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Mis Fantasmas Favoritos

Los Knicks de Hubie Brown y Rick Pitino

Altas y Bajas:



Después de años y años protestando por la falta de movimientos, este verano de 1988 la prensa neoyorquina tuvo suficientes como para estar entretenidos durante meses.

Algunos de los cambios fueron casi intrascendentes y relacionados solamente con el fondo del banquillo: Pat Cummings finalmente se marchó tras finalizar su contrato, Rick Carlisle fue cortado, a Sedric Toney lo eligieron los Miami Heat en el draft de expansión. A cambio volvió nuestro viejo conocido Eddie Lee Wilkins, Pete Myers como agente libre, y el mantecoso Greg Butler como pívot suplentísimo procedente de la segunda ronda del draft (y convertido en favorito del Garden, que aclamaba sus escasísimas apariciones en cancha).


Única foto conocida de Butler.

Morralla, en cualquier caso, y justamente olvidada frente a movimientos mucho más importantes de la plantilla.

El primero y el último, Charles Oakley. El primero por orden cronológico, y también por pecking order al ser el único en llegar directo al titular, y también por ser el único en llegar directo al corazón de la franquicia, que desde entonces sería el corazón del guerrero. “Charles Oakley a cambio de Bill Cartwright y de intercambiar las elecciones de primera y tercera ronda del draft de 1988”, dijeron los papeles. Según “The Sports Guy”, que no se equivoca jamás, entre las poquísimas excusas para beber alcohol antes de las 11 de la mañana se incluyen llamarte Jack Nicholson o Charles Oakley.



En su día, este traspaso fue duramente criticado para con los Bulls. Oakley había perdido el título de máximo reboteador ante Michael Cage en la última jornada, mientras que Cartwright ya estaba en el último tramo de su carrera y no había demostrado ser ni buen defensor ni buen reboteador. A pesar de tener a un meritorio en prácticas tan prometedor como Horace Grant, y de que fuera vox pópuli que lo que separaba a los Bulls del “siguiente nivel” era la sustitución del armario ropero que bajo el pseudónimo de Dave Corzine andaba ofendiendo a los pívots titulares del mundo, se consideraba que los Bulls podían haber conseguido algo mejor. En retrospectiva, parece más bien la clase de traspaso en la que todos salen beneficiados: Charles Oakley como sempiterno titular sin competencia, Horace Grant ídem, Bill Cartwright fuera de New York y los Bulls campeones. A pesar de los fuertes rumores de enfrentamiento con un Michael Jordan que se decía se negaba a pasarle el balón por su propensión a las pérdidas, Bill Cartwright tuvo su pequeño momento de gloria cuando su aportación anotadora interior e incluso su muy aceptable defensa en playoffs contribuyó al primer título del equipo de Chicago (antes de que volviera a quedar en la sombra ante el ascenso de Scottie Pippen a gran estrella, y de Horace Grant a All Star).

En algunos aspectos, Charles Oakley podía parecer una reedición de Sidney Green: grandísimo reboteador, jugador tozudo y con una extraña fascinación por las suspensiones de media y larga distancia (cuando a mitad de temporada se publicitó una llamada “bomber squad” con los triplistas de los Knicks, Oakley protestó por no ser incluido en el “grupo”). Muchos scouts consideraban que no había peor noticia para los de New York que Oakley anotando su primera canasta, porque entonces se pasaría el partido tirando con o sin posición.

Las similitudes, sin embargo, terminaban ahí. Oakley era un magnífico defensor, mucho mejor que Green y también un jugador más intenso y más concentrado, mucho menos propenso a los lapsus, despistes y fallos de asignación. En muchos sentidos, su llegada acentuó los puntos fuertes (rebote, defensa, movimiento constante, tiro exterior) y débiles (pase, porcentaje de tiro, pérdidas) del equipo. En cualquier caso, formó una pareja interior tan completa como devastadora con Pat Ewing, y zanjó el debate por la posición que duraba ya casi diez años.

El primero y el último, dije. El último porque también fue el único traspaso esta temporada que encajaba con la concepción del juego y los deseos de Rick Pitino.



En varios sentidos, la decisión de Al Bianchi de draftear a Rod Strickland en primera ronda era lógica. Para empezar, era el mejor jugador disponible cuando eligieron los Knicks. Para seguir, el estilo de Rick Pitino exigía una plantilla amplia con suplentes que pudieran jugar el nivel de los titulares y darles descanso. Para terminar, era indiscutiblemente una estrella en ciernes, probablemente mejor que Mark Jackson.

Sin embargo, Strickland era también un jugador problemático, de un estilo poco acorde con el de Pitino (al que entusiasmaban los undergrads), y cuya llegada se podía interpretar como una falta de confianza en el sensible Jackson. A pesar de subir su anotación, Mark Jackson llegó al campus de verano pasado de peso y sin haber trabajado, sufrió varias molestias físicas durante la temporada y en ningún momento alcanzó el nivel de juego de su año rookie.

Mientras, Rod Strickland se granjeaba el cariño y respeto de Pitino al llegar invariablemente tarde a todos los compromisos del equipo y faltar a numerosísimos entrenamientos. Eso obligaba al entrenador asistente Jim O'Brian a jugar de "base suplente" en las pachanguitas. En una de ellas, Mark Jackson lo dejó sentado, anotó la canasta y le soltó: "Look, if you had to play me every day, you would be late, too, wouldn't you?". New York, New York. Los retrasos de Strickland llegaron a ser tan famosos que en una reciente subasta benéfica organizada por Mark Jackson, Rick Pitino no pudo menos que comentar entre risas que Rod Strickland había participado "pujando por un reloj, nada menos".

Entonces no se reía. Rick Pitino mantuvo su apuesta por Jackson a pesar de que eso lo enfrentaba con Bianchi primero, con Strickland segundo y finalmente con los propios aficionados, que percibieron pronto que el suplente tenía un brillo especial del que carecía el titular y como consecuencia dieron en abuchear a éste, con lo que su rendimiento se resintió aún más. Estos abucheos tendrían un efecto muy profundo en Pitino, y por lo pronto agriaron su relación con Bianchi.

El cual lo terminó de empatar fichando a “Kiki” Vandeweghe a cambio de una futura primera ronda.



El fichaje de “Kiki” Vandeweghe se convirtió en la saga de la temporada, junto con el tema de la titularidad en el puesto de base. Vandeweghe, hijo y sobrino de estrellas NBA, hijo de una Miss e inventor del “paso de Kiki” en el campamento para hombres altos de Pete Newell, era sin duda una estrella de la liga. Sin embargo, la temporada anterior había sufrido una grave lesión de espalda de la que aún no estaba totalmente recuperado. Se había perdido más de la mitad de los partidos jugados desde entonces, y cuando sí jugaba lo hacía a un nivel muy inferior al de su carrera. Los Blazers habían optado por Jerome Kersey como titular, y buscaban comprador. Al Bianchi consideraba que los Knicks necesitaban anotación desde los puestos de alero, y mejorar su porcentaje de tiro (cierto en ambos aspectos), así que después de meses de negociaciones, pruebas médicas, dimes y diretes logró que recalara en la franquicia de New York.

Y fue un sonoro fracaso.

Nunca es buena señal cuando tu fichaje gana dos años después el trofeo de “Comeback Player of the Year” (1990-91); efectivamente, Kiki Vandeweghe pasó dos temporadas entrando y saliendo de la lista de lesionados, y jugando a un nivel no más que mediocre. No se adaptó al estilo del equipo, no se adaptó a la ciudad y desde luego no se adaptó a Rick Pitino. Aún más, su llegada quebró la frágil química de la plantilla, y para muchos analistas se convertiría en la clave de la decepción final de la temporada.

