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Mis Fantasmas Favoritos

El juego de equipo



En el primer episodio de la famosa serie “Chócala!!!”, Pedro Barthe afirma que una de las novedades introducidas por los Original Celtics en el baloncesto es el bote sin mirar, realizado por “Dutch” Wohlfart, llamado “el driblador ciego”. Sin embargo, resulta difícil creer que esto fuera una innovación tan tardía, y de hecho según la poca información que he podido encontrar sobre el tema “Dutch” Wohlfart se ganó la fama como “The Blind Dribbler” jugando con el equipo de Trenton en 1900. Ésta es una de las pocas facetas del baloncesto moderno que no fue introducida o popularizada por los Original Celtics.

Aunque pueda parecer poco relacionado con el baloncesto, la principal innovación que permitió todos los demás desarrollos no se produjo dentro sino fuera de la cancha: el contrato anual exclusivo. Previamente, los jugadores eran contratados por partidos o para giras puntuales de pocos días; acudían solamente a los partidos, y constantemente cambiaban de equipo o sencillamente jugaban cada día con el que estuviera dispuesto a poner unos pocos billetes sobre la mesa. La empresa que Furey tenía en mente requería mayor control sobre su espectáculo, así que estableció contratos anuales ligando a los jugadores al equipo, estableciendo una remuneración digna (para la época) y un compromiso con el equipo. De esta manera, el equipo mantenía una plantilla fija todo el año (e incluso de año a año), y además de jugar siempre juntos también se podía entrenar regularmente y más en serio. Ésta fue la herramienta que permitió crear el baloncesto moderno de equipo.

En el mismo episodio de “Chócala!!!” se pudo ver la primera grabación de baloncesto, que es precisamente un entrenamiento de los Original Celtics, y ahí pudimos ver la base de su juego: el poste alto.

El juego al poste alto es anterior a los Celtics, y aparentemente procede de los tiempos en los que se jugaba en gimnasios con columnas. Los jugadores habituales pronto descubrieron la utilidad de esos pilares para “bloquear” a los defensores, y frecuentemente driblaban alrededor de los mismos para intentar que el rival entrara en franca intimidad física con el hormigón. De ahí a pensar en utilizar a algún compañero particularmente forzudo para el mismo cometido solamente hay un paso.

Sin embargo, fueron los Original Celtics los que expandieron y popularizaron las numerosas variantes de este juego, desde un día que se enfrentaron a un rival (dicen que Miami, yo prefiero pensar que Chattanooga) que tuvo la idea de colocar a un defensor constantemente en el centro de la zona a la altura del tiro libre, para entorpecer el ataque y sobre todo el contraataque. “Dutch” Dennert se ofreció para colocarse delante de ese jugador, de espaldas a canasta, y recibir el pase. El defensor rival intentaba rodearlo para robarle el balón, y Dennert solamente tenía que pivotar hacia el otro lado para la bandeja sin oposición.

La primera gran mejora de esta jugada básica se produjo con la llegada de Nat Holman. Holman, un base con increíble manejo de balón y visión de juego según las crónicas, enseñó a Dennert a dar un paso de recepción: al salir el pase, Dennert daba un paso hacia Holman para recibir el balón. Así, el defensor no tenía posibilidad de anticiparse y quedaba “sellado” a la espalda del corpulento pívot de los Original Celtics.

Pero el salto definitivo se produjo con la llegada al equipo de Joe Lapchick, más alto y atlético que Dennert, que ocupó el centro de la zona y desplazó al bueno de "Dutch" a las alas. Lapchick era un jugador de mucha más calidad y técnica que su antecesor, pero sobre todo tenía una habilidad inusual para un hombre alto: era un gran pasador. Esta característica suya permitió ampliar el abanico táctico de los Original Celtics, que empezaron a basar su juego en un pase a Lapchick en el centro de la zona, y cortes rápidos de los aleros hacia la canasta para recibir el pase y anotar la canasta fácil. Veamos, veamos.


Balón al pívot en la zona.


Corte de los dos exteriores.


Pase al jugador de la izquierda.


Bandejita fácil.

