Fueron objeto de la atención pública durante un momento, y luego salieron de ella por la puerta de atrás para volver a su lugar entre las sombras. Éste es su recuerdo.
Hasta Que Llegó Su Hora: Los otros Celtics del 76
Fueron objeto de la atención pública durante un momento, y luego salieron de ella por la puerta de atrás para volver a su lugar entre las sombras. Éste es su recuerdo.
El Campeonato Robado
Tommy Heinsohn lo ha admitido muchas veces: “we stole that one”. Los cruces parecieron seguir un camino marcado por los deseos del mismísimo Red Auerbach: en primera ronda, los impredecibles Braves de McAdoo eliminaron a los más temibles Sixers para que en segunda ronda los Celtics pudieran enfrentarse a Buffalo y no a Philadelphia, tal como deseaban (Boston estaba exento de jugar primera ronda al ser líder de conferencia); en el Oeste, los Milwaukee Bucks del MVP de esta temporada, Kareem Abdul-Jabbar, también caían en primera ronda. Los finalistas del año anterior, Washington Bullets y Golden State Warriors, eran eliminados antes de llegar a poder cruzarse con los Celtics, que tuvieron una cómoda final de conferencia frente a los Cleveland Cavaliers y se plantaron en la gran final contra los llamados “Cinderella” Suns. En pocas palabras, los rivales más peligrosos de los Celtics habían ido cayendo solos por su cuenta para dejarles los cruces más cómodos en cada ronda. A pedir de boca.
Claro que ahora había que rematar la faena ante los Phoenix Suns, también llamados “los Celtics del Oeste”. ¿Fácil? Nobody expects the Spanish Inquisition!
Los Místicos
A estas alturas, y anticipando sus angustias una década después, los Celtics eran un grandísimo quinteto titular complementado con unos suplentes de baratillo. La base del equipo era su potentísima pareja interior, formada por la estrella del equipo David Cowens y el poderoso reboteador Paul Silas. Formaban una pareja magníficamente conjuntada, aportando ambos intensidad y rebotes pero con Silas liberando a Cowens de lo más duro del trabajo sucio para que éste pudiera desplegar su mejor juego ofensivo. Ambos se habían convertido inmediatamente en iconos para la afición céltica, que veía reencarnarse en ellos los valores seculares de esfuerzo inagotable y trabajo en equipo para alcanzar el éxito individual y colectivo. Eran los nuevos Heinsohn y Russell después del negro paréntesis de Hank Finkel, y el anillo del 74 había sido su entrada en el olimpo céltico.
El perímetro no le iba a la zaga, con Jo Jo White como futuro depositario de la mística bostoniana ante la cercana (no tanto como parecía) retirada de Havlicek. White era un jugador muy completo, la estrella exterior de estos Celtics que recibiría su justa recompensa con el MVP de la Final. Charlie Scott, sin embargo, no llegó a calar nunca en el corazón de los aficionados locales. Quizás fue porque su llegada supuso la marcha de un “true Celtic” como Westphla, quizás porque su pasado como anotador desarbolado en la ABA hacía presagiar que sería un jugador egoísta más preocupado de la estadística que de la victoria. De nada sirvió que Scott se esforzara al límite para convertirse en el tipo de jugador que querían que fuera, y que sacrificara su anotación y su brillantez individual en pro del equipo; nunca fue realmente aceptado, y cuando un par de años después fue traspasado a los Lakers la sensación fue de que por fin un extraño se había ido de casa a encontrar su lugar entre esos uniformes dorado chillón. Charlie Scott no llegó a comprender qué había hecho mal, por qué no había llegado a tocar el núcleo del equipo, de la franquicia o de los aficionados; en cualquier caso, era sin duda otra de las estrellas de esta liga y su rendimiento en Boston fue sobresaliente.
El quinteto lo completaba el incombustible John Havlicek, al que nadie llamaba ya en el equipo “Hondo” sino un familiar “Cek” (si eras de “los de toda la vida”) o un respetuoso “Cap’n” (si eras de los nuevos). Aún All Star a sus 35 años, el equipo seguía basando buena parte de su juego en aprovechar la versatilidad del capitán, capaz de alternar las posiciones de 2-3-4. Sin embargo, una de las historias de esta final es la grave lesión sufrida por Havlicek durante la temporada regular, un desgarro en la fascia plantar imposible de curar sin un reposo absoluto que la falta de recambios hacía imposible. Como alternativa, el fisioterapeuta hubo de cargar a todas partes con una palangana color turquesa que llenaban de hielo para que metiera el pie antes de cada partido, una hora antes del comienzo y veinte minutos durante el descanso. Fue necesario retirarlo del quinteto titular para poder alargar así unos minutillos el tiempo destinado a entumecer completamente el pie, pero una vez que saltaba a cancha ya no volvía a sentarse para no enfriarse.