Substraction by addition, que le dicen.

Temporada 1987-88: La Era Pitino.


Balance: 38 – 44. Playoffs: 1ª Ronda.


La era Pitino empezó como terminara la era Hubie: con derrotas. A pesar de todos los cambios, renovaciones y propósitos de año nuevo, los Knicks perdieron los primeros 5 partidos y se plantaron a principios de Diciembre con un descorazonador 4-12. Como era de esperar, a la prensa le faltó tiempo para condenar el experimento al desastre: el juego era poco vistoso, la anotación escasa y las derrotas abundantes. El equipo era competitivo gracias a su esfuerzo, pero cuando llegaba el momento de la verdad el superior rendimiento ofensivo de los rivales lo enterraba. “Es como Hubie Brown pero más guapo”, parecía ser el consenso. Según Peter Vecsey, Al Bianchi no quería fichar jugadores para que despidieran a Pitino y ponerse él de entrenador, mientras que Rick Pitino no quería ganar partidos para demostrar que no tenía plantilla y que así despidieran a Bianchi y ponerse él de Mánager General.

Y eso que la presión funcionaba. Además de una defensa individual estándar, Pitino aplicaba al menos cuatro tipos de presión: a toda cancha, a media cancha, una especie de zona de ajustes con dos-contra-uno constantes al balón, y una especie de “caja y uno” en la que cuatro jugadores defendían en individual normal y el “uno” hacía presión a toda cancha al base rival. El objetivo era obligar al rival a tener que tomar decisiones constantemente y siempre bajo presión; idealmente, quitar el balón de las manos del base y ponerlo en las manos de jugadores poco habituados a tener que crear. El otro bastión de la defensa según Rick Pitino eran las “deflections”: había que tener las manos todo el tiempo arriba y delante del rival intentando tocar el balón. Incluso si muchos de esos contactos no terminaban en robo, al menos harían que los pases llegaran un poco desviados, haciendo que su recepción fuera incómoda y que los rivales se encontraran un poco fuera de su zona cómoda y teniendo menos tiempo para pensar la jugada. El número de robos de los Knicks se disparó, y eso les permitía basar su ataque en el “run and gun”, siendo el primer equipo de la NBA que usaba el triple con soltura.

Todo ello, sin embargo, tenía un coste: el gasto físico de esa defensa era estremecedor, así que era imposible aplicarla el partido entero o en caso de “back-to-backs”, cuando el equipo ya llegaba cansado de la noche anterior. Ciertos jugadores como Cartwright y sobre todo Cummings no lograban practicarla por su falta de velocidad, lo cual obligaba a medir las rotaciones. Finalmente, algunos equipos como los Celtics, Pistons o Lakers poseían buen manejo de balón en casi todas las posiciones y eso les permitía romper la presión con relativa facilidad. De todas formas, la idea de Pitino no había sido nunca aplicar la presión los 48 minutos, sino usarla como recurso puntual, como arma definitiva al estilo del cañón triónico de los power rangers; sin embargo, la endeblez del equipo hacía que solamente gracias a esas defensas presionantes pudieran al menos mantenerse en los partidos sin perder de vista al rival.

Cada noche la misma historia: pequeñas ventajas iniciales, partido competido, defensa correosa y al final errores en los momentos decisivos permitían al rival llevarse la victoria. Y de repente, las cosas mejoraron. Un par de victorias aquí, otro par allá, sin continuidad y sin lograr evitar encajar rachas similares de derrotas, pero el equipo tenía pulso. Sin ganar más de 3 partidos consecutivos pero sin perderlos tampoco, los Knicks se plantan en la última semana dependiendo de sí mismos para alcanzar la última plaza de playoffs en dura pugna con los Bullets y los Pacers. El jugador de moda era Johnny Newman, que tras empezar la temporada sin equipo ahora se había hecho con el puesto de titular y estaba completando unas actuaciones brillantes aunque irregulares.

En retrospectiva, fue el partido en Atlanta. Tenían que ganar 2 de los 4 partidos que faltaban, tres de ellos fuera de cada donde los Knicks habían sufrido demasiado y el restante contra unos Bulls camino de las 50 victorias. Esa noche, codo con codo con los Hawks de Dominique Wilkins, los de New York se llevaron una victoria agónica 95-93 gracias a la aportación desde el banquillo del “Knick olvidado”, Pat Cummings. Pero luego perdieron contra los Bucks y Bulls, así que se plantaron en Indianapolis a jugársela a cara o cruz: el vencedor jugaría playoffs. Esa noche volvió a ser otro “jugador olvidado” el que acabaría decidiendo el partido: después de una gran actuación de Ewing y Newman para dar ventaja a los Knicks, los Pacers remontaron aprovechando los errores en el tiro libre y pidieron tiempo muerto a falta de pocos segundos con 88-86 en el marcador, ventaja Knicks.

Rick Pitino sabía que buscarían a John Long o Steve Stipanovich para el triple porque habían anotado de larga distancia poco antes, e instruyó a sus jugadores para impedirlo a toda costa. Después de machacar a Ewing todo el año con que no saltara a las fintas, ahora tenía que pedirle lo contrario: “salta si es necesario, pero no le dejes tirar”. Efectivamente, el balón fue a Stipanovich en la línea de tres; éste fintó el tiro y Pat Ewing le saltó tapándole todo el espacio. Sin poder tirar, Stipanovich optó por el bote y avanzó hacia la canasta de los Knicks. Sorteó a Mark Jackson, que amagó la personal, y se encontró en el corazón de la zona con... Kenny Walker. El jugador de los Pacers hizo la bandeja, y el saltarín Walker logró tocar el balón lo suficiente como para evitar que entrara. Ganan los Knicks y se clasifican para playoffs.



Esta victoria supuso la vindicación de todo el equipo. Ya antes de la victoria el ambiente había cambiado y la prensa y la afición se habían rendido a un equipo que parecía encarnar el espíritu neoyorquino de la lucha sin cuartel y el triunfo sin brillo pero sin descanso. Sin embargo, era esta clasificación lo que confirmaba el planteamiento de Rick Pitino, el acierto con un Mark Jackson elegido rookie del año y el liderazgo de Pat Ewing.

Claro que la recompensa era cruzarse en playoffs con los Boston Celtics, vigentes finalistas de la NBA. Cansados, superados por sus rivales e imposibilitados para usar la presión, los Knicks perdieron claramente sus dos partidos en el Boston Garden donde Larry Bird y Kevin McHale jugaron a placer con Johnny Newman y Sidney Green. Hasta tal punto llegó la inferioridad de la línea de aleros que Pitino se planteó seriamente jugar con Orr y Cartwright, aunque eventualmente lo descartó. Además, Dennis Johnson sacó su arsenal de trucos de veterano y anuló completamente a Mark Jackson.

El objetivo ahora era evitar un ignominioso 3-0. Con Ewing incontestable, el apoyo de Wilkins y por fin la resurrección de Newman y Jackson permitieron obtener una clara victoria en el Madison y recibir finalmente los aplausos de una grada entregada a sus jugadores. Poco importó que los Celtics se llevaran la victoria en el cuarto partido para dar fin a la temporada de los Knicks.

Estaban vivos, y eso es lo que cuenta.