Con Lapchick asistiendo desde el poste alto fue como el velocísimo "Pretzel" Banks, llamado así porque su padre era panadero, se ganó su nuevo sobrenombre de "Flash" a base de anotar innumerables canastas.

No se vayan todavía, aún hay más. El baloncesto se juega en dos canastas, y las innovaciones de los Original Celtics no se limitaron al ataque o la anotación. Los Celtics son el primer equipo conocido que usaba defensas alternativas, es decir, que cambiaba de zona a hombre según las órdenes del entrenador o las circunstancias del partido. En el baloncesto de la época, era lo único que les faltaba ya a sus pobres rivales para prorrumpir en amargo llanto.

La Fiel Infantería: The South Philadelphia Hebrew Association.





Alguna vez alguien debería estudiar la influencia de los judíos en los inicios del baloncesto profesional. Empezando por ver si existe, por supuesto, más allá de la ejercida por otros grupos culturales de la América surgida de la emigración (como los irlandeses, por ejemplo). Lo que sí es innegable es su presencia: Abe Saperstein de los Globetrotters, Red Auerbach de los Celtics, Lester Harrison de los Royals, Ben Kerner de los Hawks, el comisionado Maurice Podoloff, “Pretzel” Banks de los Original Celtics, Max Zaslofski de los Stags, Abe Pollin, Red Holzman y Dolph Schayes, los árbitros Mendy Rudolph y Norm Drucker, y cinco jugadores de la plantilla original de los Knicks eran judíos. Es posible que sea una consecuencia de que el baloncesto crece alrededor de centros educativos o deportivos, y la mayoría de éstos pertenecen a organizaciones religiosas de uno u otro signo.

Los Sphas no están en el Hall of Fame, ni marcaron una época en el baloncesto, ni introdujeron variantes o innovaciones nunca vistas en el deporte. En otras palabras, no fueron unos Rens, ni unos Celtics, ni unos Globetrotters. Están aquí representando a “los demás”, a todos esos otros equipos profesionales de los años veinte y treinta formados por jugadores que robaban huecos a su jornada laboral, que cobraban por partido y cenaban changüises, que no se operaban cuando sufrían una lesión y que pasaron por todo ello sin dinero ni fama, solamente por el placer de jugar al baloncesto. Son los menos malos del resto, los gregarios de lujo, el grueso del pelotón. Son tú y yo.

El origen de los Sphas se remonta a 1918, cuando tres jóvenes judíos de Philadelphia (Eddie Gottlieb, Harry “Chicky” Passon y Hughie Black) que acababan de graduarse en el instituto decidieron crear un equipo amateur de baloncesto. Lógicamente, dada la época, se dirigieron al equivalente local de la YMCA, la YMHA (Young Men’s Hebrew Association; y no, no es coña). Durante tres años se fueron creando un nombre en la ciudad, hasta que en 1921 la YMHA les retiró su patrocinio. No hay problema, el equipo pronto consiguió un nuevo patrocinador, el club social South Philadelphia Hebrew Association. Cuando los uniformes que les compraron quedaron demasiado gastados para seguirlos usando, Chicky Passon abrió con ayuda de sus socios la que sería la tienda deportiva más famosa de Philadelphia y una de las más conocidas del país: Passon’s. Durante la mayor parte de la existencia del equipo, incluso mucho después de que se perdiera el vínculo original con la asociación, ése sería su nombre: Philadelphia SPHAs.



Los SPHAs formaron un conjunto poblado de buenos jugadores universitarios, judíos en casi su totalidad, y ganaron dos campeonatos consecutivos en la Philadelphia League. Cuando ésta se disolvió, los SPHAs se inscribieron en la Eastern League justo a tiempo de que esta prometedora liga también se disolviera. Harto ya de ligas que duraban menos que los rizos en la cabeza de Herreros, Eddie Gottlieb (a la sazón gerente, entrenador, administrador, ojeador, secretario técnico y tesorero del equipo) decidió jugar una serie de torneos contra los equipos más destacados del momento de la ABL y de la Metropolitan Basketball League de Nueva York. Enfrentándose a rivales como los Cleveland Rosemblums, Brooklyn Visitations, Original Celtics y New York Renaissance, los Sphas terminaron con un récord más que respetable: 9 victorias y solamente 2 derrotas, jugando como locales en el Philadelphia Broadwood Hotel Ballroom. En esta época aún jugaban frecuentemente en “jaulas”.