Como anécdota, la historia tal como la cuentan hoy los Boston Celtics es que se mantuvo en secreto la lesión para impedir que los rivales la aprovecharan, y que se consiguió evitar que Havlicek se perdiera ningún partido de playoffs. La realidad, sin embargo, es que Havlicek se perdió tres partidos (ninguno en la final) y que la lesión era lo bastante conocida como para que los narradores del 5º partido (Dick Stockton y Rick Barry) la comentaran abiertamente como algo bien sabido por los espectadores.
Teóricamente, Don Nelson era aún el sexto hombre del equipo, pero en su último año en activo se había visto relegado a un segundo plano en la rotación durante la temporada regular. En playoff, sin embargo, volvió a ser el sexto hombre y a jugar bastantes minutos por la lesión de Havlicek ya que Heinsohn prefería confiar en los veteranos, y una vez más respondió aportando puntos, circulación de balón y malas artes en defensa.
De ahí hasta el final, morralla. La rotación eran Stacom por fuera y Kuberski por dentro, con minutillos esporádicos para Ard al pívot o para McDonald si buscaban a un jugador más atlético; los rookies del equipo, Boswell y Anderson, solamente pisaban la cancha en caso de que el partido estuviera más allá de toda duda razonable.
Tryouts de principio de temporada.
Los de la Zapatilla de Cristal
Los Phoenix Suns eran un equipo joven prácticamente creado de la noche a la mañana: dos de sus titulares eran rookies, y otros dos habían llegado este año en traspasos. Las dos estrellas del equipo eran el Rookie del Año Alvan Adams y el combo-guard Paul Westphal. El éxito de Westphal en los Suns era particularmente doloroso para los Celtics: después de prepararlo lentamente para hacerse con la titularidad al estilo de los Joneses, un error en su contrato abrió la posibilidad a que pudiera abandonar el equipo, y ante ese riesgo la gerencia no tuvo más remedio que traspasarlo a los Suns a cambio de Charlie Scott (lo mismo pasaría al año siguiente con Paul Silas). Para más inri, gozando al fin de minutos se convirtió en una estrella de la liga, practicando precisamente lo que los puristas de Boston definían como “Celtic ball”.
Su compañero en el backcourt titular era el rookie Ricky Sobers, que progresaba a ojos vista, mientras que la línea más débil era la de los aleros: Curtis Perry era un jugador completo, buen defensor y reboteador que ya sabía lo que era jugar una final contra los Celtics (y perderla, con los Bucks en 1974); Gar Heard era un anotador de mucho talento que parecía siempre al borde del estrellato, pero su inconsistencia y su falta de defensa le impedirían llegar más lejos. Compensando tanta juventud, la rotación desde el banquillo iba sobradita de años: el “Original Sun” Dick Van Arsdale era el sexto hombre aprovechando su capacidad para rendir en cualquier puesto aunque ya no fuera una estrella, y la completaban el veterano escolta tirador Keith Ericksson por fuera, y el rocoso pívot Dennis Awtrey por dentro. Si necesitaban un base-base ocasionalmente recurrían a Phil Lumpkin, y alguna vez también salía el atlético alero Nate Hawthorne; pero éstos jugaban poco (y el resto, entre los que estaba un veteranísimo Pat Riley, nada). El entrenador era el que sería un clásico de la franquicia, John McLeod, con Al Bianchi de asistente.
Dramatis Personæ (o un alero rubio con bigote llevando el nº 33 y un tirador llamado Bird)
Steve “Bert” Kuberski: Ala-pívot, 2.03, 28 años.