Evolución de la plantilla



Durante la pretemporada, dos cosas quedaron claras para los Knicks: la primera, que incluso contando con que algunos jugadores empezarían la temporada lesionados, la amplia nómina de jugadores bajo contrato hacía punto menos que imposible que alguno de los “temporeros” llegara al comienzo de la temporada; la segunda, que varios jugadores lo iban a pasar muy mal para adaptarse al estilo de Pitino, si es que llegaban a hacerlo. Louis Orr y Bill Cartwright eran ya muy veteranos para poder ofrecer el derroche de energía que se les exigía, Pat Cummings simplemente era demasiado lento, y Moore... Ron Moore había llegado en mal estado de forma y se convirtió en la primera cruz de Rick Pitino, que se pasaba los entrenamientos chillándole que no se parara, que corriera, que se esforzara etc. Para un entrenador que prohibía a sus jugadores dar muestras de cansancio o debilidad que pudieran dar ánimos al rival (cosas como apoyarse en las rodillas o sentarse durante los tiempos muertos), un jugador que se ahogaba a la segunda defensa era un anatema. Finalmente, los Knicks se deshicieron de él cuando la oferta a Sidney Green como agente libre se negoció para transformarla en un traspaso con los Pistons a cambio de Ron Moore y una segunda ronda para 1988 que habían recibido de Sacramento (Fennis Dembo).

La estructura de la plantilla y su digievolución durante la temporada fue la siguiente:

BASES: Lo mejor y lo peor.

Mark Jackson, Gerald Henderson, Rory Sparrow, Tony White, Billy Donovan, Rick Carlisle, Sedric Toney.

El puesto de base produjo las mayores alegrías y tristezas para los Knicks esta temporada. Inicialmente, el plan estaba bien definido: Henderson sería el base titular, con Sparrow como suplente para ir dando paso poco a poco al novato Mark Jackson y presumiblemente culminar con el traspaso de Rory Sparrow a mitad de temporada o así. Las circunstancias, empero, fueron otras.

Para empezar, Mark Jackson se negó a firmar por el salario mínimo, que era lo único que le podían ofrecer en ese momento debido al tope salarial. La ausencia de Jackson del campus de pretemporada fue uno de los primeros inconvenientes con los que tropezó Pitino (que en sus ansias de empezar a trabajar había sido multado por entrenar con los jugadores drafteados antes de que éstos firmaran contrato), pero al fin se resolvió enviando al descontento Jawann Oldham a los Kings a cambio de la segunda ronda antes mencionada (Dembo).

Ya bajo contrato, el problema fue el inverso: bajo el “sistema Pitino”, Mark Jackson jugó el mejor baloncesto de su carrera y terminó alzándose con el galardón de Rookie of the Year. Jackson se había incorporado a la plantilla con muchas dudas, durante su pugna con la franquicia por conseguir un mejor salario había sido objeto de una campaña de desprestigio por parte de la prensa, que afirmaba que un base tan lento iba a tener problemas para establecerse en la liga y por tanto no debiera andarse con exigencias. Rick Pitino, sin embargo, se dedicó a estimular su confianza y a repetir una y otra vez que no lo cambiaría por ningún otro rookie del draft, ni por ningún otro base de la liga excepto quizás Magic o Isiah. Como resultado, Mark Jackson salió como un torete y en apenas un par de partidos ya jugaba en grueso de los minutos como base.

Encantado con el desarrollo de los acontecimientos y con angustiosa necesidad de un alero anotador, Rick Pitino decidió aprovechar la oportunidad para traspasar a Rory Sparrow (a los Bulls, a cambio de una segunda ronda) y usar esa plaza en fichar a Johnny Newman, que había sido cortado por los Cleveland Cavaliers en pretemporada. Sin embargo, esta decisión resultó ser apresurada: apenas un par de partidos después Mark Jackson ya era titular establecido, y Gerald Henderson montó un pitote en el banquillo diciendo que él había sido titular y campeón de la NBA, y no iba a jugar los minutillos de la basura detrás de un novato. La cólera de Rick Pitino no conoció límites, porque sentía con razón que Henderson había traicionado el mandamiento fundamental de los nuevos Knicks que estaba intentando forjar: el equipo por encima del individuo. Rick Pitino exigió el despido fulminante de Gerald Henderson, y éste se vio cortado antes de haberse quitado las calzonas.

La marcha en rápida sucesión de Sparrow y Henderson dejaba al equipo sin un base suplente. Pitino quería fichar al que fuera su estrella en Providence, el escolta anotador Billy “the Kid” Donovan (¿no os suena esta historia y los futuros Celtics?) y reconvertirlo a base. Al Bianchi, sin embargo, vetó la contratación: la prensa vería con muy malos ojos un caso de favoritismo tan flagrante como despedir a un campeón de la NBA y sustituirlo por un jugador que acababa de ser cortado en la CBA solamente porque tenía amistad con el entrenador. Rick Pitino hubo de ceder, y en su lugar se fichó a Tony White.

White era un rookie que había sido escolta anotador en NCAA, y que no logró adaptarse al puesto de base. Su mal rendimiento le dio la oportunidad a Pitino de salirse con la suya y fichar a Billy Donovan, pero éste se encontró con los mismos problemas. Pitino lo aguantó todo lo que pudo en plantilla, metiéndolo y sacándolo de la lista de lesionados mientras Bianchi intentaba contratar a gente como Sedale Threatt o Frank Williams, pero finalmente hubo de aceptar su sustitución.

El elegido fue otro ex Celtic, Rick Carlisle. Aunque Carlisle era en realidad un alero, además de su tiro tenía como virtud una muy buena lectura del juego y capacidad de pase, el tipo de jugador total que encajaba como un guante en el estilo de Rick Pitino. Igual que le sucediera en Boston, Carlisle tuvo un debut espectacular, anotando 20 puntos aprovechando que la defensa rival le flotaba descaradamente; desgraciadamente, no tuvo continuidad y además el hecho de no ser en realidad un base era un hándicap para la rotación. Terminó enterrado en la IR, y se fichó a Sedric Toney, por fin un auténtico base que sí terminó la temporada en el equipo.

ESCOLTAS: Irregularidad.

Gerald “Dougie” Wilkins, Trent Tucker.

La temporada empezó con muchas dudas en el puesto de escolta. Wilkins, convertido ya en un anotador destacado, se había ganado fama de mal defensor, nulo pasador y poseedor de una selección de tiro mediocre y egoísta. Que llegara al campamento de verano pidiendo que lo llamaran “dougie” en homenaje a su rapero favorito “Doug E. Fresh” tampoco presagiaba mucha madurez. Por su parte, Trent Tucker también estaba inmerso en una pugna con la gerencia por su renovación. La irregularidad de Tucker y el hecho de no haber alcanzado el nivel que se esperaba de él había sido una de las causas que contribuyeran al fracaso de Hubie Brown, por no hablar de que era un jugador con poca querencia por los entrenamientos y mucha por las filtraciones malintencionadas a la prensa. Sin embargo, era un gran triplista en una plantilla de malos tiradores, y el triple era una de las herramientas fundamentales en el baloncesto según Pitino. También era mucho mejor defensor que Wilkins.

Durante la temporada, Rick Pitino trabajó denodadamente para “convertir” a estos jugadores a su religión; con Tucker fracasó, ya que se negó a aceptar sus errores y limitaciones o a trabajar sus puntos débiles sino que siguió jugando como siempre. Sin embargo, Gerald Wilkins progresó notablemente en estos nuevos Knicks. Mejoró su selección de tiro y su capacidad de pase, pero sobre todo sacó unas aptitudes defensivas desconocidas hasta la fecha, demostrando haber aprendido la principal lección que Pitino intentaba grabar en la mente de los jugadores más jóvenes: “si expandes tu juego, en el futuro tendrás más minutos y mejores contratos”.