Las jaulas eran recintos cuadrangulares cerrados en los que no existía el “fuera” (el balón que rebotaba en la jaula seguía el juego) hechos en el mejor de los casos de cuerda, pero con demasiada frecuencia eran de alambre. Teóricamente estaban para proteger a los jugadores, pero los espectadores solían manifestar su animadversión por el equipo visitante mediante la aplicación tópica de cigarrillos encendidos o alfileres de sombrero, e incluso arrancándoles los vellos de las piernas a los jugadores. Claro que no eran los únicos, también los jugadores aprovechaban la jaula para estampar contra sus paredes a los rivales. Más aún, una de las razones por las que se abolió el salto entre dos después de canasta fue que el equipo que iba perdiendo aprovechaba la ocasión para liberar la agresividad contenida contra el árbitro (invariablemente casero) mediante un oportuno tropezón y bocadillo del árbitro entre el alambre de la jaula y el cuerpo de un jugador visitante.

Debido a que los Sphas hacían profesión militante de su religión, tuvieron que enfrentarse a los prejuicios e insultos de buena parte de la sociedad americana de la época, aunque en un grado mucho menor que los negros. Concretamente, sus archirivales eran los St. John’s Wonder Five, que participaron en diferentes ligas bajo los nombres de Brooklyn Jewels y Brooklyn Visitations; como buenos irlandeses, eran católicos y no tenían mucha simpatía por los judíos. Estos prejuicios eran aún más evidentes en los medios; Paul Gallico del New York Daily News pudo escribir: "the reason, I suspect, that basketball appeals to the Hebrew with his Oriental background, is that the game places a premium on an alert, scheming mind, flashy trickiness, artful dodging and general smart aleckness.” Cuando el escándalo de las apuestas arruinó el baloncesto universitario neoyorquino, el entrenador de Kentucky afirmó orgullosamente que su equipo estaba por encima de ese “escándalo de negros y judíos” (subsiguientemente, se descubrió un escándalo de apuestas aún mayor que involucraba al equipo de Kentucky, pero ésa es otra historia).



En 1929 la Eastern League volvió brevemente a la vida durante cuatro temporadas, y los Sphas no solamente se encuadraron en ella sino que ganaron tres campeonatos. En 1933 fueron invitados a unirse a la ABL, y allí disfrutaron de sus años dorados con siete títulos y dos subcampeonatos entre 1933 y 1945. La ABL es una fuente inagotable de anécdotas curiosas, como el hecho de que jugaban tres tercios de quince minutos, o que Eddie Gottlieb volvió a vestirse de corto para un único partido en 1943, con más de cuarenta años a cuestas. Entre sus jugadores más destacados estuvieron Dave Banks (que luego jugaría en los Celtics), Cy Kasselman, Leo “Ace” Gottlieb y George Senesky. Aunque nunca tuvieron un hombre alto de la entidad física de un Joe Lapchick, “Tarzán” Cooper o George Mikan, los Sphas aprovechaban la movilidad de Moe Goldman para sacar al pívot rival de la zona y luego que los encarara en carrera.



En 1946 se fundó la BAA (que posteriormente sería la base de la NBA), y Eddie Gottlieb consiguió una franquicia en la nueva liga: los Philadelphia Warriors. Esta nueva liga y sus franquicias pronto fueron dejando a las demás competiciones y equipos en un segundo lugar; Gotty empezó a crearse su sobrenombre de “the Mogul” y a convertirse en uno de los cerebros de la nueva liga, y fue abandonando a sus viejos Sphas, hasta vendérselos a uno de sus ex jugadores, “Red” Klotz, en 1950.

Klotz se asoció con Abe Saperstein de los Globetrotters para realizar giras por todo el mundo. Le cambió el nombre al equipo para llamarlo “Washington Generals”, e irónicamente derrotaron a los Globetrotters en su primer enfrentamiento. Fue la primera de solamente cuatro victorias (en unos 7800 partidos), la última de las cuales tuvo lugar en 1971. “La gente nos miró como si hubiésemos matado a Papá Noel”, comentó posteriormente Klotz.