Se autodefinía como ”designated starter”. Estaba en su segunda etapa en Boston, después de ser drafteado originalmente por los Celtics en la 4ª ronda de 1969. A pesar de partir de una ronda tan baja, Kuberski logró establecerse en el equipo como una especie de versión cutre de Don Nelson. Abandonó la franquicia rumbo a New Orleans en el draft de expansión de 1974, y luego fue traspasado a Buffalo donde lo cortaron al poco de empezar la temporada. Los Celtics lo repescaron cuando ningún otro equipo lo quería, y no contentos con ello lo hicieron titular. Así, como suena. Buscando tapar sus carencias de banquillo, el entrenador Tommy Heinsohn decidió sacar a Kuberski de falso titular y dejar a Paul Silas en el banquillo. Silas saltaba a cancha a los pocos minutos y permanecía ya en el partido hasta el final. A pesar de lo heterodoxo del plan y de la falta de entusiasmo de Silas, los resultados fueron inmejorables: de un 5-5 pasaron a un 19-11 al ganar 14 de los 16 partidos siguientes a su llegada. Este esquema hubo de variar en playoffs debido a la lesión de Havlicek: Kuberski seguía saliendo de titular, pero esta vez ocupando el puesto de “tres” junto a Paul Silas. Cuando Havlicek entraba en el partido, Kuberski era la rotación interior (moviendo a Havlicek a escolta o poniendo a Silas como “cinco”, según hiciera falta).
Como jugador, Steve Kuberski no era demasiado destacado. Sus principales virtudes eran un buen tirito de media y larga distancia (sobre todo pegado a la línea de fondo), la circulación de balón y el rebote ofensivo entrando en velocidad desde el perímetro. En defensa suplía su falta de aptitudes con la contundencia y agresividad, ya que sus escasos minutos de juego hacían irrelevante que se cargara de personales. Como se puede ver, su papel era muy similar al de Don Nelson en temporadas anteriores. Su número era originalmente el 11, pero cuando volvió lo encontró ocupado por Charlie Scott así que optó por el 33.
Kevin “the Bird” Stacom: Escolta, 1.90, 24 años.
Stacom se había convertido en un héroe local al llegar a la Final Four de 1973 con Providence. Elegido en segunda ronda, “el pájaro” se reconvirtió en especialista defensivo y limitó sus apariciones en ataque a las raras ocasiones en las que podía correr el contraataque. Stacom era un jugador más adecuado para el juego rápido y abierto de los Friars de Ernie D y no tanto para los Celtics, pero supo adaptarse y convertirse en un aceptable suplente de perímetro. No gozaba de más minutos porque Heinsohn prefería dar descanso a Scott o White pasando a Havlicek a “dos” y metiendo a un alero como Nelson o Kuberski, pero aún así jugaba casi todos los partidos. Su momento más memorable de la final vino cuando fue expulsado junto con Ricky Sobers por protagonizar una tremenda tangana en el tercer partido, algo no demasiado sorprendente en este jugador con fama de duro y físico.
Jim “Buzz” Ard: Pívot, 2.08, 27 años.
Jimmy Ard era el hombre alto suplente; normalmente, Heinsohn prefería meter a un falso pívot como Kuberski y jugar con cuatro “pequeños”, pero a veces consideraba necesario mantener una mayor presencia física y ponía en el partido a Ard, jugando indistintamente como “cuatro” o “cinco”. Jimmy Ard no era ningún dechado de técnica, sobre todo ofensiva, y tampoco era un pívot rápido del estilo que se estaban imponiendo en la NBA (Cowens, Adams, Abdul-Jabbar, Hayes etc), sus únicas virtudes eran su enorme físico, su defensa y su rebote. Tommy Heinsohn llevaba años animándolo a tirar cuando se viera solo, con la idea de evitar que la defensa le flotara descaradamente, pero los resultados eran irregulares: en ocasiones sacaba un ganchito medianamente efectivo, pero con más frecuencia intentaba tiros de 4 metros que no alcanzaban su objetivo. Como sus compañeros de banquillo, su departamento del juego era el descrito por el señor Miyagi (“dar cera, pulir cera”), aunque también era muy apreciado por su buen temperamento y sentido del humor.
Glenn McDonald: Alero, 1.95, 23 años.
Originalmente un primera ronda procedente de Long Beach State como Bob Gross (un gran equipo universitario que no pudo llegar lejos al estar “on probation”), McDonald fue un fracaso del mismo draft que Stacom. Se suponía que era un especialista defensivo con cierta capacidad anotadora que serviría para dar descanso a John Havlicek, pero su rendimiento fue ínfimo. En esta segunda campaña había entrenado lo más grande y se había trabajado un tirito en suspensión con cierto éxito, pero la verdad es que sus minutos llegaban más por la falta de algo mejor que por sus auténticos méritos. Empezó los playoffs enterrado en el fondo del banquillo, aunque poco a poco fue ganándose algún minutillo aquí o allí. En todo caso, no pasaba de décimo jugador.
Tom Boswell: Ala-pívot, 2.10, 21 años.