ALEROS: Progresando.

Johnny Newman, Kenny Walker, Louis Orr, Carey “Dog” Scurry.



El puesto de alero fue una de las mayores fuentes de frustración para Rick Pitino esta temporada, aunque como consuelo cabe decir que poco a poco se iban sentando las bases para resolver las angustiosas carencias en esta posición.

La raíz de todo reside, por supuesto, en la no renovación de Bernard King. Sin él, el puesto quedaba en manos del joven aunque sumamente atribulado Kenny “Sky” Walker, que ya demostrara su incapacidad para cubrir la posición antes y lo ratificaría ahora. Con dramática necesidad de puntos desde este puesto, los Knicks pillaron como agente libre a Johnny Newman, un buen prospecto colegial que no había logrado aclimatarse a la NBA en su año rookie con los Cavs. Newman era un jugador con tendencia a la pasividad al que había que empujar constantemente, pero desde el principio mostró su capacidad de producir canastas aunque fuera a costa de una irregularidad galopante que a veces obligó a Pitino a recurrir a Louis Orr para obtener algo, aunque fuera defensa, del puesto de “tres”.

Entre eso y la notoria ineptitud de Walker, la prensa neoyorquina tuvo todas las facilidades del mundo para lanzar una campaña abogando por el retorno del “hijo pródigo” de St. John’s, un Chris Mullin “exiliado” en San Francisco. Durante meses se especuló abiertamente con la posibilidad de un intercambio Mullin-Wilkins, lo cual impactó negativamente en el rendimiento de Gerald Wilkins, que se veía traspasado, y también Johnny Newman y Kenny Walker, que se veían ninguneados. Estos rumores no disminuyeron hasta que Mullin ingresó en una clínica para tratarse su adicción al alcohol; esto no puso fin por completo a las especulaciones, pero sí otorgó al equipo un respiro muy necesitado. En el tramo final de la temporada, Newman fue asentándose por fin en el equipo y terminó haciéndose con la titularidad para ofrecer algunas muy buenas actuaciones.

Louis Orr era un problema de otra índole para Rick Pitino. Orr y Pitino tenían una larguísima relación, ya que Pitino abandonó su luna de miel para reclutar a Orr para la universidad de Syracuse (que lo había contratado como asistente en su misma noche de bodas). Dos años de jugar demasiados minutos cubriendo la baja de Bernard King le habían pasado factura al veterano Louie, que tuvo que ser operado de una hernia discal ese verano y perderse el principio de la temporada. Louis Orr quería minutos para mostrarse a la liga, probar que estaba recuperado y conseguir otro contrato más, pero era consciente de que ya no tenía lugar en el esquema de estos nuevos Knicks. Pitino habló con él claramente, y aunque el jugador no lo pasó bien ya que apenas tuvo minutos, su comportamiento pleno de profesionalidad siendo un líder veterano en el vestuario resultó muy importante para el equipo.

También pasó por la plantilla el especialista defensivo Carey Scurry, cortado por los Jazz tras liarse a tortas con Mel Turpin, pero apenas le dio tiempo a deshacer las maletas.

ALAPÍVOTS: Mucho ruido y pocas nueces.

Sidney Green, Pat Cummings, Ray Tolbert, Chris McNealy, Bob Thornton.



Ray Tolbert fue el único de los “temporeros” nuevos que logró salir del campus de verano con un empleo. Un empleo temporal, en cualquier caso: cuando se fueron recuperando jugadores, su utilidad fue menguando hasta ser cortado en Diciembre. Poco después siguió el mismo camino Chris McNealy, y finalmente Bob Thornton. Los tres se habían dejado la piel en los entrenamientos, pero simplemente no daban el nivel, y el equipo tenía demasiados contratos garantizados como para aguantarlos por aguantarlos. Ésa no fue la noticia más importante generada por el puesto de “cuatro”, precisamente.

Sidney Green fue exactamente lo que cabía esperar: los aficionados no lo recibieron con cariño precisamente, viniendo como venía en vez de Bernard King. Y Green no reaccionó bien, igual que no había reaccionado bien en Chicago o Detroit. Sidney Green era sin duda tan buen reboteador como había sido dicho, pero también manifestaba un cariño no correspondido por las suspensiones a media y larga distancia, y unos lapsus defensivos que en el universo según Pitino tienen reservado un círculo del infierno solamente para quienes los cometen. Jugador completito, a mitad de temporada tuvo una pelea a gritos con Pitino en mitad de un partido, que ya os imagináis cómo le vino a los periodistas. Un periódico neoyorquino escribió que Chuck Daly había enmarcado la frase de Rick Pitino “No voy a darme por vencido con Sidney Green como hicieron sus entrenadores anteriores” y la había colgado en su despacho. Sobre todo, Pitino se quejaba de que Green era absolutamente incapaz de admitir un error, y por tanto de trabajar para corregirlo.

Pat Cummings fue durante casi toda la temporada una mala cara al final del banquillo, en más de un sentido. Estaba harto de la ciudad y de la prensa que constantemente encontraba maneras de insultar su apariencia, no se adaptaba al estilo de Pitino y no tenía los minutos que necesitaba en su “contract year” para mejorar su valor de mercado. Hubo intentos de traspasarlo, el más serio a Portland a cambio de una segunda ronda, pero su altísimo contrato lo hacía casi imposible. Sin embargo, a pesar de algunas declaraciones a la prensa admitiendo su descontento, nunca llegó a adoptar una actitud poco profesional ni a convertirse en un problema real. Y cuando al final de la temporada Pitino decidió cambiar de opinión y sacarlo en algunos partidos decisivos, Cummings rindió de manera sorprendentemente eficaz. No lo bastante como para ganarse minutos consistentes, pero sí al menos para echarle una mano al equipo.

PÍVOTS: Algo bueno, por fin.

Pat Ewing, Bill Cartwright.

Inicialmente, la marcha de Oldham traspasado a los Kings fue vista con cierta preocupación: después de todo, ni Ewing no sobre todo Cartwright habían sido ejemplo de salud y resistencia a las lesiones. De hecho, durante buena parte de la temporada se mantuvo a algún cuatro temporero de los mencionados antes (Tolbert, Thornton) por si fuera necesario poner a Cummings de “cinco”. Afortunadamente, no fue el caso sino que ambos jugadores gozaron de buena salud toda la temporada.

Rick Pitino había llegado albergando serias dudas sobre la viabilidad de esta posición: Pat Ewing se había ganado fama de jugador poco trabajador y poco colaborador con los entrenadores, mientras que Bill Cartwright solamente quería ser traspasado. Además, el plan de Pitino de crear una atmósfera de equipo universitario no iba a cuajar con los jugadores más veteranos (Orr, Cartwright, Cummings, Tucker, Sparrow, Henderson) a los que esa historia ya les venía de lejos. Sin embargo, Ewing abrazó este nuevo baloncesto desde el primer día, incluso antes de que llegaran las victorias que por fin le permitieron acabar con la fama de perdedor que le perseguía en profesionales.