Finalmente, los Washington Generals se disolvieron en 1995. En ese momento eran el equipo profesional de baloncesto más antiguo del mundo. Aún hoy, cuando sale el nombre de los Generals en las entrevistas a alguno de los Globetrotters, se cuidan mucho de mencionarlos con respeto, y de recordar que hubo un tiempo en el que fue un gran equipo, uno de los mejores equipos del mundo. También hay una película en la que James Stewart es un payaso que una vez fue médico, y nos enseña que no hay indignidad o vergüenza en el mayor espectáculo del mundo.

Muchos habrán visto el llamado “Greatest Game Ever”, o al menos habrán oído hablar de él. Quinto partido de la final de 1976, Suns en Boston, tres prórrogas. Como consecuencia inevitable de la longitud extrema de ese partido sumada a una actuación arbitral objeto de numerosas críticas durante la serie, ese partido se decide sin la presencia en cancha de varios de los jugadores fundamentales de cada equipo: Charlie Scott, Paul Silas y David Cowens de los Celtics; Alvan Adams, Dennis Awtrey y el lesionado Keith Ericksson por los Suns. Cuando finalmente se da por acabado el partido con la victoria de los Celtics, ésta se debe en buena parte a las contribuciones de los suplentes de Boston, algunos de ellos jugadores absolutamente marginales que tuvieron su breve ventana de gloria antes de que el destino inexorable se apoderara de ellos a lo largo de los dos años siguientes. Cortas las carreras y breves los minutos, nombres definidos por el entrenador Tommy Heinsohn como “jugadores como Glenn McDonald, que no conseguirían fichar por ningún otro equipo después de salir de los Celtics pero que a nosotros nos ayudaban a ganar un título”.

Fueron objeto de la atención pública durante un momento, y luego salieron de ella por la puerta de atrás para volver a su lugar entre las sombras. Éste es su recuerdo.

El Campeonato Robado



Tommy Heinsohn lo ha admitido muchas veces: “we stole that one”. Los cruces parecieron seguir un camino marcado por los deseos del mismísimo Red Auerbach: en primera ronda, los impredecibles Braves de McAdoo eliminaron a los más temibles Sixers para que en segunda ronda los Celtics pudieran enfrentarse a Buffalo y no a Philadelphia, tal como deseaban (Boston estaba exento de jugar primera ronda al ser líder de conferencia); en el Oeste, los Milwaukee Bucks del MVP de esta temporada, Kareem Abdul-Jabbar, también caían en primera ronda. Los finalistas del año anterior, Washington Bullets y Golden State Warriors, eran eliminados antes de llegar a poder cruzarse con los Celtics, que tuvieron una cómoda final de conferencia frente a los Cleveland Cavaliers y se plantaron en la gran final contra los llamados “Cinderella” Suns. En pocas palabras, los rivales más peligrosos de los Celtics habían ido cayendo solos por su cuenta para dejarles los cruces más cómodos en cada ronda. A pedir de boca.

Claro que ahora había que rematar la faena ante los Phoenix Suns, también llamados “los Celtics del Oeste”. ¿Fácil? Nobody expects the Spanish Inquisition!

Los Místicos





A estas alturas, y anticipando sus angustias una década después, los Celtics eran un grandísimo quinteto titular complementado con unos suplentes de baratillo. La base del equipo era su potentísima pareja interior, formada por la estrella del equipo David Cowens y el poderoso reboteador Paul Silas. Formaban una pareja magníficamente conjuntada, aportando ambos intensidad y rebotes pero con Silas liberando a Cowens de lo más duro del trabajo sucio para que éste pudiera desplegar su mejor juego ofensivo. Ambos se habían convertido inmediatamente en iconos para la afición céltica, que veía reencarnarse en ellos los valores seculares de esfuerzo inagotable y trabajo en equipo para alcanzar el éxito individual y colectivo. Eran los nuevos Heinsohn y Russell después del negro paréntesis de Hank Finkel, y el anillo del 74 había sido su entrada en el olimpo céltico.