Tommy Heinsohn le puso el apodo “the Wizard of Boz”, porque alternaba breves destellos de su enorme calidad con largos períodos de la más absoluta mediocridad. Estaba considerado como el mejor jugador del equipo en términos de talento puro, pero jamás llegó a exhibirlo sobre la cancha con alguna consistencia. “Su problema de actitud es que no tiene actitud ninguna”, sentenciaría el entrenador, refiriéndose no tanto a una posible mala actitud como a una total carencia de competitividad, agresividad o siquiera interés real. Prácticamente no jugó en playoffs.
Jerome Anderson: Escolta, 1.95. 22 años.
Duodécimo jugador, procedente de West Virginia como “Hot Rod” Hundley, Jerry West y Rod Thorn. Ahí terminan las comparaciones.
Por cierto, durante la final los jugadores de los Celtics llevaban una cinta negra en el uniforme como señal de luto por el fallecimiento el verano de 1975 del propietario de la franquicia, Bob Schmertz. Su socio Irv Levin se hizo con el control, lo cual en esta final aún no sería demasiado problema pero que poco después del título llevaría a una serie de fichajes absurdos, al despido de Heinsohn como entrenador y a estar a punto de lograr que Auerbach aceptara una oferta de sus odiados Knicks.
Levin andaba metido en negocios cinematográficos, y las cámaras de televisión no son generosas con su intento de rejuvenecer su imagen estilo años 70.
Finalmente, Irv Levin completó el mayor traspaso de la historia al cambiar su franquicia por la de John Y. Brown, los Buffalo Braves a los que prontamente convirtió en los San Diego Clippers.
Las Series Finales
Antes del quinto partido, la serie sigue una serie de tendencias muy definidas: los Celtics ganan cómodamente los dos primeros partidos en casa, 98-87 y 105-90. En el primero los Suns aguantan mientras los Celtics acumulan pérdidas, pero cuando Cowens y White se ponen las pilas los barren, con la colaboración involuntaria de un desacertadísimo Paul Westphal que parece presa de los nervios. En el segundo partido, de nuevo los Suns aguantan solamente los embates iniciales hasta que entra en juego Havlicek, y entonces una defensa presionante de White y Scott en el perímetro permite a los Celtics arrollarlos saliendo al contraataque a pesar de la mejora en el juego de Westphal. La victoria es más holgada de lo que indica el marcador final, maquillado por los Suns en unos minutos de la basura que supondrán la única aparición en la final para más de un banquillero (Boswell, Anderson, el ínclito Riley).
Phoenix iguala la serie en el tercer y cuarto partido, 105-98 y 109-107. El tercer encuentro se vio marcado por la pelea y expulsión de Stacom y Sobers; en lo deportivo, los Suns adquirieron una amplia ventaja inicial que los Celtics fueron recortando gracias a las inesperadas aportaciones de Nelson o Kuberski, pero la eliminación de Cowens por faltas les impidió culminar la remontada. El cuarto partido se decidió prácticamente sobre la bocina después de ir igualados todo el partido; los Suns entraron con ventaja en los últimos minutos pero Don Nelson metió un par de pases al corte de Dave Cowens para ponerse a un punto quedando 50 segundos. Después de agotar el reloj todo lo posible, Ericksson falló el último tiro y los Celtics capturaron el rebote, pero Jo Jo White falló una suspensión de cinco metros desde el lado derecho de la cancha y los Suns empataron la eliminatoria.
La serie parecía estarse decidiendo por algunos factores bien definidos: Charlie Scott había sido eliminado por personales en los cuatro partidos disputados (y lo volvería a ser en el quinto), y en general se había perdido muchos minutos por las faltas. El factor cancha parecía decisivo para el resultado del duelo Scott – Westphal: ambos habían jugado mucho mejor como locales que como visitantes; eso se podía hacer extensivo a sus equipos. Los Celtics habían sufrido mucho para anotar sin Havlicek en cancha. Keith Ericksson estaba teniendo una serie horrorosa en el tiro, después de haber sido una de las causas fundamentales de la victoria sobre los Warriors en la Final de Conferencia.
A diferencia del presente, la actuación de los árbitros fue objeto de agrias discusiones y recriminaciones por parte de ambos equipos, y en particular por los entrenadores. Las expulsiones durante la pelea, las faltas de Scott, la eliminación de Cowens en el tercer partido etc. provocaron un cruce de declaraciones muy publicitado en los medios. Justamente antes del quinto partido, sin embargo, se produjo un cambio dramático que personalmente atribuyo a presiones desde la gerencia de la liga: en la presentación de dicho quinto partido, tanto las declaraciones de los entrenadores como los comentaristas intentan quitar hierro a sus manifestaciones anteriores y declaran su apoyo explícito a las actuaciones arbitrales. Lo cual viene bien, porque toda la razón que les había faltado respecto a los partidos anteriores les va a sobrar en éste.
