug Moe (otro atado por una cláusula al que se mencionó como posible GM) y John MacLeod, pero el que tuvo más posibilidades tras Nelson fue Jimmy Rodgers, asistente de Boston. Los Celtics frenaron en seco estas negociaciones al exigir una segunda ronda del draft como compensación.
No les fue mejor con los Mánagers: pensaron tener atado a Jack McClosky, de los Pistons, pero en el último momento éste anunció que prefería renovar con Detroit. Esto les costó también su candidato nº 2, Dave Checketts, que se retiró del “mercado” al enterarse de lo de McClosky (los Knicks le habían prometido comunicarle si aparecía algún otro candidato). Como os podéis imaginar, la prensa neoyorquina tuvo material de sobra para burlarse de la incapacidad de la franquicia para lograr atraer a alguno de sus candidatos.
Finalmente, y con cierta sorpresa, los Knicks anunciaron la contratación de Al Bianchi, un veterano curtido en mil batallas de la NBA (ex jugador, ex entrenador, ex asistente, ex directivo, etc) que había estado de entrenador asistente en los Suns y poseía una inmejorable reputación de no asustarse ante nada ni nadie.
Siento la pinta, es que estoy en la ABA.
El primer trabajo de Al Bianchi era, lógicamente, conseguir un entrenador. Bianchi decidió volver a la primera casilla y considerar que si Rick Pitino había sido el candidato ideal al comienzo, aún debía serlo. Los Knicks hicieron por fin una oferta firme a Pitino, y tras obtener la aprobación de su Universidad, éste aceptó.
Ya tenían jefes. ¿Tendrían equipo?
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