El perímetro no le iba a la zaga, con Jo Jo White como futuro depositario de la mística bostoniana ante la cercana (no tanto como parecía) retirada de Havlicek. White era un jugador muy completo, la estrella exterior de estos Celtics que recibiría su justa recompensa con el MVP de la Final. Charlie Scott, sin embargo, no llegó a calar nunca en el corazón de los aficionados locales. Quizás fue porque su llegada supuso la marcha de un “true Celtic” como Westphla, quizás porque su pasado como anotador desarbolado en la ABA hacía presagiar que sería un jugador egoísta más preocupado de la estadística que de la victoria. De nada sirvió que Scott se esforzara al límite para convertirse en el tipo de jugador que querían que fuera, y que sacrificara su anotación y su brillantez individual en pro del equipo; nunca fue realmente aceptado, y cuando un par de años después fue traspasado a los Lakers la sensación fue de que por fin un extraño se había ido de casa a encontrar su lugar entre esos uniformes dorado chillón. Charlie Scott no llegó a comprender qué había hecho mal, por qué no había llegado a tocar el núcleo del equipo, de la franquicia o de los aficionados; en cualquier caso, era sin duda otra de las estrellas de esta liga y su rendimiento en Boston fue sobresaliente.

El quinteto lo completaba el incombustible John Havlicek, al que nadie llamaba ya en el equipo “Hondo” sino un familiar “Cek” (si eras de “los de toda la vida”) o un respetuoso “Cap’n” (si eras de los nuevos). Aún All Star a sus 35 años, el equipo seguía basando buena parte de su juego en aprovechar la versatilidad del capitán, capaz de alternar las posiciones de 2-3-4. Sin embargo, una de las historias de esta final es la grave lesión sufrida por Havlicek durante la temporada regular, un desgarro en la fascia plantar imposible de curar sin un reposo absoluto que la falta de recambios hacía imposible. Como alternativa, el fisioterapeuta hubo de cargar a todas partes con una palangana color turquesa que llenaban de hielo para que metiera el pie antes de cada partido, una hora antes del comienzo y veinte minutos durante el descanso. Fue necesario retirarlo del quinteto titular para poder alargar así unos minutillos el tiempo destinado a entumecer completamente el pie, pero una vez que saltaba a cancha ya no volvía a sentarse para no enfriarse.

Como anécdota, la historia tal como la cuentan hoy los Boston Celtics es que se mantuvo en secreto la lesión para impedir que los rivales la aprovecharan, y que se consiguió evitar que Havlicek se perdiera ningún partido de playoffs. La realidad, sin embargo, es que Havlicek se perdió tres partidos (ninguno en la final) y que la lesión era lo bastante conocida como para que los narradores del 5º partido (Dick Stockton y Rick Barry) la comentaran abiertamente como algo bien sabido por los espectadores.

Teóricamente, Don Nelson era aún el sexto hombre del equipo, pero en su último año en activo se había visto relegado a un segundo plano en la rotación durante la temporada regular. En playoff, sin embargo, volvió a ser el sexto hombre y a jugar bastantes minutos por la lesión de Havlicek ya que Heinsohn prefería confiar en los veteranos, y una vez más respondió aportando puntos, circulación de balón y malas artes en defensa.

De ahí hasta el final, morralla. La rotación eran Stacom por fuera y Kuberski por dentro, con minutillos esporádicos para Ard al pívot o para McDonald si buscaban a un jugador más atlético; los rookies del equipo, Boswell y Anderson, solamente pisaban la cancha en caso de que el partido estuviera más allá de toda duda razonable.


Tryouts de principio de temporada.

Los de la Zapatilla de Cristal



Los Phoenix Suns eran un equipo joven prácticamente creado de la noche a la mañana: dos de sus titulares eran rookies, y otros dos habían llegado este año en traspasos. Las dos estrellas del equipo eran el Rookie del Año Alvan Adams y el combo-guard Paul Westphal. El éxito de Westphal en los Suns era particularmente doloroso para los Celtics: después de prepararlo lentamente para hacerse con la titularidad al estilo de los Joneses, un error en su contrato abrió la posibilidad a que pudiera abandonar el equipo, y ante ese riesgo la gerencia no tuvo más remedio que traspasarlo a los Suns a cambio de Charlie Scott (lo mismo pasaría al año siguiente con Paul Silas). Para más inri, gozando al fin de minutos se convirtió en una estrella de la liga, practicando precisamente lo que los puristas de Boston definían como “Celtic ball”.