El caso de Bill Cartwright era más complejo. Ya desde pretemporada se rumoreó insistentemente su traspaso a los Hawks, pero no cuajó. Las conversaciones con Dallas sobre Detlef Schrempf tampoco llegaron a nada, y el resultado fue que Al Bianchi tuvo que avisar a Pitino de que podría encontrarse con Bill Cartwright en el banquillo toda la temporada. En este tema, Bianchi tenía una opinión radicalmente diferente a la de la prensa: éstos recordaban con pavor los tiempos de “inacción” bajo DeBusschere y Stirling, y exigían un traspaso inmediato ante el temor de que en cualquier momento una lesión eliminara cualquier valor que pudiera tener en el mercado. Al Bianchi, sin embargo, pensaba que el error de los Knicks había sido precisamente la precipitación, fichando apresuradamente a jugadores como Pat Cummings o Gerald Henderson y renovando a Rory Sparrow, siempre por encima de su valor y atando a la franquicia de pies y manos a contratos largos y gravosos. Era necesario buscar un buen traspaso, y hasta que surgiera mantendrían la misma plantilla.

Rick Pitino intentó poner al mal tiempo buena cara. “Hay cosas peores que tener a Pat Ewing y Bill Cartwright en el mismo equipo”, decía. Sin embargo, la debilidad del puesto de “cuatro” lo obligó eventualmente a afrontar el tipo de decisión que te deja sin empleo: poner a Ewing y Cartwright simultáneamente en pista. Eso sí, siempre de manera puntual y manteniendo a Ewing de “cinco”. Todo esto significaba poco para un Bill Cartwright que se limitó a cumplir con su trabajo sin brillantez pero con seriedad, aceptando que de momento su libertad estaba lejos. Cartwright estaba hastiado de la ciudad, de los aficionados y de la prensa, y no llegó a acostumbrarse a tener que tratar por la noche como amigos de toda la vida al mismo Peter Vecsey que lo llamaba “Billy Idle” en el periódico de la mañana.

En cualquier caso, una vez que pasó la fecha límite de traspasos el juego de Cartwright mejoró, y terminó siendo uno de los factores en el buen final de temporada de la franquicia.

The Man Who Shot Bernard King



La saga de la contratación del entrenador dejó paso, sin solución de continuidad, a la saga de la renovación de Bernard King.

La franquicia se encontraba ante una difícil situación: por una parte, King había recuperado su lugar en el corazón de los aficionados en tan sólo 6 partidos, y su esfuerzo para rehabilitarse sólo cabe calificarse de épico. Por otra parte, pedía una renovación multiaño empezando desde los $875.000 y subiendo, los médicos no garantizaban ni su recuperación para poder jugar a nivel NBA ni lo que podía durar la misma, y el estilo que pretendía implantar Rick Pitino de constante derroche físico era probablemente la peor idea para esa rodilla reconstruida. Incluso si Bernard King estaba en disposición de jugar algunos años más, como así resultó, sería mejor que lo hiciera en un equipo que no pretendiera jugar a todo trapo los 48 minutos. En esto coincidían Rick Pitino y Al Bianchi. Sin embargo, la manera de hacerlo público no fue la mejor: en lugar de dar una respuesta directa al jugador, a su agente o a los aficionados, se anunció que se hacía una oferta al agente libre Sidney Green, lo cual llevaba implícito el descarte de King ya que dejaba a los Knicks sin espacio salarial para la renovación.


¿Guard?

Sidney Green era uno de esos conflictivos proyectos de Jerry Tarkanian en UNLV, donde había destacado como un alapívot anotador y muy buen reboteador, drafteado como nº 5 por los Chicago Bulls.



Su carrera en la NBA, sin embargo, no respondió a las expectativas. Efectivamente, era un magnífico reboteador, pero propenso a los lapsus defensivos y a una mala selección de tiro. Además, era un jugador problemático que se enfrentaba periódicamente a compañeros y entrenadores. De Chicago fue traspasado a Detroit, donde en estos momentos estaban deseando deshacerse de él como fuera después de enfrentarse a Isiah Thomas (llegaron a “tocarse la cara”), a quien Green consideraba la influencia que había hecho que Daly lo postergara en la rotación.



Bernard King siguió adelante y firmó con los Washington Bullets, donde aún jugó tres temporadas y logró ser All Star una vez, pero para los Knicks se convirtió en una especie de “espíritu de las navidades pasadas”: durante la pretemporada y los primeros meses de competición, los aficionados coreaban regularmente “We Want Bernard”, abucheaban a Kenny Walker (su sustituto como “tres” titular) y a Sidney Green, e incluso un periódico de la ciudad incluía una sección llamada “Bernard Watch” en la que se publicaban sus estadísticas con los Bullets, comparándolas con las de los aleros de los Knicks. La cosa llegó a tal punto, que Rick Pitino se vio obligado a tomar medidas tales como quitar a un deprimido Walker del quinteto titular para ahorrarle los abucheos, y a cambiar el orden de las presentaciones para que Mark Jackson saliera el primero, ya que era un novato y los aficionados no lo culparían de las desgracias del equipo.

Sea como fuere, la era Bernard King en los Knicks había terminado. The King is dead, long live the Knicks.

Reconstrucción, otra vez



En 1987 la franquicia de New York se encontraba otra vez con la necesidad de empezar de cero. Las necesidades empezaban por la propia gerencia, donde había que sustituir al entrenador interino Bob Hill y al GM Scotty Stirling. Además, el equipo necesitaba angustiosamente anotación, lo que se subdividía en mejores pases, mejor tiro y al menos un alero anotador explosivo. También necesitaban rebote, y sobre todo reorganizar la caótica situación contractual de la plantilla.

Por un lado, varios jugadores como Rory Sparrow o Trent Tucker habían terminado contrato y era necesario renovarlos, pero eso dejaba sin espacio salarial para firmar a la futura primera ronda del draft. Por otro, varios jugadores bajo contrato como Bill Cartwright o Jawann Oldham habían manifestado su deseo de salir del equipo, lo cual no era precisamente fácil considerando sus sueldos. Finalmente, jugadores como Pat Cummings o Louis Orr estaban en el último año de unos contratos que evidentemente no serían renovados, y temían no disponer de los minutos de juego suficientes para exhibirse por la liga y lograr que otro equipo les hiciera una oferta. Pero sobre todo el gran dilema de la temporada era la renovación de Bernard King, que había terminado contrato. ¿Se arriesgarían a confiar en su rodilla reconstruida, o dejarían ir al favorito de los aficionados que venía de dejarse la piel en una rehabilitación de dos años?

Lo primero es lo primero, y lo primero era el draft: sin tener aún estructura montada, los Knicks se vieron obligados a afrontar el draft, y lo cierto es que lo hicieron que sorprendente solvencia: en primera ronda eligieron a Mark Jackson, estrella local y gran pasador pero con fama de lento y mal tirador; en segunda ronda cogieron al pívot Ron Moore, que tras un periplo universitario decepcionante para su calidad, había perdido 15 kilos antes de su temporada senior y había demostrado cierta capacidad de rebote y anotación.



Una vez resuelto lo urgente, era la hora de lo importante.

El fichaje de Rick Pitino por los New York Knicks se terminó convirtiendo en un culebrón que rivalizó en cobertura informativa con la elección de Pat Ewing años antes, a pesar de que empezó con pocas pretensiones: se anunció que el acuerdo entre el entrenador de Providence y los Knicks era inminente. A priori, parecía una elección lógica. Un entrenador joven y agresivo, que había tomado dos programas dejados de la mano de dios y los había levantado hasta ponerlos entre los mejores del país, y que además ya conocía de cerca al equipo de su etapa como ayudante de Hubie Brown.