Finalmente, el tema candente del momento es la jugada final del cuarto partido, en la que los Celtics tuvieron un último tiro para llevarse la victoria. ¿Por qué no pidieron tiempo muerto? ¿Debieron hacerlo, o era mejor intentar evitar que se montara la defensa? ¿Había tomado Jo Jo White la decisión correcta? ¿Fue un buen tiro? Durante la retransmisión, Rick Barry hará un medio intento de determinar si efectivamente White manifiesta un mayor acierto tirando desde el lado izquierdo que desde el lado derecho de la cancha: resultados no concluyentes.
What time is it?
Game time, ho!
La Cosa en Sí: Primera Parte.
¿Justifica el partido la consideración de “el más mejón”? Dejando aparte que ningún partido soportaría tales calificativos, creo que hay algunos partidos con más calidad y/o brillo para casi cualquier definición de tales conceptos. Sin embargo, sí es un buen partido; y no sólo por la emoción, sino por la partida de ajedrez en la que se enfrentan ambos entrenadores y su plasmación en la cancha por unos jugadores totalmente entregados. A pesar de la duración del partido, prácticamente en ningún momento decae el ritmo ni se pierde un buen nivel de juego.
La clave de la previa la tienen los entrenadores, que sin duda buscarán un cambio de enfoque: Los Boston Celtics buscarán corregir sus malos arranques de partido; los Phoenix Suns tienen que romper la supremacía del factor cancha.
La primera sorpresa se la apunta Heinsohn, otro de esos entrenadores célticos crónicamente minusvalorados: Havlicek salta en el quinteto inicial por primera vez en los playoffs. Con Silas y Cowens controlando los rebotes, Havlicek impone una velocidad vertiginosa a su equipo y acompañado por Jo Jo White desarbola a unos Suns en shock hasta tomar ventajas tales que amenazan con romper el partido ya en el primer cuarto. Cuando tienen que atacar en estático, Cowens percute en la defensa de Alvan Adams, nunca su punto fuerte. Las ventajas superan prontísimo los veinte puntos, con el único lunar de las personales de un Charlie Scott que había asumido públicamente antes del partido las críticas de su entrenador hacia su excesivo fervor en el robo de balón. El primer cuarto termina con un devastador 36-18 para los Celtics.
La titularidad de Havlicek no es la única sorpresa en los locales: Heinsohn pone en práctica una rotación inédita, y saca a jugar a Jimmy Ard y Glenn McDonald en vez de a Kuberski, Nelson o Stacom (que prácticamente no saltará a la pista). Ard mete un par de canastas que ayudan a mantener el ritmo, pero McDonald no es tan efectivo y pronto lo sustituye Kuberski.
Enfrente, John McLeod pide tiempo muerto tras tiempo muerto intentando cavar una trinchera a toda prisa. Entra en cancha Van Arsdale, irregular en el tiro toda la final pero siempre agresivo. Cuando Adams se carga de personales en la defensa a Cowens, McLeod opta por meter en el partido a Awtrey, y ordena a Gar Heard que flote a Silas para sobremarcar a Cowens. Al ver que le dan distancia, Paul Silas opta por probar el tiro en suspensión a media distancia; los resultados individuales son buenos (terminará con 17 puntos en una serie de 8/11 en tiros de campo), pero colectivamente los Celtics pierden la anotación interior de Cowens y Havlicek mientras que Perry y Heard empiezan a controlar el rebote en su canasta.
Keith Ericksson salta a cancha, pero a los pocos minutos sufre una lesión de tobillo que lo obliga a retirarse definitivamente. Intentando superar la presión del perímetro de los Celtics, McLeod saca a su único base puro, Phil Lumpkin. No sólo en los Celtics hay héroes inesperados. Con Lumpkin subiendo el balón con soltura, Heard corriendo a los Celtics a gorrazos (era un mal defensor, pero un fantástico taponador) y Awtrey controlando a Cowens, los Suns empiezan a detener la hemorragia. Con Adams como catalizador y Westphal como finalizador, los Suns incluso muestran un amago de remontada antes de que un nuevo arreón de los Celtics antes del descanso les devuelva a una cómoda ventaja 61-45.
Fin de la primera parte, y ahora viene la segunda que es la más interesante.