Su compañero en el backcourt titular era el rookie Ricky Sobers, que progresaba a ojos vista, mientras que la línea más débil era la de los aleros: Curtis Perry era un jugador completo, buen defensor y reboteador que ya sabía lo que era jugar una final contra los Celtics (y perderla, con los Bucks en 1974); Gar Heard era un anotador de mucho talento que parecía siempre al borde del estrellato, pero su inconsistencia y su falta de defensa le impedirían llegar más lejos. Compensando tanta juventud, la rotación desde el banquillo iba sobradita de años: el “Original Sun” Dick Van Arsdale era el sexto hombre aprovechando su capacidad para rendir en cualquier puesto aunque ya no fuera una estrella, y la completaban el veterano escolta tirador Keith Ericksson por fuera, y el rocoso pívot Dennis Awtrey por dentro. Si necesitaban un base-base ocasionalmente recurrían a Phil Lumpkin, y alguna vez también salía el atlético alero Nate Hawthorne; pero éstos jugaban poco (y el resto, entre los que estaba un veteranísimo Pat Riley, nada). El entrenador era el que sería un clásico de la franquicia, John McLeod, con Al Bianchi de asistente.

Dramatis Personæ (o un alero rubio con bigote llevando el nº 33 y un tirador llamado Bird)



Steve “Bert” Kuberski: Ala-pívot, 2.03, 28 años.



Se autodefinía como ”designated starter”. Estaba en su segunda etapa en Boston, después de ser drafteado originalmente por los Celtics en la 4ª ronda de 1969. A pesar de partir de una ronda tan baja, Kuberski logró establecerse en el equipo como una especie de versión cutre de Don Nelson. Abandonó la franquicia rumbo a New Orleans en el draft de expansión de 1974, y luego fue traspasado a Buffalo donde lo cortaron al poco de empezar la temporada. Los Celtics lo repescaron cuando ningún otro equipo lo quería, y no contentos con ello lo hicieron titular. Así, como suena. Buscando tapar sus carencias de banquillo, el entrenador Tommy Heinsohn decidió sacar a Kuberski de falso titular y dejar a Paul Silas en el banquillo. Silas saltaba a cancha a los pocos minutos y permanecía ya en el partido hasta el final. A pesar de lo heterodoxo del plan y de la falta de entusiasmo de Silas, los resultados fueron inmejorables: de un 5-5 pasaron a un 19-11 al ganar 14 de los 16 partidos siguientes a su llegada. Este esquema hubo de variar en playoffs debido a la lesión de Havlicek: Kuberski seguía saliendo de titular, pero esta vez ocupando el puesto de “tres” junto a Paul Silas. Cuando Havlicek entraba en el partido, Kuberski era la rotación interior (moviendo a Havlicek a escolta o poniendo a Silas como “cinco”, según hiciera falta).

Como jugador, Steve Kuberski no era demasiado destacado. Sus principales virtudes eran un buen tirito de media y larga distancia (sobre todo pegado a la línea de fondo), la circulación de balón y el rebote ofensivo entrando en velocidad desde el perímetro. En defensa suplía su falta de aptitudes con la contundencia y agresividad, ya que sus escasos minutos de juego hacían irrelevante que se cargara de personales. Como se puede ver, su papel era muy similar al de Don Nelson en temporadas anteriores. Su número era originalmente el 11, pero cuando volvió lo encontró ocupado por Charlie Scott así que optó por el 33.

Kevin “the Bird” Stacom: Escolta, 1.90, 24 años.