Las cosas, sin embargo, se torcieron a partir de ahí con dos anuncios casi simultáneos: por una parte, se publicó que Pitino había viajado a Phoenix para recibir una oferta de los Suns, y por otra se publicó que los Knicks estaban en contactos con Don Nelson, recién despedido por los Bucks. Todo se fue complicando a partir de ahí; Pitino afirmó más tarde que nunca tuvo intenciones reales de fichar por los Suns pero que se había comprometido a visitarles y no podía echarse atrás (“fue sin querer queriendo” y tal), aunque muy probablemente ambas partes intentaban meterse presión para la negociación. Rick Pitino pretendía concentrar las funciones de entrenador y Mánager General (como lograra años después en Boston, donde todos aprendimos una valiosa lección igual que en un episodio de Blossom), pero los Knicks no estaban preparados para comprometerse hasta ese punto. Pitino puso la fecha tope del 1 de Mayo para la resolución del caso, y ante la falta de oferta de New York firmó una renovación de cinco años con su universidad.

Por su lado, el “caso Nelson” tenía vida propia en los papeles, ya que el propietario de la franquicia de Milwaukee no le dio permiso para hablar con los de New York (Nelson seguía cobrando sus años de contrato y una cláusula lo ataba). Los Knicks contraatacaron diciendo que la cláusula solamente le prohibía aceptar el puesto de entrenador pero no el de GM. Los Bucks exigieron una compensación no económica, y el tira y afloja terminó con Don Nelson convertido en nuevo entrenador… de los Golden State Warriors.

Luego sonaron varios nombres más, como los de Doug Moe (otro atado por una cláusula al que se mencionó como posible GM) y John MacLeod, pero el que tuvo más posibilidades tras Nelson fue Jimmy Rodgers, asistente de Boston. Los Celtics frenaron en seco estas negociaciones al exigir una segunda ronda del draft como compensación.

No les fue mejor con los Mánagers: pensaron tener atado a Jack McClosky, de los Pistons, pero en el último momento éste anunció que prefería renovar con Detroit. Esto les costó también su candidato nº 2, Dave Checketts, que se retiró del “mercado” al enterarse de lo de McClosky (los Knicks le habían prometido comunicarle si aparecía algún otro candidato). Como os podéis imaginar, la prensa neoyorquina tuvo material de sobra para burlarse de la incapacidad de la franquicia para lograr atraer a alguno de sus candidatos.

Finalmente, y con cierta sorpresa, los Knicks anunciaron la contratación de Al Bianchi, un veterano curtido en mil batallas de la NBA (ex jugador, ex entrenador, ex asistente, ex directivo, etc) que había estado de entrenador asistente en los Suns y poseía una inmejorable reputación de no asustarse ante nada ni nadie.


Siento la pinta, es que estoy en la ABA.

El primer trabajo de Al Bianchi era, lógicamente, conseguir un entrenador. Bianchi decidió volver a la primera casilla y considerar que si Rick Pitino había sido el candidato ideal al comienzo, aún debía serlo. Los Knicks hicieron por fin una oferta firme a Pitino, y tras obtener la aprobación de su Universidad, éste aceptó.

Ya tenían jefes. ¿Tendrían equipo?

Temporada 1986 – 1987: El descabello.





Para afrontar la nueva temporada, Scotty Stirling estaba decidido a evitar a toda costa la imagen de pasividad y esclerosis que le había costado el puesto a Dave DeBusschere. Más importante, los mismos corrillos de la gerencia de New York que en realidad habían impedido a éste ejercer su labor cedieron al menos temporalmente para dar mano libre al GM.

Tres eran las necesidades del equipo: un base que sustituyera a Darrell Walker, cuyos días en la franquicia estaban contados (durante buena parte de la temporada anterior se especuló con la posibilidad de repescar a Norm Nixon); un alero como seguro a pesar de que se suponía que Bernard King estaría recuperado para esta temporada; un pívot para completar la rotación interior sin necesidad de recurrir a paquetes del fondo del draft (Bannister), de Europa (Thornton) o de la CBA (McNealy).



El primer recurso era por supuesto el draft. Después de jugar al despiste dejando caer nombres como el de Walter Berry y tal, Stirling eligió en el nº 5 al alapívot Kenny “Sky” Walker, un prolífico anotador y aceptable reboteador que venía de brillar Kentucky. En segunda ronda los Knicks habrían de lamentar la pérdida de su elección, malvendida por “Butch” Carter y que terminaría siendo Mark Price; la que habían obtenido de los Celtics se convirtió en el también base Michael Jackson, un jugador de nivel muy inferior que solamente llegó a pregunta de trivial como suplente en los Kings. Inicialmente pareció que tenía ciertas posibilidades de lograr el contrato garantizado, pero un hombro dislocado en los partidos de preparación dio con sus huesos en el waiver wire.


Will Dunk For Food.

Para el puesto de pívot, y una vez que James Bailey salió del equipo echando pestes del “negrero” de Hubie Brown, los Knicks optaron por uno de los jugadores más enigmáticos de los años 80: Jawann Oldham. Como era práctica habitual en la época, los Knicks le hicieron una oferta como agente libre (5 años, $1.6 minolles), y Chicago tuvo que negociar al no poder igualar. Finalmente, los Knicks enviaron a Darrell Walker a Denver a cambio de una primera ronda para 1987 (Olden Polynice), y a su vez dieron esa primera ronda a los Bulls a cambio del mencionado Oldham.



Objetivamente, Jawann Oldham era un pívot rápido y atlético, buen taponador y aceptable reboteador pero pésimo en ataque que tuvo una carrera poco distinguida como banquillero del montón. Sin embargo, por alguna razón se consideraba uno de los mejores pívots de la liga (definía su anotación como de un nivel similar al de Jabbar), y lo que ya es de traca es que durante un tiempo tuvo efectivamente una cotización en la liga absolutamente desproporcionada con su rendimiento real. Bastó una temporada aceptable en Chicago para que los Lakers intentaran desesperadamente su fichaje antes de optar por Mychal Thompson, y los Knicks no fueron el único equipo interesado en su contratación como agente libre. Fue desde luego una cuestión puramente coyuntural, un momento en el que el valor de los pívots rápidos y atléticos se disparó debido a la universalización del concepto de Twin Towers del que ya volveremos a hablar. Como otros muchos equipos, New York vio en él a un posible 4-5 de rotación de calidad; antes de terminar la temporada, sin embargo, Jawann Oldham habría sido apodado por sus compañeros “Alf” (como el extraterrestre de la tele) y el propio jugador habría hecho pública su exigencia de ser traspasado inmediatamente debido a la absurda obstinación de la franquicia de basar su ataque en Patrick Ewing y no en él. Así, como suena.

Finalmente, los Knicks adquirieron ya empezada la temporada al veterano base Gerald Henderson, procedente de los Sonics a cambio de una segunda ronda para 1990 (Steve Henson).



Mientras, Richie Adubato marchó a Dallas como asistente de Doug Moe, y Ernie Grunfeld se retiró para pasar a las oficinas (inicialmente como comentarista, creo).

A pesar de este aparente torbellino de actividad, el resultado final sería muy similar al obtenido por la pasividad de DeBusschere: la cola del paro. Henderson ya era demasiado veterano y Oldham demasiado malo, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a aceptar un rol secundario. Kenny Walker no pasaría de brillar en los concursos de mates, y la falta de beneficios en su gestión le costaría su empleo a Scotty Stirling al final de la temporada, después de poco más de un año en el cargo.

Las Torres Gemelas.


Imagen calculada para inducir horror.

Lo cierto es que seguramente sea un poco injusto criticar a Stirling por no ser capaz de sacar al equipo de un picado que seguramente ni Red Auerbach hubiera sido capaz de remontar.

