Muchos habrán visto el llamado “Greatest Game Ever”, o al menos habrán oído hablar de él. Quinto partido de la final de 1976, Suns en Boston, tres prórrogas. Como consecuencia inevitable de la longitud extrema de ese partido sumada a una actuación arbitral objeto de numerosas críticas durante la serie, ese partido se decide sin la presencia en cancha de varios de los jugadores fundamentales de cada equipo: Charlie Scott, Paul Silas y David Cowens de los Celtics; Alvan Adams, Dennis Awtrey y el lesionado Keith Ericksson por los Suns. Cuando finalmente se da por acabado el partido con la victoria de los Celtics, ésta se debe en buena parte a las contribuciones de los suplentes de Boston, algunos de ellos jugadores absolutamente marginales que tuvieron su breve ventana de gloria antes de que el destino inexorable se apoderara de ellos a lo largo de los dos años siguientes. Cortas las carreras y breves los minutos, nombres definidos por el entrenador Tommy Heinsohn como “jugadores como Glenn McDonald, que no conseguirían fichar por ningún otro equipo después de salir de los Celtics pero que a nosotros nos ayudaban a ganar un título”.
Fueron objeto de la atención pública durante un momento, y luego salieron de ella por la puerta de atrás para volver a su lugar entre las sombras. Éste es su recuerdo.
Fueron objeto de la atención pública durante un momento, y luego salieron de ella por la puerta de atrás para volver a su lugar entre las sombras. Éste es su recuerdo.
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