Stacom se había convertido en un héroe local al llegar a la Final Four de 1973 con Providence. Elegido en segunda ronda, “el pájaro” se reconvirtió en especialista defensivo y limitó sus apariciones en ataque a las raras ocasiones en las que podía correr el contraataque. Stacom era un jugador más adecuado para el juego rápido y abierto de los Friars de Ernie D y no tanto para los Celtics, pero supo adaptarse y convertirse en un aceptable suplente de perímetro. No gozaba de más minutos porque Heinsohn prefería dar descanso a Scott o White pasando a Havlicek a “dos” y metiendo a un alero como Nelson o Kuberski, pero aún así jugaba casi todos los partidos. Su momento más memorable de la final vino cuando fue expulsado junto con Ricky Sobers por protagonizar una tremenda tangana en el tercer partido, algo no demasiado sorprendente en este jugador con fama de duro y físico.

Jim “Buzz” Ard: Pívot, 2.08, 27 años.



Jimmy Ard era el hombre alto suplente; normalmente, Heinsohn prefería meter a un falso pívot como Kuberski y jugar con cuatro “pequeños”, pero a veces consideraba necesario mantener una mayor presencia física y ponía en el partido a Ard, jugando indistintamente como “cuatro” o “cinco”. Jimmy Ard no era ningún dechado de técnica, sobre todo ofensiva, y tampoco era un pívot rápido del estilo que se estaban imponiendo en la NBA (Cowens, Adams, Abdul-Jabbar, Hayes etc), sus únicas virtudes eran su enorme físico, su defensa y su rebote. Tommy Heinsohn llevaba años animándolo a tirar cuando se viera solo, con la idea de evitar que la defensa le flotara descaradamente, pero los resultados eran irregulares: en ocasiones sacaba un ganchito medianamente efectivo, pero con más frecuencia intentaba tiros de 4 metros que no alcanzaban su objetivo. Como sus compañeros de banquillo, su departamento del juego era el descrito por el señor Miyagi (“dar cera, pulir cera”), aunque también era muy apreciado por su buen temperamento y sentido del humor.

Glenn McDonald: Alero, 1.95, 23 años.



Originalmente un primera ronda procedente de Long Beach State como Bob Gross (un gran equipo universitario que no pudo llegar lejos al estar “on probation”), McDonald fue un fracaso del mismo draft que Stacom. Se suponía que era un especialista defensivo con cierta capacidad anotadora que serviría para dar descanso a John Havlicek, pero su rendimiento fue ínfimo. En esta segunda campaña había entrenado lo más grande y se había trabajado un tirito en suspensión con cierto éxito, pero la verdad es que sus minutos llegaban más por la falta de algo mejor que por sus auténticos méritos. Empezó los playoffs enterrado en el fondo del banquillo, aunque poco a poco fue ganándose algún minutillo aquí o allí. En todo caso, no pasaba de décimo jugador.

Tom Boswell: Ala-pívot, 2.10, 21 años.



Tommy Heinsohn le puso el apodo “the Wizard of Boz”, porque alternaba breves destellos de su enorme calidad con largos períodos de la más absoluta mediocridad. Estaba considerado como el mejor jugador del equipo en términos de talento puro, pero jamás llegó a exhibirlo sobre la cancha con alguna consistencia. “Su problema de actitud es que no tiene actitud ninguna”, sentenciaría el entrenador, refiriéndose no tanto a una posible mala actitud como a una total carencia de competitividad, agresividad o siquiera interés real. Prácticamente no jugó en playoffs.

Jerome Anderson: Escolta, 1.95. 22 años.

Duodécimo jugador, procedente de West Virginia como “Hot Rod” Hundley, Jerry West y Rod Thorn. Ahí terminan las comparaciones.

 

 

Por cierto, durante la final los jugadores de los Celtics llevaban una cinta negra en el uniforme como señal de luto por el fallecimiento el verano de 1975 del propietario de la franquicia, Bob Schmertz. Su socio Irv Levin se hizo con el control, lo cual en esta final aún no sería demasiado problema pero que poco después del título llevaría a una serie de fichajes absurdos, al despido de Heinsohn como entrenador y a estar a punto de lograr que Auerbach aceptara una oferta de sus odiados Knicks.

Levin andaba metido en negocios cinematográficos, y las cámaras de televisión no son generosas con su intento de rejuvenecer su imagen estilo años 70.