El divorcio entre el equipo y el entorno (aficionados, prensa) era manifiesto. Cartwright había pasado de “Invisibill” a “Medical bill” y finalmente a un simple y despectivo “Mr Bill”. La llegada de Ewing lo hacía prescindible a ojos de la mayoría, y los rumores sobre su inminente traspaso se alternaban con las burlas sobre su rendimiento y su capacidad de mantenerse sano, llegando a rozar lo ofensivo cuando se anunció que se perdería el principio de la temporada debido a un corte en el tendón de una mano producido por un golpe contra una bombilla. Hay que admitir que sus sucesivos problemas físicos llegaban a lo ridículo, pero el hecho es que Cartwright había perdido toda ilusión o interés y se limitaba a cumplir el expediente por profesionalidad esperando un traspaso que no acababa de llegar.

Tres cuartos de lo mismo para Pat Cummings, que de flamante anotador interior había pasado a ser apodado “shortcummings” debido a sus notorias carencias defensivas. Cummings no carecía de voluntad de trabajo, pero también era un jugador problemático asolado por los problemas físicos. Esta vez se perdió casi media temporada por una lesión en el tendón anular de una mano, y su papel en el equipo se iba reduciendo cada vez más.

Las críticas estaban alcanzando incluso a las estrellas, antes intocables. A pesar de su aparición en el All Star y de su título de Rookie del Año, las cañas pronto se volvieron lanzas para Patrick Ewing. Por un lado, el que fuera dominador interior físico del juego parecía estar evolucionando a un jugador más de media distancia. Por otro, su talante se avenía mal con el ritmo de vida correspondiente al Madison Square Garden. Pat Ewing había sido un joven tímido y retraído, concentrado en su juego y poco dado a las relaciones públicas. Georgetown había sido el entorno ideal para él, pero al mismo tiempo el régimen de aislamiento extremo implantado por John Thompson (famoso por mantener a sus jugadores lejos del alcance de la prensa e incluso por mantener en secreto su alojamiento durante la Final Four) había exacerbado esas características hasta dejarlo en mala situación para afrontar de forma adecuada a la prensa y a los fans de New York. Las críticas lo herían, y su actitud retraída resultaba arrogante sobre todo con la carencia de alguna otra estrella veterana que compartiera el foco.

Porque los días de vino y rosas de Bernard King también habían llegado a su fin. Cuando su esperado retorno a las canchas volvió a verse demorado al meter el pie en un hoyo mientras hacía footing y resentirse la rodilla, la prensa cargó contra él. Se lo acusó, fundamentalmente, de no viajar con el equipo que le pagaba tantos miles de dólares. Como suena. La insinuación, por supuesto, estaba clara: falta de implicación, quizás desinterés por la recuperación mientras los cheques siguieran llegando. Los dos años de reclusión casi absoluta le pasaron factura de forma injusta, y King tampoco supo cómo hacerle frente.

La bola seguía creciendo y arrastraba con todo a su paso. Ni siquiera el rookie Walker logró verse al margen de ello: jugador interior toda su carrera, su falta de altura y peso llevaron a los Knicks a decidir reconvertirlo al puesto de “tres”. Sin embargo, carecía de suficiente manejo de balón y de un tiro fiable a media o larga distancia, y pronto se encontró perdido en tierra de nadie. Antes de terminar la temporada, ya era abucheado durante las presentaciones del equipo.


Qué pronto lo vimos por aquí.

Pero el eje de todas las críticas era sin duda Hubie Brown. Su sistema de baloncesto control, la falta tanto de victorias como de juego vistoso, los enfrentamientos con los jugadores, la defenestración de DeBusschere... todo se juntaba para que las mayores críticas tanto de la prensa como de los aficionados se centraran en él, hasta el extremo de afectarle personalmente (posteriormente admitiría haber sufrido trastornos físicos y dificultades en su entorno familiar causadas por la presión). La situación llegó a tal punto que Hubie Brown tomó la decisión extrema de dejarse barba. Pago por fotos.

La estaca que le atravesó el corazón, sin embargo, fue autoinflingida. Brown tenía una gran confianza en Bill Cartwright, y no estaba de acuerdo en que la llegada de Ewing lo hiciera prescindible. Máxime cuando los Rockets acababan de imponer el concepto Twin Tower llegando a la final de la NBA aupados en Sampson y Olajuwon, para ser derrotados por unos Celtics que rotaban en las posiciones interiores a una “triple torre” con Parish, McHale y Walton. De golpe, todo el mundo quería jugar con dos pívots: los Lakers con Jabbar y Mychal Thompson, los Hawks con Willis y Rollins, los Pacers con Stipanovich y Herb Williams, etc. Los Knicks jugarían simultáneamente con Bill Cartwright y Patrick Ewing.

Cometieron dos errores, que diría Clint Eastwood. El primero fue decidir que Ewing era el jugador más adecuado para desplazarse al puesto de alero, y el segundo utilizar el método Hubie del “ordeno y mando”. Conociendo a Ewing, difícilmente hubiera aceptado cambiar su forma de jugar (ese tipo de flexibilidad no es el primer rasgo que se te viene a la cabeza cuando piensas “Pat Ewing”), pero esa manera de imponerlo hacía imposible cualquier remota opción de que lo aceptara.

El resultado fue un desastre: la defensa no mejoró, el ataque se estancó y descendió a niveles angustiosos, y con el equipo clavado en un 4-12 la gerencia decidió dar el paso obvio y cesó a Hubie Brown, sustituyéndolo temporalmente por su asistente Bob Hill.

Hill dio una mayor libertad al juego del equipo, pero los resultados no mejoraron particularmente. Ni siquiera después de que eliminara el concepto de torres gemelas tras debutar con una espectacular derrota en casa contra Phoenix. Ni la única noche alegre de la temporada, la victoria el día de Navidad contra los Bulls con 30 puntos de Jordan gracias a una canasta en el último segundo de Ewing, ni siquiera el retorno de Bernard King para los últimos seis partidos pudieron cambiar las cosas.



Era la hora de reconstruir. Otra vez.

El final del romance

Las lesiones de los hombres altos no fueron el único problema de los Knicks esta temporada. Ni siquiera el mayor.

Desde antes de empezar quedó bien claro que Hubie Brown estaba muy lejos de la satisfacción con su backcourt. Rory Sparrow estaba más o menos establecido como base, con Darrell Walker alternando ambas posiciones, Gerald Wilkins jugando de “dos” o “tres” según necesidad, y Trent Tucker como escolta tirador. El hecho de que Orr fuera el único alero capaz de cubrir la baja de Bernard King obligó a tirar muchos minutos de los escoltas, debilitando aún más el backcourt. El equipo empezó con ocho derrotas consecutivas, y en la mayoría se vieron superados en ataque y defensa por los sucesivos perímetros rivales.

Hubie Brown intentó introducir cambios sin éxito. Cortó a “Butch” Carter y repescó al mencionado Fred Cofield, modificó la alineación titular, dio más o menos minutos etc pero nada funcionó. En realidad, el problema era de simple falta de recursos: Sparrow y Tucker eran jugadores no más que medianos, Wilkins era rookie, Grunfeld estaba ya al borde de la retirada y Cofield era un jugador marginal.

Aún peor fue lo de Darrell Walker: después de que Hubie Brown lo eligiera como nuevo blanco de sus críticas, hacia la mitad de la temporada Walker no pudo más y se enfrentó a Hubie Brown públicamente durante un partido. Hasta el final de temporada, los rumores sobre su inminente traspaso fueron otra fuente más de distracciones para el equipo.