Finalmente, Irv Levin completó el mayor traspaso de la historia al cambiar su franquicia por la de John Y. Brown, los Buffalo Braves a los que prontamente convirtió en los San Diego Clippers.

Las Series Finales





Antes del quinto partido, la serie sigue una serie de tendencias muy definidas: los Celtics ganan cómodamente los dos primeros partidos en casa, 98-87 y 105-90. En el primero los Suns aguantan mientras los Celtics acumulan pérdidas, pero cuando Cowens y White se ponen las pilas los barren, con la colaboración involuntaria de un desacertadísimo Paul Westphal que parece presa de los nervios. En el segundo partido, de nuevo los Suns aguantan solamente los embates iniciales hasta que entra en juego Havlicek, y entonces una defensa presionante de White y Scott en el perímetro permite a los Celtics arrollarlos saliendo al contraataque a pesar de la mejora en el juego de Westphal. La victoria es más holgada de lo que indica el marcador final, maquillado por los Suns en unos minutos de la basura que supondrán la única aparición en la final para más de un banquillero (Boswell, Anderson, el ínclito Riley).

Phoenix iguala la serie en el tercer y cuarto partido, 105-98 y 109-107. El tercer encuentro se vio marcado por la pelea y expulsión de Stacom y Sobers; en lo deportivo, los Suns adquirieron una amplia ventaja inicial que los Celtics fueron recortando gracias a las inesperadas aportaciones de Nelson o Kuberski, pero la eliminación de Cowens por faltas les impidió culminar la remontada. El cuarto partido se decidió prácticamente sobre la bocina después de ir igualados todo el partido; los Suns entraron con ventaja en los últimos minutos pero Don Nelson metió un par de pases al corte de Dave Cowens para ponerse a un punto quedando 50 segundos. Después de agotar el reloj todo lo posible, Ericksson falló el último tiro y los Celtics capturaron el rebote, pero Jo Jo White falló una suspensión de cinco metros desde el lado derecho de la cancha y los Suns empataron la eliminatoria.

La serie parecía estarse decidiendo por algunos factores bien definidos: Charlie Scott había sido eliminado por personales en los cuatro partidos disputados (y lo volvería a ser en el quinto), y en general se había perdido muchos minutos por las faltas. El factor cancha parecía decisivo para el resultado del duelo Scott – Westphal: ambos habían jugado mucho mejor como locales que como visitantes; eso se podía hacer extensivo a sus equipos. Los Celtics habían sufrido mucho para anotar sin Havlicek en cancha. Keith Ericksson estaba teniendo una serie horrorosa en el tiro, después de haber sido una de las causas fundamentales de la victoria sobre los Warriors en la Final de Conferencia.

A diferencia del presente, la actuación de los árbitros fue objeto de agrias discusiones y recriminaciones por parte de ambos equipos, y en particular por los entrenadores. Las expulsiones durante la pelea, las faltas de Scott, la eliminación de Cowens en el tercer partido etc. provocaron un cruce de declaraciones muy publicitado en los medios. Justamente antes del quinto partido, sin embargo, se produjo un cambio dramático que personalmente atribuyo a presiones desde la gerencia de la liga: en la presentación de dicho quinto partido, tanto las declaraciones de los entrenadores como los comentaristas intentan quitar hierro a sus manifestaciones anteriores y declaran su apoyo explícito a las actuaciones arbitrales. Lo cual viene bien, porque toda la razón que les había faltado respecto a los partidos anteriores les va a sobrar en éste.

Finalmente, el tema candente del momento es la jugada final del cuarto partido, en la que los Celtics tuvieron un último tiro para llevarse la victoria. ¿Por qué no pidieron tiempo muerto? ¿Debieron hacerlo, o era mejor intentar evitar que se montara la defensa? ¿Había tomado Jo Jo White la decisión correcta? ¿Fue un buen tiro? Durante la retransmisión, Rick Barry hará un medio intento de determinar si efectivamente White manifiesta un mayor acierto tirando desde el lado izquierdo que desde el lado derecho de la cancha: resultados no concluyentes.

What time is it?
Game time, ho!