Era lo que faltaba para dar por terminado el romance de Hubie Brown con la afición y prensa neoyorquina. Las altísimas espectativas despertadas por la llegada del rookie dorado se vieron estrepitosamente desmentidas conforme se apilaron las derrotas. El equipo seguía jugando un basquet-control poco vistoso y del que los jugadores parecían hartos. La imagen de triunfador de Pat Ewing estaba perdiendo su dorado a ritmo veloz, y los enfrentamientos mal disimulados de Hubie Brown con diferentes miembros de la plantilla eran ya rutina.

En las oficinas, Dave DeBusschere se encontraba también bajo intenso fuego graneado. Por un lado, tanto él como su gran valedor Eddie Donovan no terminaban de comulgar con el enfoque de Brown de un juego controlado, en lugar de intentar aprovechar la velocidad de los jóvenes del equipo. Por otro, la queja constante del entrenador de que le faltaban jugadores se empezó a interpretar como una velada referencia a la gerencia. Después de todo, DeBusschere no había logrado culminar ninguno de los ambiciosos movimientos intentados. Desde la reconstrucción del equipo alrededor de Bernard King, todas las sucesivas incorporaciones habían llegado a través del draft. Incluso el agente libre estrella, Pat Cummings, no había tenido el impacto esperado. El equipo no había logrado cubrir las bajas de los lesionados, sobre todo la de King, y la imagen de pasividad resultaba alarmante.

Se desató una auténtica guerra en los despachos entre Hubie Brown y Dave DeBusschere, y el resultado final fue el cese de éste a mitad de temporada y su sustitución por Gordon “Scotty” Stirling como vicepresidente y GM.

La franquicia estaba ya en franca descomposición.

Enter... The Ewing Man!





Para comparar el grado de anticipación que tuvo el desembarco de Patrick Ewing en la NBA, solamente se me ocurren la llegada simultánea de Larry Bird y “Magic” Johnson en 1980, y más recientemente el fenómeno LeBron James. El tiempo y los fracasos pueden haber nublado nuestra memoria, pero en 1985 Ewing era el jugador anhelado desde su gran marcha a la NCAA en su año freshman. Jordan fue un donnadie, Barkley un chiste rápido, O’Neal la mitad de una aberración estadística comparados con el enorme revuelo generado por don Pat Ewing. Por primera vez, la ceremonia del draft hubo de restringir el acceso a los medios debidamente acreditados ante la previsible avalancha. Los Washington Bullets, que no tenían elección de lotería, utilizaron a Ewing como principal reclamo en su campaña de abonos: “¡podrá ver a Ewing tres veces esta temporada!”.

Y los New York Knicks ganaron la lotería.

Para acabar con el controvertido sistema del cara o cruz, la NBA había optado por crear el sistema de lotería, por el cual el orden se determinaría sacando al azar sobres conteniendo los nombres de los siete equipos que no habían entrado en playoff, independientemente del orden en que hubieran quedado. La suerte sonrió a los Knicks y apuñaló a los Warriors, que con cinco victorias menos quedaron relegados al nº 7 del draft. [Aunque tuvieron suerte al pillar a Chris Mullin: el impacto de la elección de Ewing queda más en relieve al ver que el resto de la lotería son la mitad estrellas secundarias como Mullin, Xavier McDaniel o Wayman Tisdale, la mitad paquetoides infames como Benoit Benjamin, Jon Koncak o Joe Kleine; éste fue el draft de los sleepers, con Karl Malone, Joe Dumars o Terry Porter entrando de puntillas.] La NBA hubo de anunciar cambios inmediatos al sistema para temporadas subsiguientes.

Fue la bomba, y los Knicks pasaron de golpe a ser la auténtica joya de la gran manzana, hasta tal punto que arreciaron los rumores de manipulación en el sorteo con el supuesto objetivo de apuntalar a una franquicia estratégicamente vital que pasaba malos momentos (los rumores oscilaban entre algún tipo de muesca delatora en el sobre local, y el clásico truco del enfriamiento neveril). Para los partidarios de las conspiraciones, la cronología resultaba particularmente sospechosa: Pat Ewing se descolgó con unas peticiones salariales descomunales, pero afortunadamente casi toda la plantilla de los Knicks terminaba contrato y por tanto el salary cap no era obstáculo.

Ewing firmó un contrato desorbitado para la época, $30 minolles por 10 años superando holgadamente al jugador mejor pagado del momento, Larry Bird con $2 minolles por temporada. Además, su contrato incluía cláusulas de revisión que garantizaban por escrito su permanencia en todo momento entre los jugadores mejor pagados de la liga. Asegurado ya el premio gordo, los Knicks pudieron abordar tranquilamente la renovación de Bill Cartwright, Louis Orr, Trent Tucker, Butch Carter, Ken Bannister y Ernie Grunfeld, más el fichaje de la segunda ronda: Gerald Wilkins. Aunque poco destacado en su momento, Wilkins completaría un gran draft para los de New York al revelarse pronto como un más que adecuado escolta titular. Una de las sagas de este verano fue el intento de los Knicks por contratar al agente libre Albert King, para ocupar la plaza de su hermano Bernard durante su lesión; hubiera sido una historia fantástica, pero en último término no se logró llevar a cabo ya que la NBA determinó que el contrato de “Truck” Robinson aún contaba para el tope salarial y dejó a los Knicks sin espacio suficiente para hacer una oferta con posibilidades.



Para redondear la plantilla, los Knicks le dieron de buena gana la patada a Ron Cavenall y optaron por contratar a Bob Thornton (de vuelta de Madrid) y el escolta Fred Cofield (su elección de cuarta ronda de esta temporada) de entre una plantilla veraniega formada por viejos conocidos como Marc Iavaroni, Ken Orange o David Russell, jornaleros NBA como Clinton Wheeler o auténticos desconocidos como Steve Burtt. Además, Bob Hill fue contratado como asistente para cubrir la marcha de Rick Pitino a Providence.



Sin embargo, lo que inicialmente se planteaba como un retorno a la grandeza pronto se encontró camino de ninguna parte por el recurrente problema de las lesiones. Una vez más, los Knicks pasarían la temporada en cuadro, más preocupados por poder poner en cancha a un quinteto que por aplicar el plan trazado en pretemporada.

Aparte de pequeñas lesioncillas veraniegas de Sparrow, Walker o Thornton, el primero en caer fue Eddie Lee Wilkins, que en un campus de verano se rompió el ligamento de la rodilla para perderse toda la temporada y de hecho no volver a ser un jugador relevante. A continuación, el anticipado retorno de Bill Cartwright sufrió un revés definitivo cuando una caída provocó la inflamación de su pie en lo que resultaría ser la tercera fractura del mismo pie; antes de terminar la temporada, habría sufrido la cuarta durante un fallido intento de retorno en Febrero. James Bailey volvió a sufrir un desvanecimiento durante un entrenamiento, el segundo en su etapa bajo Hubie Brown pero no el último: aún sufriría un tercer desmayo, y todavía le quedó tiempo para lesionarse una muñeca y perderse el final de temporada. Pat Ewing “el anhelado” ya empezó faltando a varios partidos de pretemporada por problemas con las rodillas, y terminó perdiéndose el último mes. Pat Cummings hubo de perderse varios partidos intermitentemente debido a tendinitis en su pierna derecha, y al final tuvo que pasar por el quirófano en Febrero y perderse el resto de la temporada.

Una vez más, la situación fue tan desesperada que terminaron fichando al esforzado Chris McNealy, mientras que el ínclito Bob Thornton terminó saliendo de titular 23 partidos.



Otra temporada a tomar viento.